Por Teresa Gurza
Todos nos hemos enterado de las ilegalidades que ocurren en el Aeropuerto de la Ciudad de México, en donde como es natural salen y entran pasajeros y mercancías todo el día.
Pero también en ocasiones, hay tránsito ilegal de drogas y personas; lo que llevó a que hace pocas semanas se balacearan ahí mismo agentes judiciales, sin que hasta la fecha conozcamos bien a bien el resultado de las investigaciones; y si los muertos eran de los buenos, de los malos o de ambos bandos.
Pero ahí ocurren también otras rarezas.
Hace unos meses conté aquí los problemas que tuve y los trámites que debí hacer, para poder sacar de la aduana una diminuta pistolita que me regaló mi esposo Matías, que por supuesto declaré al arribar a México la mañana del 31 de octubre del año pasado tras casi 11 años de vivir en Chile, y que me fue decomisada en la misma sala de llegadas internacionales del aeropuerto.
Les relaté también, que finalmente luego de cinco meses y de cumplir con todo lo requerido y pagar permisos, impuestos y hasta derecho de piso, el pasado 20 marzo las autoridades del Servicio de Administración Tributaria, SAT, me devolvieron la pistolita.
Y que precisamente cuando por efecto del temblor ocurrido en esa fecha empezó a cimbrarse la construcción vieja y frágil donde están las oficinas del SAT, estaba yo firmando los papeles de entrega en la oficinas de Lizeth Rivera, funcionaria de esa dependencia, y que amablemente me estaba ayudando con los trámites de entrega.
Que antes tuve que obtener el permiso en la Secretaria de la Defensa Nacional, y caminar horas por los pasillos y patios espantosos, medio siniestros y bastante mugrosos de Aduanas del aeropuerto para poder contratar un agente aduanal; porque son cientos y no todos tienen la facultad para tramitar armas.
Y que debí ir al SAT de Cuernavaca varias veces con documentos y copias por montones; y regresar otras, por equivocaciones de sus empleados; y llamar casi a diario al agente aduanal y abogados por él recomendados para hacer el necesario “pedimento de importación por una sola vez”.
Todos ellos, pasos necesarios en esto que el gobierno llama “simplificación administrativa”.
Les platiqué asímismo, que finalmente el director de la Aduana del Aeropuerto Juan Carlos Ramírez Alarcón, comisionó a Lizeth para que me ayudara a rescatar mi pistolita.
Y si vuelvo a tocar ahora el asunto, es porque de todo eso que les cuento han pasado cinco meses; pero el SAT no parece haberse enterado de nada, porque me acaba de mandar el oficio número 800-36-00-06-01 para avisarme que la pistolita, que reitero tengo yo guardada hace cinco meses aquí en mi casa, "ha causado abandono" por lo que me dan 15 días hábiles para que pase por ella.
El documento, que firma la jefa del Departamento de la Aduana del AICM, licenciada María Elena Durazo Gálvez, enumera en dos hojas decenas de artículos de leyes y códigos que voy a violar si no recojo mi arma, previo el pago créditos fiscales correspondientes y otros gastos que no enumero para no aburrirlos; y advierte que si no lo hago, mi pistolita pasará a ser propiedad del Fisco Federal.
Me da risa el pensar que es lo que van a entregar al famoso Fisco Federal cuando vean que el arma ya no está donde ellos aseguran está.
Y me intriga saber quien se quedó con todo el papeleo que firmé, y con la lana que pagué por las “maniobras de conducción”; como llaman ahí al simple hecho de entregar la mercancía decomisada a sus dueños.
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