En anteriores ENCUENTROS he comentado sobre el papel que tienen los ciudadanos y los gobiernos en asumir su responsabilidad para que el país avance. En este abordaré a los partidos políticos.
Los partidos ya pasaban por un mal momento desde antes de la complejidad reciente. Diversas encuestas demuestran que el sentimiento de la gente los ubica en los lugares más bajos en términos de credibilidad. El grueso de los ciudadanos no se siente representado por ningún partido. Estos han caído en crisis, unos más otros menos, y en todos ellos sobran ejemplos de malos actuares de personajes que dañan la ya decaída imagen de los mismos.
En la percepción de muchos los partidos más que presentar una vía de solución a los problemas contribuyen a ser parte de la causa de los mismos.
Los partidos con frecuencia dicen una cosa y hacen otra. Se dedican más a criticar al opositor por prácticas que ellos mismos hacen cuando son gobierno y guardan silencio cuando un gobierno emanado de su partido comete errores u omisiones.
Es ocasional el que un partido esté en el gobierno pero es obligación permanente el que un partido vigile al gobierno. Sea cual sea el partido en el gobierno.
La insuficiencia de propuestas de rumbo y de solución respecto a cómo sacar adelante al país es un botón que muestra el estado actual de los partidos. No puede haber una democracia saludable sin un régimen de partidos igualmente saludable.
No pretendo generalizar y decir que todos los partidos están mal en todo. Me consta que en ellos hay gente valiosa, pensante, comprometida, capaz y decente. Sin embargo no se puede tapar el sol con un dedo. Los partidos hoy por hoy están rebasados y no están a la altura del reto.
Pareciera que solo les interesa su multimillonario financiamiento, sus asuntos internos, atacarse entre ellos pero defenderse cuando alguien de afuera los critica. Nos atiborran con sus spots que más logran cansarnos que convencernos. Nos buscan en las elecciones y piden nuestro voto pero fuera de ellas su silencio y ausencia parece hacerlos cómplices de la falta de rumbo y abonan al desorden.
La solución está en partidos vigorosos que rindan cuentas a los ciudadanos y no a los gobiernos. Partidos que sean congruentes, propositivos, civilizados, autocríticos, comprometidos con la legalidad, el diálogo, la democracia y los ciudadanos a los que se deben. Quienes participamos en partidos políticos debemos vernos en el espejo y actuar en consecuencia.
¿Es mucho pedir? ¡No! Al contrario, es lo mínimo que deben dar.
Mientras eso no suceda que nadie se sorprenda si la próxima elección sea la de mayor abstencionismo y voto nulo.
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