Por Gilberto Lavenant
A poco más de una semana de los comicios presidenciales del 1 de julio, el clima prevaleciente en México no es precisamente el mejor. Protestas callejeras, amenazas de impugnaciones, acusaciones de actos fraudulentos electorales.
Evidentemente, las intenciones son, aquellas que advierten que “a río revuelto, ganancia de pescadores”.
El principal encargado de “revolver el río”, lo es el “amoroso” excandidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador. Le siguen en segundo lugar los panistas, quienes afrontan una “catástrofe electoral”, al observar su partido aniquilado y sufrir serias derrotas en casi todas las entidades del país. Hay qUe reconstruirlo, piedra por piedra, dice Calderón.
Tratando de presentar un frente més amplio y supuestamente sólido, dirigentes del PRD se han buscado el apoyo del PAN, para intentar la nulidad o invaldez del proceso electoral, bajo denuncias sobre presuntos actos ilegales. Básicamente la compra de votos.
En uno de sus spots electorales, López Obrador pregonaba que no lo animaba el lograr el poder político, sino promover y consolidar la democracia. Todavía días antes de los comicios, cuando anticipadamente se sentía ganador, decía confiar en la limpieza del proceso electoral.
Llamaba a sus seguidores a cuidar las casillas y se mostraba confiado pues aseguraba que tendría representantes en cada una de ellas. Súbitamente le brotó la “desconfianza” a partir de que se enteró que los números no le eran favorables. Sobre todo cuando el Presidente del Consejo General del IFE, Leonardo Valdez Zurita, reveló que las tendencias electorales favorecían como ganador al candidato priísta Enrique Peña Nieto.
La candidata panista, de inmediato reconoció su derrota, el mismo día de los comicios. Quienes ahora hablan de impugnaciones, son los dirigentes partidistas, quienes surjen de entre los escombros del PAN, aparentando fortaleza, cuando sus pésimas estrategias provocaron la debacle de su partido y por lo tanto la derrota de su candidata.
La postura rebelde de Andrés Manuel, no sorprende a nadie, molesta. Sus estrategias electorales casi fueron perfectas. De un tercer lugar en que empezó la contienda, subió en forma acelerada a la segunda posición, rebasando con cierta facilidad a la candidata panista. Sin embargo, le fallaron sus “sensores”, pues sobreestimó el apoyo popular, al grado de que prácticamente cantó victoria antes de tiempo y tuvo que tragar saliva cuando observó su derrota.
Los cuestionamientos en su “cuartel de guerra”, han de ser muchos. ¿Qué fue lo que le falló al “peje”?, ¿Acaso sería que los electores que le negaron su voto, desconfiaron de su sinceridad de candidato amoroso?, ¿Posiblemente fue el recuerdo de aquella campaña que en el 2006 lo acusaba de ser un peligro para México?, ¿Qué no fueron suficientes las múltiples manifestaciones a su favor por parte de los integrantes del movimiento juvenil #YoSoy132?
Los lopezobradoristas se resisten a aceptar que los aspectos negativos de su candidato, hayan podido pesar tanto como para que aproximádamente 3 millones de electores prefirieran votar a favor del candidato priísta, en lugar de hacerlo por el candidato de las izquierdas, que es más o menos la diferencia de votos entre ambos.
Las actitudes incendiarias del 2006, aún son recuerdos bastante frescos en muchos mexicanos, que llegaron a equiparar a Andrés Manuel con el polémico Presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Hay quienes aseguran que son primos hermanos, aunque López Obrador asegura que no lo conoce y que ni siquiera por teléfono ha hablado con él. Obviamente, muchos no le creyeron. Sus actitudes lo delatan.
Lo que también le afectó al llamado candidato de las izquierdas, antes y durante los comicios, fueron las manifestaciones a su favor, de grupos juveniles, supuestamente universitarios, que salieron a las calles a manifestar su repudio en contra del PRI y de su candidato presidencial, así como en contra de conocidos priístas, acusados de actos de corrupción y enriquecimiento ilícito.
Le afectó, no porque los pronunciamientos fuesen en contra del priísmo, sino porque sus manifestaciones las basaron en insultos y groserías, principalmente. En agresiones materiales a instalaciones de medios periodísticos y recientemente al propio Instituto Federal Electoral, a sus funcionarios y empleados.
Los opositores al priísmo, estaban de plácemes. Sus jóvenes adeptos aumentaban en número. Las manifestaciones se reprodujeron rápidamente en las principales ciudades de la República Mexicana e incluso en el extranjero. Al final, “les salió el chirrión por el palito”.
A esto habría que agregar, los múltiples spots electorales que dedicaron para lanzar ataques al candidato priísta. Para resaltar supuestos o presuntos aspectos negativos de su vida privada o pública. De cada 10 spots, 6 eran para ésta campaña negra y apenas 4 para promover las propuestas de su respectivos candidatos.
Antes de que concluya la presente semana, la lucha postelectoral se ventilará en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Ahí habrán de analizarse, discutirse y resolverse las diversas impugnaciones presentadas por cada partido político.
Sin embargo, lo que más preocupa, son las condiciones en que se llevará a cabo la toma de posesión del nuevo Presidente de México, pues no se olvida que en el 2006, teniendo también a López Obrador como candidato perdedor, a duras penas Felipe Calderón pudo recibir de Vicente Fox la banda presidencial. Lo logró, gracias a los priístas que no se aliaron con los perredistas. Hoy los panistas amenazan con aliarse con los perredistas para intentar impedir que Peña Nieto asuma la Presidencia de México. Por algo dicen que “a río revuelto, ganancia de pescadores”.
gil_lavenants@hotmail.com
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