sábado, 13 de octubre de 2012

Tijuana makes me happy

Por Yuriria Sierra (Excelsior)
Tijuana es paso. Parada rigurosa para quienes, mexicanos o de cualquier parte del mundo, deciden dar el salto hacía un sueño americano que parece tan cercano desde su frontera, desde aquella reja maltrecha colocada sobre la arena de Playas y que por la noche tiene en la Bahía de San Diego un fondo luminoso, que dice que ahí están los tantos sueños que persiguen.
Pero, también, Tijuana es una ciudad que se vive y crece desde su límite con el mar, hasta el camino que inicia recorrido rumbo a Tecate o Rosarito. Tijuana es el arco metálico con un reloj al centro que parece no tener sentido, pero que es símbolo de una ciudad que, justamente, pareciera no tenerlo, que se pierde entre sus calles, sus barrancos, sus colonias americanizadas, sus colonias populares, su estatua de Abraham Lincoln fuera de lugar sobre Avenida de los Héroes o su Avenida Revolución con su Maguana.
Tijuana es, pero también ha sido. Fue una de las ciudades más violentas del país. Vio nacer ahí a uno de los cárteles más peligrosos de México: Tijuana fue Los Arellano Félix. Tijuana fue crímenes diarios, fue estadística histórica.
Tijuana es hoy una de las ciudades fronterizas más seguras. En apenas unos años ha reducido sus índices delictivos. Cifras oficiales hablan de que el secuestro se redujo en 70%, el homicidio en 30% y el robo con violencia en 23 por ciento. Tijuana fue violencia y narcotráfico, pero hoy, aunque es imposible decir que es una ciudad libre de ellos, ha logrado quitarse ese estigma, ya no son referencias. Tijuana ya no es la ciudad fronteriza más peligrosa del país. Ha logrado dar el vuelco, convertirse en una ciudad de inversión, infraestructura: una ciudad que convoca.
Llego a esta ciudad tras el llamado para participar en Tijuana Innovadora, evento que se ha realizado durante varios años y que ha sido testigo de ese cambio dado. A su paso, este evento a visto cómo las condiciones han mejorado y es símbolo de ese giro que ha dado la ciudad, cuando en 2010 atravesaba uno de sus años más violentos, y que hoy, apenas dos años después, se coloca como uno de los municipios que más inversión genera, el octavo a nivel nacional.
Tijuana, como dice el título de este texto, referencia a aquella famosa canción de Nortec, me hace feliz de verla así. Y es que, a pesar de las circunstancias del país, se convirtió en un ejemplo de que sí, sí se puede convertir un ambiente de miedo y crimen, en uno próspero y que da pasos que hace tres años eran imposibles de imaginar.

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