Por Teresa Gurza
CHILE.- Mientras se suceden acá las conmovedoras escenas del rescate de los 33 mineros que al mediodía del pasado 5 de agosto quedaron sepultados a 700 metros bajo la tierra en la Mina San José, cercana a la ciudad de Copiapó en el norte de Chile, llegaron buenos deseos por el éxito en la operación de parte de familias de los mineros mexicanos muertos en el derrumbe de Pasta de Conchos.
Antes de llegar a esta etapa final del angustioso drama vivido por los 33 mineros chilenos, hubo varios momentos angustiosos; y también por supuesto, muchos emocionantes.
El primero de estos últimos fue el 22 de agosto pasado, cuando el tubo de una máquina perforadora logró romper el techo de una galería minera; al salir traía una mancha de pintura roja de la que colgaba una bolsa de plástico con un mensaje que en siete palabras escritas con plumón rojo decía lo esencial: “Estamos bien en el refugio los 33”
Luego, el 5 de septiembre esa misma máquina pudo construir un ducto de 60 centímetros para la salida de los mineros; y este 9 de octubre la perforadora rompió el techo del taller y empezaron los trabajos para “encamisar” el ducto y facilitar la extracción de los mineros en un verdadero parto de la Tierra, al que ayudaron cinco médicos navales.
Los familiares agrupados en el campamento Esperanza, fundado cuando a los primeros minutos del desplome supieron de la tragedia, han asegurado que como muestra de solidaridad con el resto, no se irán hasta que no estén fuera todos los mineros.
Un sistema de poleas bajó de uno en uno hasta el fondo de la mina a los médicos colocados en la cápsula Fénix, pintada con los colores verde blanco y azul de la bandera chilena; y volvió a la superficie con cada uno de los hombres rescatados.
Al salir cada minero será llevado a un hospital de campaña donde se dará un regaderazo y podrá ver a dos familiares; de ahí en grupos de seis, serán conducidos al hospital de Copiapó, para chequeos médicos; y donde permanecerán dos días completos.
Ahí además de sus esposas que han dicho compraron nuevos negligés, les esperan lujos y atenciones a los que no están acostumbrados como pijamas y batas con sus nombres grabados, y confortables pantuflas.
Los mineros son en general trabajadores con pocos recursos económicos, que aceptan ese empleo porque es mejor pagado que otros y para poder dar a sus hijos un mejor porvenir.
Y su pobreza, quedó de manifiesto ahora; porque algunos padres y madres de los atrapados, tuvieron que recurrir a amigos y autoridades para juntar el dinero que les permitiera viajar al norte y estar presentes cuando sus hijos emergieran de la profundidad de la tierra.
En su última noche en el campamento La Esperanza, las familias rezaron y cantaron; y dentro del refugio, los atrapados realizaron un velatón, porque quisieron despedirse con cariño y como se debe de la mina.
De la fase final del rescate, hubo una señal única de televisión que el gobierno chileno puso gratuitamente a disposición de quien quisiera bajarla.
Y es que desde que se supo que estaban vivos, se puso a su disposición la última tecnología en comunicaciones y medicina.
Por eso, a los 700 metros de profundidad se les pudieron medir signos vitales; se les enviaron alimentos, juegos, y canciones; y se les instaló un cable para que pudieran ver partidos del Mundial de Futbol de Africa; y hablar por teléfono con sus familiares, a los que al poco tiempo pudieron también ver en pantalla.
Y ya en la etapa de salida, se usó en ellos ropa con tecnología antibacterial; se les colocaron cinturones con bluetoth; y se les entregaron Ipods de última generación donados por el CEO de Apple Steve Jobs, para que además de controlar su salud en el ascenso, se sintieran acompañados y pudieran ir informando a los médicos que arriba los esperaban, cualquier cambio en su estado vital.
Fue el minero Florencio Avalos Silva de 31 años, casado, con dos hijos, y quien fungió como conductor anfitrión mostrando al mundo por vez primera como vivían en el refugio, el primero en salir en la cápsula Fénix hoy a las diez de la noche.
Lo hizo frente al presidente Sebastián Piñera, al ministro de Minería Laurence Golborne encargado de todo el rescate, a más de dos mil y tantos periodistas de todo el mundo, y a todo el país que en su casa o en plazas, miraba las maniobras por televisión.
El tercero en la lista de salida fue el boliviano Carlos Mamami a quien junto a Piñera, recibió también el presidente de Bolivia Evo Morales.
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