Aunque hay asuntos políticos pendientes, sobre todo los relacionados con el maná López Obrador que ya nos amenaza con el tigre si no gana, quiero hoy variar el tema y recordar al actor Rogelio Guerra, recientemente fallecido y quien se hizo famoso por su participación en varias telenovelas.
Televisa colocó el día de su muerte, listones de luto en las pantallas de sus canales; pero en los últimos años de Rogelio, que no fueron precisamente de bonanza económica, la empresa no se acordó de él ni de los millones de pesos que por él ganó.
Junto con Verónica Pimstein, entrevisté a Rogelio hace dos años buscando su testimonio para un trabajo sobre Valentín Pimstein, el llamado padre de las telenovelas mexicanas.
Sin duda la más vista, exitosa y emblemática de las telenovelas por Valentín producidas, es Los Ricos también lloran donde con el personaje de Luis Alberto, Rogelio compartió el protagónico con Verónica Castro; y que Televisa vendió a 150 países, traducida a 28 idiomas, entre ellos el ruso.
Pero todo ese éxito de la empresa, no fue para Rogelio; que por concepto de regalías recibió en 34 años, solo nueve mil dólares.
Promoviendo la telenovela estuvo en lugares donde su presencia impactaba; como en Argentina, donde era tan conocido que al checarle el pasaporte el aduanero casi se desmayado por la emoción gritaba “aquí tengo al actor mexicano”.
Pero nada fue comparable, a la gira que hizo con su esposa Maribel en 1992 y durante seis semanas, a 14 ciudades rusas.
Allá fue vista por 200 millones de personas, el mismo capítulo de Los Ricos pasaba tres veces al día para que nadie se lo perdiera; y durante la trasmisión se suspendía la guerra entre Georgia y Rusia, para que los soldados pudieran verla.
Durante la entrevista de la que ya escribí en otra ocasión y que ahora evoco, Rogelio se veía ya con la salud mala y dificultades para hablar; pero recordaba feliz que los teatros se llenaban y muchachas repetían de memoria los parlamentos de Verónica Castro para contestar los suyos; que la gente lo aplaudía de pie y el escenario se llenaba de flores y obsequios.
En Siberia, una mujer lo reconoció y emocionada llamó a su marido a Moscú para contárselo; “pero él la reprendía ‘como va a ser él, estás borracha ya por favor vete a dormir’; y ante su insistencia, pidió a la policía que la llevara a su casa”.
En Sochi, el balneario del Mar Negro, fueron hospedados en la dacha de Stalin y les dieron a escoger alojarse en el cuarto que él prefería y daba a la montaña, porque le tenía terror al agua, o el que solía ocupar Mao con vistas al mar; y al terminar su visita, los anfitriones colocaron un papelito informando a los turistas, que ahí se había quedado Luis Alberta; porque en ruso la o masculina se vuelve a.
En Moscú, le abrieron especialmente el museo de huevos Fabergé; en el Kremlin, los soldados le hicieron valla viéndolo de reojo por debajo de sus chapkas; y en el Teatro Bolshoi, los sentaron en el antiguo palco real.
En todas partes, rusos comunes le regalaban fotos y recuerdos de familia; y un emocionado piloto de Aeroflot. le dio sus alas doradas.
Pero el momento culminante fue, cuando después de una consulta sobre quien era más adecuado para dar el saludo de Año Nuevo, el presidente ruso Yeltsin o Rogelio, la gente votó mayoritariamente por el mexicano.
Así que oficialmente Rogelio deseó, en cadena televisiva nacional a toda Rusia, un mejor año.
Para el evento fue acondicionado un salón con mesas e invitados y Rogelio vestido de smoking se comió en cada campanada las tradicionales uvas y a las doce en punto del 31 de diciembre de 1992, dijo: “El pueblo ruso es fuerte y ha sabido salir victorioso de todos sus problemas, y saldrá también de los actuales conflictos… que tengan todos feliz año 1993”
Y repitió el numerito, el 7 de enero; día del Año Nuevo Ortodoxo.
Al regresar a México, la burbuja se rompió; Televisa no aquilató la importancia publicitaria de lo sucedido; y pese a que Rogelio le envió al entonces director del noticiero principal Guillermo Ortega Ruíz, el video de toda la gira esperando que cuando menos saldría al aire, el saludo de Año Nuevo; el material le fue devuelto con una tarjetita ‘muy interesante; muchas gracias’.
“Así son las cosas en este puto país; pero después de lo que viví en Rusia, me puedo morir tranquilo”, nos dijo.
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