HELSINKI: Muy poco es en realidad lo que sabemos en México sobre Finlandia; una nación de poco más de cinco millones y medio de habitantes, que está situada en el norte de Europa, casi frente a San Petersburgo en el Mar Báltico; y cuyo territorio está en un 69 por ciento cubierto de bosques.
Tiene un gobierno de tendencia conservadora con Presidente, Primer Ministro, Consejo de Estado y Parlamento unicameral de 200 miembros.
Y desde que ingresó en 1995 a la Unión Económica Europea, ha defendido ahí con fuerza los derechos de los países chicos.
Su agroindustria está basada en el cultivo de cebada, trigo, papa y betabel, que acá se llama remolacha; y su industria en la obtención de metales y la fabricación de productos químicos y textiles; con ropa de lino famosa en el área, sobre todo en Rusia desde donde se viaja a comprarla.
Las estadísticas dicen que Finlandia es, junto a Noruega y Dinamarca, uno de los países más prósperos del mundo; y que hoy toda su población está alfabetizada y tiene acceso a servicios de agua potable, electricidad, educación y salud.
Pero no siempre fue así; hasta hace relativamente poco tiempo, unos 80 años, Finlandia era sumamente pobre con todo lo que eso acarrea en sufrimiento, enfermedades, y mortalidad infantil.
Pudo salir de esa situación entre otras cosas, con buenos gobiernos y altas tasas de impuestos; porque sólo así se puede ofrecer buenos servicios y prestaciones a toda la gente.
Entre esos beneficios para todos, destacan un sistema de seguridad social nacional y una excelente red de hospitales.
Siendo un país chico y estando tan lejos, para divertir a su gente y atraer turismo de los países vecinos que tienen extraordinarias bellezas con las que es difícil competir, Finlandia organiza rarísimos concursos.
Y en Helsinki se han hecho competencias de lo más pintorescas; como las carreras de obstáculos, que dicen quienes las han visto que son de morirse de risa, porque las realizan hombres cargando como puedan a sus mujeres.
Pero algo de lo más notable y que define a Finlandia, es la igualdad; fomentada por el Estado desde que los finlandesitos nacen.
Todas las mujeres finlandesas embarazadas, reciben pocas semanas antes de dar a luz cajas de cartón como un regalo del Estado a los recién nacidos y sus madres.
Se trata de una especie de lo que nosotros en México llamamos canastillas, pero mucho muy completas; y que contienen un colchón, bastante ropita, trajes para la nieve, gorros, guantes y botas aislantes, toallas, sábanas, pañales, tijeras de uñas, cepillo de pelo, cepillo de dientes, termómetro de baño, crema, estropajo para bañarlos, libros ilustrados, y hasta juguetes para la dentición.
Estos artículos se entregan en cajas de cartón que son usadas como camitas; y las prendas son de colores neutrales para que puedan ser usadas lo mismo en niños que en niñas.
En la información de donde tomé estos datos, se argumenta que esta caja aunada a otras medidas, como el fomento a la lactancia materna y la supervisión médica, ha ayudado a que Finlandia se haya convertido en una de las naciones con menor tasa de mortalidad infantil; que en pocas décadas bajó de 70 a poco más de tres, por cada mil nacidos vivos.
Las mamás pueden escoger entre recibir la caja, o alrededor de 210 dólares en efectivo; pero el 95 por ciento prefiere la caja porque además de ser desde 1938 costumbre nacional, su valor es mayor a esa cantidad.
Esta cajita de cartón fue en sus primeros años muy educativa; porque ayudó a que las mamás entendieran y se acostumbraran a que los bebés debían dormir aparte y no en la cama de los padres; lo que fue definitivo para la higiene infantil y evitar que en las épocas de frío pudieran ser aplastados los recién nacidos.
Pero sobre todo, la caja ha cumplido su objetivo de dar a todos los niños finlandeses sin excepción y sin importar su condición social, un comienzo de vida equitativo.
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