Por Teresa Gurza
Mientras en México todo mundo se pregunta que habrá querido decir Vicente Fox, con eso de que él no guerreó contra el narco, sino lo administró…
en tanto Cuauhtémoc Cárdenas resumió el pensamiento de millones de mexicanos, al decir que el gobierno panista celebró el Bicentenario sólo con fiestas, dejando pendiente todo lo demás; el Bicentenario chileno estuvo marcado precisamente, por “lo demás”.
Chile festejó su Bicentenario el 18 de septiembre, porque ese día en 1810 se conformó la Primera Junta Nacional de Gobierno, inicio del proceso independentista que se consumó hasta 1818.
Y desde entonces data la tradición de pintar la fachada de las casas; lo que hasta la fecha hace la mayoría.
Pero no sólo hubo eso en este país del Cono Sur, ahora gobernado por un presidente de derecha Sebastián Piñera que invitó a estar junto a él en los festejos a los cuatro presidentes de izquierda que lo antecedieron, Patricio Alwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet.
La celebración incluyó muchas acciones culturales que podríamos envidiarles.
Entre otras, la participación de más de mil 500 orquestas infantiles y juveniles y de tres mil 500 coros amateurs, que con Piñera, Alwin, Frei, Lagos y Bachelet, cantaron el Himno Nacional al mediodía del 18 de septiembre.
Poco después, aviones dejaron caer hojas con los poemas de los premios Nobel Gabriela Mistral y Pablo Neruda; de cuyas obras se hicieron también antologías, como parte de una pequeña biblioteca que se entregó a todas las familias.
Y se están haciendo 25 liceos de excelencia y 24 obras de infraestructura deportiva; una Ciudad Parque Bicentenario de 250 hectáreas destinadas a viviendas, escuelas, servicios y espacios para la recreación y la cultura y un Parque Bicentenario de la Infancia.
Además se pagan becas en el exterior a técnicos y profesionales; programas de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales; y una Red Digital Rural, que permitirá llevar Internet a más de tres millones de usuarios.
En el mar del puerto de Valparaíso desfilaron naves de guerra; y en su cielo, aviones acrobáticos de la Fuerza Aérea; en la Cordillera de los Andes, se hizo un recorrido igual al del Ejército Libertador de José de San Martín y Bernardo O´Higgins, que desde la ciudad de Mendoza llegaron a liberar Chile.
Fuera de los programas conmemorativos del gobierno, diversas instituciones se sumaron a los festejos.
La Universidad Católica, por ejemplo, editó la obra de Alonso de Góngora y Marmolejo, que permite conocer aspectos de la personalidad de los conquistadores españoles como Pedro de Valdivia; y una historia de la influencia de las mujeres en la República.
Y los medios de comunicación recordaron la historia en estupendas ediciones especiales; y encuestas que muestran que se ha perdido y ganado en los valores y la vida nacional, de este país que hace 200 años tenía sólo dos escuelas públicas y siete privadas; y en el que hasta 1965, únicamente el 18 por ciento de los alumnos pasaba a la educación secundaria.
Sin embargo, los críticos no están satisfechos y piden que se de un debate social amplio sobre el tipo de país que se quiere construir a futuro.
Al Bicentenario chileno le faltó sin duda, que se hubiera solucionado antes el conflicto que mantiene a 34 indígenas mapuches en huelga de hambre en demanda de la eliminación de la ley antiterrorista; a lo que el gobierno se opone.
Al respecto, durante el Te Deúm que cada año celebran las iglesias de todas las denominaciones en la Catedral de Santiago y al que asisten todas las autoridades civiles y militares, el presidente Sebastián Piñera hizo sobre el texto del Evangelio, una “promesa por Chile” que incluye pagar la deuda de siglos que tiene el país, frente a sus pobladores autóctonos.
En la ceremonia se recordó con 33 flores y 32 banderitas chilenas y una boliviana colocadas en el altar, a los 33 mineros atrapados 700 metros bajo tierra, en el refugio de la mina San José.
Otro tema pendiente, es la desigualdad creciente, que se manifiesta en la mala calidad de la educación en escuelas públicas; y en el pésimo servicio de salud al que tienen acceso con meses de retraso y muy deficiente atención, la mayoría de los chilenos.
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