Por Gilberto Lavenant
Faltan sólo unos días para que concluya el mes de septiembre y por lo tanto para que se venza el plazo, de 30 días naturales, que tiene el Congreso de la Unión, para someter a votación la iniciativa preferente del Presidente Calderón, relativa a la reforma laboral, que planteada como tal, contempla el aniquilar de un plumazo, los derechos de los trabajadores, tanto individuales como colectivos.
En el ánimo de rescatar al panismo, del fracaso y la desgracia electoral, Calderón no pensó dos veces en sacrificar a los trabajadores mexicanos, poniéndolos a disposición de los patrones, flexibilizando la contratación y despido, sin costo para los empresarios.
Para ello, trata de aprovechar la reforma política aprobada recientemente, que le permite al Presidente de México el presentar dos iniciativas preferentes al inicio de cada período legislativo, y obliga a los legisladores a someterlas a votación dentro de un plazo máximo de 30 días naturales, so pena de que se conviertan en ley. Faltan 7 días para que este asunto se resuelva. Aquí no se requieren las mayorías legislativas. La simple omisión, basta para que surta efectos la pretensión calderonista.
Es absurdo, además de malévolamente ventajoso, que un tema que lleva 10 años en discusión, deba resolverse en solamente 30 días. Podría decirse que la intentona de aniquilar y desmantelar al sindicalismo mexicano, aunque trascendente, podría ser considerada como de menor importancia, por aquello de los malos manejos en las organizaciones sindicales de carácter nacional, que sirvieron de puntal corporativista a los gobiernos priístas, tales como el de los maestros, el de la CFE o Pemex.
Sin embargo, es pertinente observar, la actitud sospechosa que han asumido, básicamente los propios priístas, por conducto de sus legisladores, algunos de los cuales juegan el doble papel de líderes sindicales, que en apariencia están de acuerdo en dar paso a la reforma calderonista, como si tuviesen la intención de suicidarse y de paso permitir que se dañe severamente a la clase trabajadora.
El punto más serio de la propuesta de Calderón, es precisamente lo señalado en días pasados por el robusto Agustín Carstens : flexibilizar la contratación y despido de los trabajadores, sin costo para los patrones. La posibilidad de contratarlos por horas, días o semanas, y luego cesarlos, sin tener que cubrirles indemnización alguna. Igualito que en el sistema estadounidense, con la diferencia de que allá les pagan en dólares, con salarios mínimos de más de 10.00 dólares por hora, o sea unos 120.00 pesos, cuando que aquí se les paga apenas 7.79 pesos por cada hora, o sea unos 60 centavos de dólar, y sin seguro de desempleo.
No es necesario hacer un gran esfuerzo, para imaginar a un trabajador que es contratado para laborar solamente unas 4 horas y uno o dos días a la semana. Sus ingresos no le permitirían ni siquiera sufragar sus gastos alimenticios.
Lo que genera desconciertos, es que no obstante la gravedad de la amenaza, los políticos, de casi todos los partidos, actúan como si los trabajadores fuesen simples esclavos, que no merecen atención alguna y que los derechos de la clase obrera, son monedas de cambio, que pueden tranzar dichos derechos, a cambio de apoyos en otros temas.
Como si fuera poco, la difícil situación que afrontan, al condenarlos a vivir en la pobreza extrema, con minisalarios y ahora los quieren obligar a estar sometido a mini contratos de trabajo. Esto, no obstante que la Constitución General de la República, en el artículo 123, señala que “Los salarios mínimos generales, deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”. Ni la burla perdonan.
Por cierto, en días pasados, el Banco de México, el mismo cuyo Gobernador, Agustín Carstens urgió la aprobación de la reforma laboral calderonista, señaló que el 62 por ciento de la población económicamente activa, o sea más de 31.5 millones de personas, no tienen una pensión digna. Por algo se advierte que más de 50 millones de mexicanos viven en condiciones de pobreza.
Por otra parte, recientemente el INEGI, Instituto Nacional de Estadística y Geografía, dió a conocer que la tasa de desempleo en el país, en agosto pasado, se situó en 5.39% de la fuerza laboral, o sea que 2 millones 744 mil mexicanos carecen de empleo.
Irónicamente, el llamado “Presidente del empleo”, pretende revertir el desempleo, simulando que se contratará a muchos más mexicanos, contratándolos por hora o por jornadas determinadas, y de paso liberando a los patrones de la obligación de pagarles la indemnización constitucional, equivalente a tres meses de salario.
Faltan sólo unos días para que las pretensiones esclavistas de Calderón, se concreten o se desvanezcan. La partidocracia, tiene la decisión en sus manos. Un PAN abiertamente empresarial, un PRI moderno, que parece dispuesto a sacrificar a la clase obrera, para convencer de que efectivamente ya no es el viejo partido, decrépito y mañoso, y los partidos de las izquierdas, que al ser contreras por sistema, ya casi nadie les cree que efectivamente estén interesados en defender los intereses de los trabajadores.
En otros tiempos, en el caso de los priístas, ya hubiesen tronado en contra de la propuesta y hubieran salido a las calles a protestar, en un desesperado intento por frenar la intentona calderonista. Hoy, hablan de consensos, y dan a entender que permitirán que Felipe de Jesús Hinojosa, le dé la estocada mortal al sector obrero del país y al sindicalismo mexicano, tan solo para cumplir compromisos o pactos.
Los políticos mexicanos, están llevando las cosas demasiado lejos. Están jugando con fuego. Evidentemente pretenden acabar con los trabajadores. Quieren que sean simplemente esclavos. Y todavía tienen el cinismo de asegurar que todo es en beneficio de los trabajadores.
gil_lavenants@hotmail.com
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