Las mansiones más exuberantes, los coches más exclusivos y la ropa de los principales diseñadores del mundo están muy bien para tal fin, pero ya se sabe que el dinero aviva la excentricidad. Y algunos en China le dan rienda suelta con uno de los nuevos símbolos de su estatus: el mastín tibetano, también conocido como dogo del Tíbet.
Zhang, un criador de estos afamados perros pastores de tamaño generoso, carácter fuerte, y cara de circunstancias, aseguró el jueves al diario local vespertino Qianjiang News que el martes de la semana pasada vendió una pareja de machos de un año de edad por la nada despreciable suma de 18 millones de yuanes, 2,11 millones de euros al cambio. “El mastín tibetano es el oso panda de los perros”, explica Zhang orgulloso. El comprador, afirma, es un magnate del ladrillo de la provincia oriental de Shandong que pagó el importe total con su tarjeta de crédito en una feria de animales de lujo celebrada en la provincia de Zhejiang, uno de los principales centros manufactureros del país.
El lote incluye dos canes que miden 75 y 80 centímetros de altura y pesan 80 y 90 kilos respectivamente. “El más caro -12 millones de yuanes, 1,4 millones de euros- es un ejemplar excepcional porque su color dorado es muy brillante y tiene un rostro precioso”, apunta Zhang. “Generalmente es un animal tranquilo, pero si aparece algún extraño se pone a ladrar y puede incluso morder”, sentencia. Si se confirma su precio será el perro más caro de la historia: el que anteriormente ostentaba el récord era de la misma raza y costó 10 millones de yuanes (1,2 millones de euros) en 2011.
“Es un capricho como el de quien se compra un Bugatti”, apunta a EL PAÍS Chen Ding, una veterinaria de Shanghái que regenta una tienda de perros y de gatos. “Como el coche, también consume mucho, porque es un perro que come una barbaridad y necesita de cuidados que son muy caros. Pero hay un aspecto positivo: su dueño puede cobrar una fortuna -unos 12.000 euros- por dejar que se aparee con una hembra”. Claro que tendrá que hacerlo muchas veces para recuperar la inversión. “No hay que sacar las cosas de quicio, de Occidente llegan noticias mucho más raras de millonarios que compran tigres o cocodrilos. Yo me alegro porque es una forma de proteger una especie autóctona”.
Sin llegar al extremo del precio puesto por Zhang, Chen reconoce que en ciudades como Shanghái el número de mascotas se ha triplicado en las últimas dos décadas, y la mayoría de dueños gasta importantes sumas de dinero en ellas. “Es algo relacionado con la capacidad adquisitiva, claro, pero también con el nuevo estilo de vida de la gente, mucho más individualista y menos centrada en la familia. Muchos se sienten solos”. Eso ha provocado un boom sin precedentes en todo lo que tiene que ver con los animales: desde ropas para perritos pequineses, hasta salones de belleza y de masaje para gigantescos huskies siberianos.
Tal es el incremento del número de animales de compañía que, ahora, justo cuando se comienza a relajar la política de natalidad y la mayoría de chinos puede tener dos descendientes, varias ciudades han implementado una normativa de una sola mascota por vivienda. Claro que al comprador de los dos mastines seguro que no le importa pagar la multa que conlleva saltársela.
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