Hacerse el tonto, según la sagrada Wikipedia, significa “fingir engañosamente no darse cuenta de las cosas para lograr algún objetivo”.
Traemos a cuenta la definición, porque lo que sucede al interior del Ayuntamiento de Mexicali ya está dejando el terreno del ingenioso ardid para caer en el de la burda maniobra elusiva. Dicho en otros términos, el Alcalde Jaime Díaz, el Secretario José Félix Arango, la Oficial del Registro Civil, Guadalupe Nevárez, y otros gatos con pelambre de menor calidad, plegados todos ellos a las instrucciones del Obispo José Isidro Macías, están dispuestos a hacerle al tonto, a aferrarse a lo que sea, con tal de bailar un jarabe tapatío sobre los derechos humanos de una pareja homosexual que busca contraer matrimonio, importándoles una pura y dos con sal que ya exista un fallo directo de la Suprema Corte de Justicia para que el Registro Civil proceda a efectuar el bodorrio.
Para beneficio de los miles de lectores de esta columna radicados fuera de Mexicali, procederé a sustentar mi dicho:
Victor Manuel Aguirre Espinoza y Victor Fernando Urías Amparo quieren casarse. Pero el uno con el otro. Técnicamente pertenecen al género masculino, pero no una cosa así que se diga qué barbaro, qué fanáticos. Tan así, que declaran, aceptan y defienden su homosexualidad, así como su derecho a tener las mismas prerrogativas de las que disfrutan las parejas heterosexuales. Y amparados en las reformas legales que han hecho posible la unión civil entre parejas del mismo sexo, están dispuestos a pelear para que las persignadas autoridades de Mexicali se dejen de invocar excusas mamilas y procedan a casarlos, como es su deseo y voluntad. Amparados por la decisión de la Suprema Corte de Justicia, que defiende el derecho de los Victors a hacer de su cutis un papalote, desafían a una sociedad convencional, a un clero metiche e hipócrita, que olvida los innumerables casos de pedofilia que han ejemplificado sus ministros; a una autoridad municipasl intolerante que juega con fuego al desacatar la orden de una autoridad superior, y a una caterva de funcionarios, gatos y gatillos, que piensan que el servicio público es para obedecer una orden, por más aberrante que sea, y no para cumplir con la obligación de servir.
Porque en el camino y el deseo nupcial de los Victors, se ha inmiscuido por cuatro ocasiones el aparato burocrático del Ayuntamiento de Mexicali, que se resiste a pasar a la historia como el precursor de las bodas “Tornillo-Tornillo” y “Tuerca-Tuerca” no solo en Mexicali, sino en todo Baja California. Y el argumento que dan para negarse por cuarta ocasión a casar a la pareja, la verdad que está de poca: “Se considera que los solicitantes padecen de locura”.
Mientras hay otros que sí parecen escapados del manicure, que meten a las novias a la nómina mientras siguen casados, que pregonan a los cuatro vientos la relación, aunque en la diligencia de divorcio lo niegan a pesar de todas las evidencias documentales, y a estos los declaran muy cuerdos a pesar de las fundadas sospechas de que bien se les pudo zafar un tornillo, ahora resulta que presentar un comprobante de cordura mental es un requisito sin el cual no puede celebrarse una unión civil. La verdad, la verdad, locos estaríamos de creer semejante estupidez.
Una sugerencia: ¿sería mucho pedir que la prueba de cordura mental, que con tanto celo exige el Registro Civil, se les pidiera también A TODOS los funcionarios del Ayuntamiento. Total, si dan negativo no pasa nada. Pero si dan positivo, empezaríamos a explicarnos muchas cosas.
Y aunque dicen que no hay loco que trague fuego, parece que sí hay enfermos de demencia que no temen jugar con el ígneo elemento, porque eso de arriesgarse a incurrir en desacato ante la Suprema Corte, por necedad, fobia o intolerancia, sí está de locos…
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