Por Teresa Gurza
A poco menos de tres semanas del 13 de diciembre, día de las elecciones a la presidencia de Chile, los candidatos se “enchulan”, empiezan a marcar perfiles y diferencias; y pelean por ganar los votos duros de los contrarios y de cerca de dos millones de indecisos.
Lo cierto es que mientras la presidenta Michelle Bachelet sigue acumulando puntos buenos respecto a la conducción de su gobierno y llega al 80 por ciento de popularidad, por primera vez en 20 años la concertación de partidos que llevó al poder a los últimos 4 presidentes de Chile, está en riesgo de perder las elecciones.
Y que con todo y las decenas de entrevistas y programas de debate que se hacen en todos los medios, los candidatos no consiguen entusiasmar a los electores.
Chile tiene una población de casi 17 millones de habitantes; de los cuales poco más de 12 millones podrían votar, pero sólo se han inscrito en el padrón electoral alrededor de 8 millones cien mil ciudadanos; al resto parece no interesarles la política.
Acá la votación no es libre como en México, sino obligatoria para todos los empadronados; y el que no acude a las urnas, o presenta una buena excusa, es multado.
“Fome”, -aburrida- se califica a las campañas de los tres candidatos con mayores posibilidades.
El menos aburrido pero sin chance de llegar, es el comunista Jorge Arrate postulado por el pacto Juntos Podemos; es también el mejor en los debates, porque da a conocer su proyecto para Chile, sin miedo a que baje la votación tradicional de la izquierda que no pasa del 10 por ciento.
Los otros tres en cambio, se la pasan besando niños, cargando bebés, adulando viejas, repartiendo dulces y bailando con la que se ofrezca.
Y los dos punteros, saltando sobre las ideas de sus partidos, hablan en su propaganda televisiva de la despenalización del aborto y los derechos de homosexuales y lesbianas.
Sebastián Piñera Echeñique, candidato de la derechista Coalición por el Cambio y único de su sector incluido entre los 10 políticos que más respetan los chilenos, sigue adelante en las encuestas.
Y aunque nadie duda que será el vencedor en la primera vuelta; nadie se atreve a asegurar que sacará la mitad más uno de los votos, sin lo que no puede ganar la elección.
Ahora se concentra en arrancar los votos de centroizquierda al ex presidente Eduardo Frei candidato de la Concertación y al diputado socialista Marco Enríquez-Ominami, quien hasta hace pocos meses era también miembro de la Concertación; pero ante la negativa de su partido a realizar primarias para definir al candidato, se registró como independiente.
Y hoy anda pisándole los talones a Frei, apelando al “voto útil” en base a encuestas que marcan está en mejores condiciones de ganar en segunda vuelta a Piñera.
Si las encuestas tienen razón y la votación de la primera vuelta no es lo suficientemente caudalosa para ninguno de los contendientes, como ha pasado acá en muchas elecciones, el próximo presidente tendrá que definirse en una segunda vuelta programada para el 17 de enero de 2010.
Así que por el momento la verdadera disputa es entre Frei y Marco, porque de ellos saldrá el competidor de Piñera en esa segunda vuelta.
Los que no quieren a Frei, que ironiza sobre su perfil diciendo que le ganará a Piñera “por una nariz”, dicen que su gobierno fue malo; los que no votarán por Marco alegan que de salir electo, no tendría con quién gobernar porque carece de un equipo confiable y con experiencia.
Y en los últimos debates lo han acusado de atacar más a Frei que a Piñera; a quién por cierto Frei ha acusado de hacer promesas ‘off the record’ a militares partidarios de Pinochet y de maridaje entre política y negocios; alertando que la concentración de dinero y poder en una sola persona no es lo mejor para Chile.
En la lucha por los votos, hasta las esposas de los candidatos salen a terreno.
La mujer de Piñera, por ejemplo, ha sido criticada porque buscando caer bien a los pobres ha declarado que por la crisis en su casa ya no compran cocacolas; algo risible y poco creíble que suceda en la familia del dueño de Lan Chile y cientos de empresas más.
Pero lo que realmente está hoy en juego, es si el próximo gobierno seguirá siendo de la Concertación y podrá afianzar lo que aún con todos sus errores y omisiones ha logrado ésta en los últimos 20 años.
O si por el contrario, los chilenos se inclinan por “el cambio” y la alternancia que propone la derecha; y que ya hemos visto a donde ha llevado a México.
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