Por Teresa Gurza
Siempre han existido niños gandalla que molestan a sus compañeros de clase; pero en los últimos años esta situación ha llegado al extremo, y el bullying se ha convertido en un problema global que afecta a prácticamente todas las naciones y escuelas.
Las víctimas sufren mucho y generalmente no saben cómo enfrentarlo, por lo que llegan a desesperarse y optar por el suicidio.
Pero de acuerdo con la sicóloga infantil inglesa Michele Elliott, --que tiene cuarenta años trabajando en temas educativos--, el bullying puede prevenirse y ese sufrimiento y esas muertes evitarse.
Elliott fundó hace 25 años Kidscape, que es un centro que da asesoría práctica y psicológica a padres de familia, víctimas y escuelas, para luchar contra los agresores.
Y escribió “Intimidación, una guía práctica para combatir el miedo en las escuelas”, que constituye la fórmula inglesa para anticiparse a los casos de bullying; y ha sido traducido ya, a 15 idiomas.
Recientemente dio una entrevista a la revista Ya del diario chileno El Mercurio, en la que indica que más de la mitad de los tres millones de niños ingleses víctimas de bullying que han recurrido a Kidscape, había intentado suicidarse.
Y que en el 86 por ciento de los casos, los padres declararon que en los colegios de sus hijos no sólo no actuaron para protegerlos; sino que quitaron importancia a lo que sucedía, afirmando que los niños eran demasiado sensibles.
Precisa la sicóloga que generalmente las víctimas no se atreven a contar lo que está ocurriendo, por temor a que un reclamo a la escuela empeore su tormento.
O por miedo a no ser entendidos o recibir como respuesta los “no te dejes“, “hazles lo mismo”, etc.
Y que es importante detener la agresión lo más temprano posible, informando a las autoridades escolares y ofreciendo ayuda sicológica al agresor, a la víctima, y a los padres de ambos para generar un ambiente más feliz, que permita a los niños contribuir a la sociedad.
Pero el principal desafío es convencer a las víctimas de que lo que les pasa, no es culpa suya.
Y es que como casi siempre son niños bondadosos que oyen constantemente cosas negativas sobre ellos, empiezan a creerlo y a culparse a sí mismos; y acaban por pensar que merecen lo que les está pasando.
Las formas más comunes de agresión son golpes, empujones, patadas, robos y mensajes de texto en donde dicen a las víctimas que se maten, porque son inútiles, tontos, feos o gordos.
Para frenar el bullying las escuelas deben impulsar actividades antibullying; pero sobre todo dejar claro que no lo tolerarán y que victimarios y cómplices serán expulsados y que es obligación de los alumnos, ser amables con todos.
Pero es fundamental hacer las cosas en serio y que haya consecuencias y castigos para los que no respeten las reglas.
Aunque el bullying lo hacen niños y niñas; los hombres suelen emplear violencia física, y las mujeres, psicológica. En ambos sexos el bullying puede comenzar desde que los pequeños se dan cuenta de la diferencia entre el bien y el mal.
“Si un pequeño de cuatro años pega a otro niño a escondidas, es porque sabe que lo que está haciendo está mal; y si no detenemos a esos pequeños agresores, se convertirán en grandes agresores. Por eso hay que ayudarles a cambiar su comportamiento”.
El comportamiento agresor lo generan padres que lo fomentan creyendo que sus hijos tendrán así más recursos para salir adelante y sin pensar que harán la vida miserable a los demás.
Desde 1999 Inglaterra tiene leyes que obligan a las escuelas a tener políticas antibullying; y a que las autoridades de educación paguen las colegiaturas de los que tienen que cambiarse por ese motivo.
“Cuando las escuelas no hacen nada publicamos sus nombres y quedan en vergüenza”, dice Elliott.
Y como varios niños han demandado a colegios que no los apoyaron y tuvieron que ser indemnizados; ante la posibilidad de perder dinero, ahora hay más cuidado.
Elliott cuenta que en Kidscape enseñan a los pequeños técnicas para no paralizarse y a mirar al agresor en los ojos para no parecer intimidados.
“Pero eso no resuelve el problema, porque los agresores encontrarán a otra víctima; lo urgente es que los colegios reaccionen para impedir esos comportamientos".
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