viernes, 9 de diciembre de 2011

Ven el temblor y no se hincan...

Por Teresa Gurza
Esta es otra semana en la que es necesario escribir sobre las enormes diferencias que hay en la vida y el consumo de los mexicanos.


Disparidades y desniveles tan patentes, que México ocupa entre los países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, (OCDE) el segundo lugar en desigualdad; sólo después de Chile en donde sin embargo la pobreza no llega a los níveles de acá.

Entre los chocantes contrastes que se han registrado en los últimos días, me parece que el peor es el de la comida “gourmet”, que se encargan los senadores; mientras en el norte del país las terribles condiciones en que sobreviven muchos compatriotas les impiden enfrentar las bajas temperaturas de la mejor manera; y hasta pueden morir por ello.

Como pasó con la familia de cuatro personas fallecidas en Ciudad Juárez por inhalar monóxido de carbono de un boiler que prendió el padre, de 30 años, queriendo evitar que su mujer de 25, y sus niños de cuatro y dos murieran de frío.

Es sabido que temperaturas extremas, enfermedades, terremotos, inundaciones, y guerras afectan principalmente a los pobres.

Y eso está sucediendo en las entidades norteñas, donde las heladas de este final del crudo otoño están bajando los termómetros hasta menos muchos grados en Zacatecas, Coahuila, Nuevo León, Chihuahua, Durango, Tamaulipas y Sonora, donde ya se registraron también dos muertes.

La desigualdad preocupa sobremanera a los organismos internacionales de los que México forma parte.

De ahí, que el informe elaborado por la OCDE asiente que la desigualdad entre los habitantes de los países miembros, ha aumentado en los últimos años.

Y concluye que en promedio el 10 por ciento más rico de esas naciones, gana nueve veces más que lo que percibe el 10 por ciento más pobre.

Pero para nuestra pena, en México esa cifra es tres veces mayor; porque el 10 por ciento más rico, gana 27 veces el sueldo de los más pobres.

Y si alguien no cree esos datos, que busque lo que sucede en la vida diaria; o que lea cualquier periódico para enterarse que mientras los menos afortunados económicamente están pasando las de Caín, porque en invierno más que en verano no hay dinero que alcance ya que necesitan más ropa y más cara, algunos privilegiados que deberían cuidar los recursos que no les pertenecen, los dilapidan.

Un ejemplo de gastos sin sentido, además de los excesivos aguinaldos de jueces y magistrados y legisladores de los que les hablaba la semana pasada, es el de los senadores que se sienten tan finos que no pueden comer lo que todo el mundo.

Y al parecer no les da vergüenza; porque en uno de sus reportes, el Senado de la República que preside el panista José González Morfín, un michoacano a quien yo creí más austero y racional, informó que entre julio y septiembre de este año, gastó cuatro millones doscientos mil pesos en comida gourmet para estos que se dicen representantes del pueblo, y para sus asesores.

O sea que cada mes botaron más de un millón doscientos mil pesos en sandwichitos y canapés, fruta y café de exportación; todo al mismo tiempo que millones de sus compatriotas pasan hambre y frío.

Porque además de sus altos salarios, aguinaldos de cinco ceros libres de impuestos, gasolina, automóviles, chóferes, viáticos, pólizas médicas, guardaespaldas, boletos de avión y demás, los senadores tienen un comedor a donde de acuerdo con una nota de Ricardo Gómez periodista de El Universal, les llegan todo tipo de bocadillos de lujo.

Y no sólo eso, sino que para tener contentas a las edecanes que los atienden, les compraron seis lockers de madera y dos muebles con espejo que costaron 175 mil pesos; y para los boleros que les lustran el calzado ahí mismo, mandaron hacer con dinero ajeno “módulos” de 180 mil pesos.

Ahora sí que como decía mi abuelita, “ven el temblor y no se hincan”. Que luego no se quejen.

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