Por Gilberto Lavenant
Después de una derrota, es difícil volver a empezar. Ocurre en todas las actividades humanas, sean sociales, deportivas e incluso en la política.
Es el caso del PAN, la derrota electoral del 1 de julio pasado, fue algo así como un estrepitoso desplome, al grado de que es necesario reconstruirlo, piedra sobre piedra. Lo dijo el Presidente Felipe Calderón.
Ese volver a empezar, requiere de humildad, de sencillez, de sinceridad, de sensatez, de autocrítica. Cualidades que, de haberlas tenido cuando se sentían en la cúspide de la política, no les hubieran hecho perder el piso y hoy posiblemente continuarían arriba.
Lamentablemente, para los panistas, la soberbia, la avaricia, el estar en la parte más alta de la función pública, el ostentar la Presidencia de la República, durante durante dos sexenios, les hizo sentirse imprescindibles, necesarios para que México continuase de pie. No vieron, ni reconocieron, sus excesos, sus yerros, sus necedades. Por ello, vino el desplome.
De haberse ostentado como la primer fuerza política en el país, hoy se encuentran en el tercero. La muestra clara de ello lo es Baja California. Después de estar acostumbrados a ganar de “carro completo” en los comicios locales, en el 2010, los panistas perdieron las cinco alcaldías y la mayoría de las diputaciones en el Congreso del Estado.
Entonces, no entendieron ni rectificaron sus fallas. Hoy, el riesgo de perder la gubernatura de Baja California en los comicios del 2013, es inminente. Lo único que les queda a los panistas en ésta entidad. La que durante 20 años fue considerada como un bastión del PAN a nivel nacional, en donde se tuvo el primer gobernador panista. Hoy se pinta de rojo.
Los dirigentes del partido blanquiazul, se disponen a recoger las piezas que quedan de su organismo político. Temen, que en la derrota, ante las pocas posibilidades de triunfo en los próximos comicios, al no ser garantía de chamba para nadie, se dé la fuga de muchos que disfrutaron la abundancia y que ahora buscarán acomodo en busca de nuevas oportunidades, bajo siglas partidistas triunfadoras.
Seguramente se quedarán en las filas, solamente los panistas de corazón. Aquellos que fueron marginados por los arribistas, los neopanistas, los que se apoderaron de la estructura del partido y la regentearon como si fuese una franquicia comercial. Los panistas pobres, sí son panistas de verdad, de corazón.
Seguramente les alentará, en este volver a empezar, las historias de las luchas encabezadas por su líder moral, don Salvador Rosas Magallón y muchos otros creadores y precursores del partido blanquiqzul, cuando prácticamente eran solamente una lucha social bajo un membrete partidista. Cuando llegar al poder, era simplemente un sueño.
Para ese volver a empezar, lo han dicho muchos panistas, requieren volver a revisar sus principios, sus ideologías. De emprender tareas de capacitación partidista, porque en la abundancia, los verdaderos panistas se vieron desplazados por los arribistas, por aquellos que poco importaba el conocer de ideologías. Su objetivo lo fue simplemente lograr buenas chambas y lograr una riqueza fácil.
Lamentablemente muchos de esos ideólogos, de esos panistas de corazón, de esos autocríticos partidistas, quedaron fuera, fueron expulsados por estar señalando las fallas o excesos que se cometían. No convenían a los falsos liderazgos. Esto ocurró tanto a nivel nacional, como a nivel local.
Lo único que les queda, es reflexionar profundamente, reconocer las causas de su descomposición, los motivos de sus fracasos electorales. Como lo fue el suponer que el método de las dádivas era suficiente para conservar las simpatías de los electores. Nunca entendieron que con limosnas, no se quita el hambre. Que más que cobijas y despensas, lo que quieren los ciudadanos son empleos, oportunidades de estudios, sueldos remunerativos, canasta básica al alcance de sus posibilidades.
Hablan, los actuales dirigentes, de reunirse con los diversos sectores sociales, para que les digan qué tipo de partido quieren. No entienden, evidentemente, que el problema no es el partido, sino los individuos que lo integran y que le desprestigian. Que mientras sigan ahí incrustrados, el partido no podrá recuperar espacios. Principalmente, como lo advirtió el nuevo Senador panista, Ernesto Ruffo Appel, los electores votan por el individuo, más que por el partido.
Si se pretende volver a empezar con la misma gente, sobre todo con dirigentes derrotistas, la tarea será mucho más difícil. Casi imposible. Esta tarea corresponde a los viejos panistas, a los panistas de corazón, aquellos que siguieron vistiendo la camiseta azul con orgullo, aunque no lograran ni siquiera chambas modestas en la función pública.
Es importante deslindarse de los neopanistas, de los arribistas, de los convenencieros, de los chambistas, de los oportunistas. De aquellos que por sus “uñas largas” y cinismo, resultan nocivos para el partido. De los autores de su desplome.
Volver a empezar, es desempeñar un papel decoroso como oposición política. El realizar manifestaciones y pronunciamientos, quizás en plena calle y sin muchas esperanzas de lograr triunfos electorales. De sudar verdaderamente la camiseta, de gastar la suela de los zapatos en marchas, en protestas.
Volver a abanderar luchas sociales, ahora que no tendrán la obligación de ser simples tapaderas o solapadores de malos gobernantes. Sólo así podrían recuperar la confianza de los electores. Cuando abran la boca para críticar las absurdas medidas centralistas, como el Siave y la restricción en el manejo de los dólares, que tanto daño hicieron a la economía de la entidad.
Lamentablemente, no será fácil, “bajar de la nube” a los panistas que aún viven en un sueño y sueñan con lograr la gubernatura en el 2013, a quienes el partido, poco importa.
gil_lavenants@hotmail.com
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