Aunque la vejez tiene muchos aspectos positivos y agradables, entre otras situaciones chocantes que traen los muchos años, y consecuencia casi impostergable de ellos, es la pérdida de la audición.
Como muchos de mis contemporáneos, ahora escucho menos que cuando era joven.
Y lo advierto tanto en reuniones, como al estar viendo televisión; dónde por cierto, están de moda como conductoras muchachas gritonsísimas, que confunden la alegría con los chillidos, y al oírlas, me pasa al revés de lo que debiera suceder, porque mientras más aguda y fingida es su voz y mientras más gritos dan, menos las entiendo.
Me parece que esa tendencia a poner como comentaristas, conductoras y locutoras a mujeres gritonas es nueva: porque cuando hace ya más de cuatro décadas saqué en la SEP mi licencia de Locutora A, uno de los requisitos para obtenerla y exigido como indispensable por el Bachiller Álvaro Gálvez y Fuentes, era “la belleza de la voz”; cualidad de la que carecen las actuales “estrellas” de casi todos los canales; con excepción de los públicos como la UNAM, el Poly, el 14 y el del Congreso.
Y qué decir de las anunciantes; guapas, pero con voces horrendas; y me refiero a las mujeres, porque los hombres de la televisión tienen voces más suaves y con cadencias que no ofenden los oídos.
Aunque no llego al grado de no poder oír los noticieros, sí me gustaría que las películas en español vinieran con subtítulos, para poder entenderlas perfectamente; sobre todo, las hechas en España, porque no capto totalmente lo que dicen en su español ceceado.
Es sabido que la sordera se incrementa con los años y no quisiera ser protagonista de esa especie de monólogos combinados, que cuando era niña oía entre parientes ancianos; en el que uno preguntaba algo y el otro contestaba lo que le daba la gana, muchas veces sin nada que ver con el tema; pero los dos quedaban felices pensando que se comunicaban.
Y como tampoco quisiera convertirme en alguien que por presunción y para que la gente no note que están sordos, no se ponen aparatos, sin aceptar que la gente que los rodea sabe desde hace mucho que no oyen, consulté con un otorrinolaringólogo, que me dio la buena noticia de que por el momento no necesito auxiliares auditivos; y me recomendó poner televisión y música a volúmenes altos.
Eso, porque si al daño producido por la edad que se llama prebiacusia, le sumo traumas acústicos que normalmente son asociados a sonidos fuertes, la situación empeora.
La palabra presbiacusia, viene de dos términos griegos: presbys que significa viejo, y akousis que quiere decir, escuchar.
Y se trata de cambios asociados como dije al envejecimiento, y que ocurren en el pabellón auditivo, el oído interno y la corteza cerebral; y que se reflejan en la pérdida progresiva de la capacidad para oír altas frecuencias; empezando por las del habla, que oscilan entre los 500 y los 4000 herzios.
Una de las características de la presbiacusia, es que la pérdida auditiva es progresiva y casi por igual en los dos oídos; y que las molestias pueden llegar a ocasionar zumbidos, que son esos sonidos anormales y molestos en el tímpano.
Para diagnosticarla, es necesario someterse a una audiometría y a una exploración del oído con un otoscopio.
Los aquejados por ella, no debemos quejarnos; hay enfermedades mucho peores y es mejor estar algo sordos y sufrir presbiacusia, que no haber llegado a viejos.
Pero esos jóvenes aficionados a escuchar música de tamborazos a todo volumen, deben tener en cuenta que la presbiacusia afecta a edades más tempranas y con mayor intensidad, a personas que han tenido como ellos, exposiciones repetidas a muy altas frecuencias.
Otros factores que también contribuyen a la aparición de la presbiacusia, incluso a que se presente antes de llegar a la vejez, son los antecedentes familiares, ciertas enfermedades como la diabetes y secuelas de algunos medicamentos.
Igual que en todos los padecimientos, llevar una vida sana es un elemento protector; mientras que una dieta inadecuada, inactividad física y consumo de tabaco y alcohol, producen mayor daño auditivo.
Por lo común, la disminución de la agudeza auditiva empieza alrededor de los 65 años; es más frecuente en hombres que en mujeres y ocurre lentamente.
La presbiacusia no tiene cura, y se corrige solo con el uso de audífonos; que actualmente son más pequeños, digitales, y con diseños que hacen más cómodo y eficaz su uso.
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