En términos ideológicos, sin Andrés Manuel López Obrador la izquierda partidista (representada por el PRD, el PT y MC) se desembaraza de un lastre y, por ende, tiene la gran oportunidad de inclinarse por aquellos postulados modernos que la constituyan en una verdadera opción de cambio.
Sin AMLO en el sistema electoral (temporalmente), las instituciones del Estado mexicano -incluída la izquierda partidista- tienen un respiro, porque si alguien había minado y desdeñado sistemáticamente a las instituciones fue el oriundo de Tabasco.
Y aunque con la ausencia de AMLO la izquierda partidista también extravía una fuente poderosa de votos, es de esperarse que sus líderes enfrenten con creatividad el desafío mayor de conservar la fuerza electoral conseguida, pero sin dejarse seducir por la idea perversa de aliarse con la derecha.
Si la izquierda moderna, la que México necesita, no aprovecha esta oportunidad de independencia, se encontrará nuevamente en peligro de muerte para entonces verse disminuida como nunca antes en el espectro político, ante la fuerza casi incontenible de la obsesión personal y voluntarista del tabasqueño.
En flagrante contradicción, López Obrador apelará pronto a las autoridades electorales que tanto ha descalificado para que le den el registro (y los dineros públicos) de un nuevo partido político. Y con la habilidad que nadie puede regatearle, el político logrará que sus no pocos seguidores lo secunden en la ocurrencia.
Antes de que el caudillo del sureste regrese a la palestra partidista que tanto critica, la izquierda debe aprovechar la oportunidad de oro en lugar de dejarla pasar. Para empezar, tal como lo sugirió el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, el PRD debe ejercer la autocrítica que hasta el momento no han practicado y reorganizarse de forma más democrática más allá de sus propias tribus.
Hay quienes pueden protagonizar un nuevo episodio de la izquierda mexicana, con sus ideas y con su talento: Entre otros, Graco Ramírez desde el PRD y Miguel Ángel Mancera desde el “apartidismo”, quienes han optado por el cause institucional. Es momento de que estos liderazgos se armen de valor y aprovechen la oportunidad histórica que tienen en su manos. México los necesita, pero más necesita de una izquierda moderna y fortalecida.
Sin AMLO en el sistema electoral (temporalmente), las instituciones del Estado mexicano -incluída la izquierda partidista- tienen un respiro, porque si alguien había minado y desdeñado sistemáticamente a las instituciones fue el oriundo de Tabasco.
Y aunque con la ausencia de AMLO la izquierda partidista también extravía una fuente poderosa de votos, es de esperarse que sus líderes enfrenten con creatividad el desafío mayor de conservar la fuerza electoral conseguida, pero sin dejarse seducir por la idea perversa de aliarse con la derecha.
Si la izquierda moderna, la que México necesita, no aprovecha esta oportunidad de independencia, se encontrará nuevamente en peligro de muerte para entonces verse disminuida como nunca antes en el espectro político, ante la fuerza casi incontenible de la obsesión personal y voluntarista del tabasqueño.
En flagrante contradicción, López Obrador apelará pronto a las autoridades electorales que tanto ha descalificado para que le den el registro (y los dineros públicos) de un nuevo partido político. Y con la habilidad que nadie puede regatearle, el político logrará que sus no pocos seguidores lo secunden en la ocurrencia.
Antes de que el caudillo del sureste regrese a la palestra partidista que tanto critica, la izquierda debe aprovechar la oportunidad de oro en lugar de dejarla pasar. Para empezar, tal como lo sugirió el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, el PRD debe ejercer la autocrítica que hasta el momento no han practicado y reorganizarse de forma más democrática más allá de sus propias tribus.
Hay quienes pueden protagonizar un nuevo episodio de la izquierda mexicana, con sus ideas y con su talento: Entre otros, Graco Ramírez desde el PRD y Miguel Ángel Mancera desde el “apartidismo”, quienes han optado por el cause institucional. Es momento de que estos liderazgos se armen de valor y aprovechen la oportunidad histórica que tienen en su manos. México los necesita, pero más necesita de una izquierda moderna y fortalecida.
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