Los seres humanos nacen y se desarrollan, soñando en la posibilidad de que existan seres superdotados, que enfrenten a todo tipo de malosos y los derroten.
Así es que, creen que esa posibilidad está cercana, cuando surge un individuo que es capaz de realizar alguna proeza. De inmediato piensan que puede haber un cambio y creen que si es posible, lo que tanto soñaron.
Entonces, dejan a los niños los héroes de caricaturas o películas de ciencia ficción y ellos se aglomeran en torno a los héroes de carne y hueso. No les regatean simpatías y suponen que las hazañas de estos, pueden repetirse.
Creen, que adoptando e imitando sus poses, sus formas de expresión, pueden hacer algo similar, con los mismos resultados. Entonces, se genera una corriente de imitadores que, ingenuamente, piensan que hablando como dicho personaje, vistiendo como él, la van a hacer.
No entienden, que todo en la vida es circunstancial. Las hazañas logradas son el resultado de una mezcla de diversos factores. El lugar, el tiempo, las condiciones socioeconómicas y la personalidad de los individuos, dan un producto determinado, pero que no se repite, en una nueva mezcla, en un lugar distinto y con persona distinta.
Ese es el problema con la “Broncomanía”, surgida a raíz de que el expriísta, Jaime Rodríguez “El Bronco”, resultó electo Gobernador de Nuevo León, luego de contender como candidato independiente.
En el resto del país, prácticamente era un desconocido. Para la mayoría de los mexicanos, lo suyo era como una simple aventura política.
Resultaba absurdo, casi increíble, que pudiese lograr algo, enfrentándose a los candidatos de los partidos mayoritarios, PRI y PAN, con amplia experiencia en contiendas electorales. Con estructuras, viciadas, pero al fin y al cabo, eran mejor que nada, y con recursos públicos para cubrir los gastos de sus labores proselitistas.
En el caso de “El Bronco”, lo suyo fue algo así como un exceso de audacia. Buscar la gubernatura, sin partido, sin recursos. Como dicen en el rancho, “a la buena de Dios”. Nadie daba un cinco por él.
Por ello, el triunfar en los comicios, resultando gobernador electo de Nuevo León, sí que fue una hazaña. Sorprendió y alentó a los mexicanos, que durante tantos años han vivido sometidos por la partidocracia.
Jaime Rodríguez, rompió el monopolio que ejercían los partidos políticos en materia electoral. Hasta antes de esto, solamente los amigotes, compadres, ahijados o socios del Presidente de la República o de los gobernadores, podían ser candidatos a puestos de elección popular.
Por eso, se convirtió en el héroe o ídolo de muchos mexicanos. En especial, de aquellos que tienen aspiraciones políticas y que la partidocracia nunca les dió oportunidad de probar suerte.
Pero está ocurriendo, que esa simpatía por “El Bronco”, se está convirtiendo en fanatismo, que está distorsionando la hazaña de Jaime Rodríguez.
Para empezar, no han entendido que la “Broncomanía” no es una enfermedad contagiosa. Nadie se hace bronco, por el simple acercamiento con el ahora gobernador electo de Nuevo León.
Y ahí los tienen, ilusos, buscan la forma de tener contacto con “El Bronco”. Incluso, como los jovencitos hacen con sus ídolos, han de tener sus cuartos tapizados con fotos de Jaime. Una colección completa de sus videos.
Aprovechan la ocasión para tomarse fotos con él y difundirlas, principalmente a través de las redes sociales, para presumir que lo conocen, que ya han hablado con él y que por lo tanto, tienen similitudes con él. Que también son broncos. Iusos.
De paso, lo traen, para exhibirlo como un personaje raro. Un artista de moda o “la mujer barbuda” del circo.
Por si fuese poco, su presentación, la manejan de manera elitista. Un sitio de primer nivel, al que prácticamente solo concurren los empresarios. El costo del acceso, un tanto elevado. Los ciudadanos de a pie, ni de chiste podrían pensar en asistir, pues les significaría erogar el salario percibido en una semana de trabajo.
Los que sin duda harán el sacrificio, son los numerosos aspirantes políticos a puestos de elección popular, por la vía de los independientes. Para ver si algo se les pega.
Para desgracia de estos, no hay, entre todos ellos, ni uno solo, con el perfil de Jaime Rodríguez “El Bronco”. Ni volviendo a nacer.
El riesgo que se corre, es que con tanos halagos, afecten la personalidad de Jaime y lo conviertan en un individuo pedante, arrogante, sangrón. Y pierda el carisma que le facilitó el triunfo electoral.
Pero está muy lejos, lejísimos, de que sus seguidores, asimilen algo de “El Bronco”. La “Broncomanía” es hago así como una moda, pero no una enfermedad contagiosa. Ilusos.
gil_lavenants@hotmail.com
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