* El responsable
Por Gilberto Lavenánt
En materia jurídica hay un principio que observa : a confesión de parte, relevo de prueba.
Esto significa que si alguien dice : “yo fui”, entonces no hay necesidad de aportar pruebas que acrediten su responsabilidad. Bueno, salvo casos especiales. Aquellos en los que, aunque una persona declare, asegure o jure, que cometió tal o cual delito, o realizó tal o cual cosa, pero las evidencias indican todo lo contrario, la confesión es intrascendente.
Dejamos a un lado, las confesiones arrancadas a base de torturas o presiones psicológicas, utilizadas con frecuencia en el ámbito penal, que sirven de base para iniciar el proceso en contra de una persona, pero que no siempre concluye con sentencia condenatoria. Precisamente por lo inverosímil de la confesión.
En el caso a análisis, el responsable confeso, lo es el Gobernador José Guadalupe Osuna Millán, quien en un supuesto acto “suicida” –políticamente hablando- ante sus homólogos del resto del país, declaró que lo que pasa en Baja California, en materia de seguridad pública, lo es él y nadie más. Esto es interesante, para aquellos que pensaban que quien estaba fallando en este tema, lo era el Procurador Rommel Moreno Manjarrez.
Esto ocurrió esta semana, durante la intervención de Osuna Millan, en una más de las sesiones covocadas por el Presidente Felipe Calderón, para la discusión en torno a la guerra contra el crimen organizado y sus nefastos resultados, denominadas “Diálogos por la Seguridad”, en el Campo Militar Marte, en la capital del país.
Por cierto, ahí estuvo el joven abogado tijuanense, Francisco Blake Mora, flamante Secretario de Gobernación, de quien Felipe Calderón dijo que era el artífice de los logros obtenidos en la lucha contra el crimen organizado en Baja California. Seguramente se hizo chiquito, cuando frente a él, el Gobernador bajacaliforniano dijo que él, Osuna Millán, era el único responsable.
“Yo afirmo, Señor Presidente –dijo Osuna Millán- que el principal responsable de lo que ocurre en Baja California es el gobernador de Baja California y le toca a él responder por los resultados finales y por las tareas de coordinación para que esos objetivos se alcancen”. Y como las cosas no andan muy bien, que digamos, en materia de seguridad pública, en esta entidad, aunque no sean tan peores como en otras partes del país, pues entonces, por las fallas y delitos de alto impacto, los reclamos deben estar dirigidos al Gobernador. A nadie más.
Encarrerado en su discurso, Osuna enfatizó : “Ese fue el mandato que nos dieron los ciudadanos y no debe haber titubeo. En otras entidades, lo digo con todo respeto, no tendría porque ser distinto. Como tampoco debemos suponer que esta cruzada histórica que estamos llamados a emprender contra la inseguridad sea una causa solo del Presidente de la República”. Y aquí fue entonces cuando “salió el peine”.
La intención de la “confesión” del Gobernador Osuna Millán, fue, como dicen los jóvenes, hacerle “un paro” a su amigo Felipe Calderón. No se la acaba con la derrota en su guerra contra el crimen organizado y los nefastos resultados de la misma, que le quizo dar una manita, con la clara intención de que los demás gobernadores agarraran un poco de culpa en todo esto. Al final de cuentas, nadie le siguió la onda.
Curiosamente, en estos “Diálogos por la Seguridad”, que abiertamente se dice que no han sido tales, porque en dichos eventos no ha habido diálogo alguno, sino una serie de monólogos y de acusaciones mútuas, el propio Caldrón se ha dedicado a lanzar acusaciones a diestra y siniestra.
Durante el quinto evento de este tipo, con representantes del poder judicial, Felipe Calderón lamentó las ineficiencias en la labor de impartición de justicia, derivada supuestamente de amenazas y sobornos a los juzgadores, a lo que el Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia, respondió que para hacer más eficaz la lucha contra la criminalidad, se requiere de investigaciones más sólidas, a manera de explicación, y justificación, del hecho de que de los detenidos en relación con el crimen organizado, el 80 % recupera su libertad, sin sentencia condenatoria.
De todo esto, los ciudadanos pueden llegar a la conclusión de que, no basta confesar o reconocer responsabilidades, como en el caso del Gobernador Osuna Millán, que es evidente que quienes tienen a su cargo la lucha contra el narcotráfico, más que tratar de corregir fallas, se dedican a lanzarse “la bolita”, unos a otros, buscando eludir responsabilidades o de repartir culpas.
Lamentablemente, la confesión de Osuna Millán no resuelve nada. Los crímenes de alto impacto, aquí en la entidad, siguen ocurriendo a planea luz del día, con todo descaro y con plena impunidad. Una vez confeso, falta ahora determinar la sanción correspondiente.
gil_lavenant@hotmail.com
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