lunes, 6 de enero de 2014

Cicuta: Oficiales Israel Cruz Pérez y Julio César Oliva Rangel, Daniel Tiznado, Cindy García

Por Jaime Flores Martínez
Polis: Acostumbrados a regalar insultos, maltratar sin empacho y golpear sin clemencia a quienes rechazan rendirles pleitesía, los burlones policías municipales llegaron a aplastar la dignidad de un trío de ciudadanos tijuanenses. Tan insensatos uniformados amenazaron de muerte a "un par de chilangos" que se atrevieron a desafiarlos.


Cerca de las 6 de la mañana del día 20, en un crucero vial del boulevard Casa Blanca de Tijuana, dos trabajadores del volante discutían por un incidente de tránsito, pues uno de los vehículos resultó con una luz quebrada.

Sin reparar en los protocolos, icono de la prepotencia y ejemplo de impunidad, los tripulantes de la patrulla 0916 echaron mano de su arrabalero léxico para frenar la discusión. Mientras repartía mentadas de madre, el policía pelón y cacarizo sometió a Ricardo Ávila Hernández, a quien esposó y golpeó en cara, cuello y espinillas. Este último afirma que luego de golpearlo, el gorila se subió a su camión para robarse los 2 mil pesos de la cuenta. También se robó un reloj de pulsera.

Después de quedarse con lo ajeno, el uniformado bajó a burlarse del ciudadano y todavía le propinó dos cachetadas. Otro uniformado alto y moreno arribó de metiche para conocer que los dos chóferes habían llegado a un arreglo económico. Y aunque existía el acuerdo, ambos fueron trasladados a la delegación municipal de Villa Fontana. El perito se levantó de hombros al escuchar que Ricardo Ávila acusaba al pelón policía de la golpiza y de apoderarse de su dinero.

Ya en la delegación, el vapuleado Ávila esperó inútilmente la llegada de Daniel Tiznado, gestor de la empresa Rojo y Crema.

Ricardo Ávila fue trasladado ante el agente del Ministerio Público del Mariano Matamoros, donde continuó su calvario. En la delegación Villa Fontana el juez municipal se negó a someterlo a una revisión médica para certificar la golpiza. El juez también levantó los hombros y le cerró el ojo a los trogloditas con uniforme.

En la antesala de la oficina del MP, don Ricardo observó la llegada de su señor padre, de su esposa y de su hermana Mayra. Los tres se sorprendieron al ver a su familiar tan golpeado. Mayra sacó su teléfono celular para tomarle fotografías, pero el policía cacarizo le cayó encima, le arrebató el aparato, mientras escupía una cascada de insultos.

Don Arístides, padre de Ricardo reaccionó solamente para recibir golpes y groserías. El policía gordito y moreno, sometió a Don Arístides, le colocó las esposas, y lo puso contra la pared. Simultáneamente el pelón hacía lo mismo con la joven Mayra a quien le gritaba “pinche chilanga”.

Padre e hija fueron sacados del MP y conducidos –nuevamente-- ante el juez municipal de Villa Fontana. Detrás venían el cacarizo y el gordo para burlarse de ellos.

Más tarde fueron presentados ante el juez municipal, quien escuchó impasible sus argumentos. El juez ignoró que Ricardo se encontraba sumamente golpeado y acusaron de ello a los policías. Al notar la presencia de Cindy García, visitadora de la Procuraduría de derechos humanos, los ciudadanos sintieron un momentáneo alivio.

Su ánimo se vino al piso al notar que los uniformados se carcajeaban frente al juez municipal y a la propia visitadora de derechos humanos. Don Arístides y su hija intercambiaron miradas de desconcierto. Ellos suponían que la representante de la PDH estaba para defenderlos.

Cicuta conoció que Cindy García es una joven abogada que goza de la simpatía del procurador de los derechos humanos Arnulfo de León Lavenant, quien tiene debilidad por jovencitas de buen ver. Cindy es una simpática muchacha que (dicen) se metió en su ánimo.

Los propios policías municipales de la zona Este de Tijuana califican a Cindy como “una gran amiga” defensora de las causas de los uniformados. El viacrucis de los Ávila continuó pues Ricardo fue trasladado a la estancia municipal de infractores, mientras su padre Arístides y Mayra eran canalizados ante el MP acusados de “golpear a los policías”. Pobres gorilas.

Después de 36 horas de arresto Ricardo Ávila fue puesto en libertad y su padre 24 horas después. La joven Mayra, con todo y su papel secundario, obtuvo la peor suerte al ser internada en la Penitenciaría de la Mesa acusada de lesionar al simio cacarizo. ¿La muchacha vapuleó al grandulón? ¡Qué hazaña!

Resulta que Daniel Tiznado gestor de la empresa transportista Rojo y Crema decidió no presentarse a defender a Ricardo Ávila al conocer la identidad de los policías inmiscuidos en la agresión. Para información del respetable, los gorilas con uniforme responden a los nombres de Israel Cruz Pérez y julio César Oliva Rangel. El primero de ellos es el gorila pelón y cacarizo, mientras el moreno regordete calvo se apellida Oliva Rangel.

¿Sabrá esto el despistado secretario de Seguridad Pública de Tijuana Alejandro Lares? ¿Actuará contra los simios el síndico Arturo Ledesma? Hasta hoy no han mostrado de qué están hechos.

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