* Más de dos mil tiros, y ni una lágrima
Por Ricardo Alemán
Entre ciertos periodistas parece una moda. Lo políticamente correcto es vocear la muerte de civiles inocentes —el daño colateral—, en la lucha del Estado contra narcotraficantes y criminales organizados, como si las vidas de policías, marinos, militares —y hasta las de sicarios o jefes mafiosos— no importaran.
Y el mensaje de esa moda parece aterrador. Una traducción arbitraria podría ser así: “Si los muertos son policías, militares o marinos, ¡que se pudran! Total, par eso les pagan. Pero si son civiles, ¡horror...!, a crear fiscalías que castiguen a los policías, marinos y militares criminales”. En el fondo, la más penosa “tragedias colaterales” de la guerra contra el crimen, es que esa batalla parece haber extraviado a parte de la prensa nacional.
¿Cuántos periodistas hemos dedicado una línea o una palabra de aliento a las familias —no se diga una lágrima—, y a la memoria de cientos o miles de policías, militares o marinos caídos en la lucha contra el crimen? ¿Cuántos periodistas hemos explicado a lectores o escuchas que la muerte de cientos o miles de sicarios de tal o cual banda, no sólo resulta de la guerra entre bandas y entre autoridades y criminales, sino del fracaso de gobiernos, modelos económicos, partidocracias arrogantes…
La realidad confirma que pocos están preparados para entender y explicar una guerra como la que se vive entre ciudadanos, instituciones y criminales —catalizada por el fabuloso negocio del crimen y por una crisis económica, política y social profunda—, y que entre los menos preparados están los medios y los periodistas. Algo está mal cuando regateamos una palabra de aliento a policías, militares y marinos caídos, y cuando al mismo tiempo decenas de periodistas en todo el país son levantados, amenazados, sometidos, amordazados y asesinados por bandas criminales.
Viene a cuento el tema, porque en horas recientes se confirmó —por si existía duda—, que medios y periodistas hemos perdido una capacidad fundamental del ejercicio periodístico: la de asombro.
¿Qué significa que la titular de Seguridad Pública de Michoacán, Minerva Bautista, haya sido emboscada por sicarios que dispararon más de dos mil tiros de rifles AK-47, AR-15; que lanzaron 10 granadas, usaron fusiles antiaéreos y antiblindados Barret? La emboscada retrata el horror y el tamaño de la guerra, del enemigo y lo desigual de la batalla, y retrata el pasmo de muchos periodistas.
Es lamentable y reprobable la muerte de civiles caídos. Pero igual de lamentable, la pérdida de servidores públicos, de toda vida, incluso la de un maleante. Por cierto. ¿Alguien derramó una lágrima porque Minerva salvó la vida luego de dos mil tiros? ¿Cuántos se juegan la vida como Minerva?
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