Por Teresa Gurza
Como sociedad, tardamos en corregir las cosas negativas.
Por ejemplo, hace mucho que sabemos que las bolsas de plástico son muy dañinas para el organismo humano y el medio ambiente. Pero hacemos poco.
Hace como 35 años en un reportaje para el periódico El Día, entrevisté a científicos, ingenieros químicos, agrónomos y dueños de fábricas de artículos de plástico; y todos, hasta los fabricantes, coincidieron en señalar que estas bolsas de costo mínimo, producen un daño máximo; porque tardan en degradarse entre 400 y mil años.
Lo que equivale, por lo menos, a seis o siete generaciones humanas.
Y cuando se queman, producen un humo negro y apestoso; pero no se acaban sus residuos, sólo quedan achicharrados.
He pasado horas y horas enojándome o tratando de convencer de que no se quemen; y pidiendo a mamás que no tiren donde se les antoja, esos asquerosos pañales desechables; pero fuera de corajes, he sacado muy poco.
Y para qué hablar de los basureros municipales, en donde se entierran a varios metros; pero al poco tiempo nadan para arriba, saliendo de nuevo a la superficie.
Por todo eso no es tan remoto pensar que si no cambiamos, un día las bolsas nos van a ahogar; porque las estadísticas afirman que a nivel mundial, cada persona usa seis bolsas por semana 24 al mes y 288 al año. Indague cuantos habitantes somos y haga sumas.
Desgraciadamente en nuestro país abundan; las entregan en tiendas y supers; se dan como si fuera un chiste a los animales de los zoológicos, matando a muchos de ellos; y se las tira en todas partes, carreteras, terrenos baldíos, y hasta en el mar; causando problemas en la navegación, accidentes en los caminos, obstruyendo cañerías y encareciendo la limpieza de las playas.
Una vez saliendo de bucear en Isla de Mujeres, vi de repente un espantoso animal de color blanco y cara roja que moviendo la cara, me miraba a muy poca profundidad. Casi me morí del susto y nadé aterrada hasta una roca, desde donde pude llegar a tierra.
Cuando mis acompañantes se dieron cuenta, se rieron porque les había pasado lo mismo; y sin decir palabra uno de ellos sacó con un arpón al "peligroso" animal, dejándolo sobre la arena.
El tal monstruo marino que tanto me había asustado, no era sino una bolsa de plástico que tenía impresa esa figura clásica de la Comercial Mexicana; y que al mecerse con la marea, parecía que abría y cerraba la boca.
Ahora leí con gusto que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal acaba de prohibir que las tiendas del DF regalen bolsas de plástico no biodegradables.
Sugiero que el IFE extienda la prohibición para la propaganda electoral de los partidos políticos; que inunda y ensucia las calles y avenidas de todo México y sólo sirve para gastar nuestros impuestos en la forma más tonta del mundo; y para incrementar las ganancias de los industriales del ramo, en más de cinco mil millones de pesos al año.
Porque ni siquiera puede ser usada para que los pobres que asisten a los mítines, se tapen; como ocurría cuando las "mantas" eran de tela.
Muchas naciones nos llevan la delantera en cuanto al NO uso de bolsas de plástico se refiere. China las prohibió. En la mayor parte de los comercios de Bangladesh, Israel, Taiwán, Singapur y varios países africanos, ya no se dan.
En Dublín desde hace siete años tienen un impuesto especial, que ha reducido su consumo en un 90 por ciento. Y en Montevideo este enero se empezó a cobrar medio centavo de dólar por unidad, --50 veces menos que el impuesto de Dublín- con lo que se espera evitar el uso de 12 millones de bolsas al mes.
En Chile donde ahora vivo, se siguen entregando en todos lados. Y aunque recientemente se ha estado hablando de fabricarlas con elotes; se cuestiona su precio, porque serían tres veces más caras que las de nylon.
Pero yo me pregunto si vale la pena usar cereales alimenticios, para hacer basura.
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