El ya casi ex presidente municipal de Tijuana, Carlos Bustamante Anchondo decepcionó a todos los sectores citadinos, especialmente a los integrantes del sector privado, que tanta influencia tienen en el desarrollo económico, cuya tarea despliegan con un alto sentido de responsabilidad.
Y es que la etiqueta de empresario próspero y responsable que identificaba a Bustamante Anchondo quedó desgarrada, hecha pedazos; su prestigio se desplomó hasta el fondo de las barracas de la peor y más pestilente corrupción. Los negocios de familia; la rapacidad consanguínea del todavía presidente municipal se desparramó. A todas fue, de todo sacó beneficio. No hubo proveedor, real o ficticio (de esos que no más facturan a cambio del IVA y un porcentaje), que no entregaran el quinto real.
Carlos Bustamante se va en medio del escándalo, deja en ruinas a la ciudad y, peor aún, con un millonario adeudo con el que tendrá que lidiar el presidente municipal electo, el doctor Jorge Astiazarán Orci quien, seguramente habría preferido un ayuntamiento sin dinero, pero sin deudas.
Además de muchos otros hierros que marcarán la catastrófica administración de Bustamente, se encuentra el escándalo en que se vio vinculado su hijo, Carlitos Bustamante con el millonario negocio que hizo con la renovación de luminarias en la ciudad.
Al junior de Bustamante se le identificó como el operador del quinto real, como el responsable de recibir de propia mano el 20 por ciento de comisión por todos los bienes y servicios contratados por el ayuntamiento, incluidos los servicios bancarios de manejo de cuentas y operación de nómina.
Gente cercana al manejo de los recursos en el municipio, me asegura que existen facturas cuando menos por 150 millones de pesos, por bienes y servicios que nunca llegaron o se prestaron al municipio, lo que hace adelantar que la administración Bustamante difícilmente libra el rigor de una auditoría.
Pero la torpeza y rapacidad del ya casi ex alcalde no tuvieron llenadera, como no la tuvo también su heredero, el joven Carlitos quien al concluir la actual administración, me aseguran, tiene listas menaje y maletas para irse de la ciudad. El riesgo de terminar en la cárcel es alto y lo saben los Bustaante, padre e hijo.
Pero el pestilente tufo a corrupción que despide el ayuntamiento, se agudizó en la Secretaría de Seguridad Pública, en donde a su titular, Alberto Capella Ibarra, se le ha relacionado con células del crimen organizado, especialmente con aquellos grupos a los que golpeó en su oportunidad el sanguinario y presunto asesino, Julián Leyzaola Pérez.
A Capella, me aseguran, lo investiga la Procuraduría General de la República, a recomendación de la DEA y todo apunta a que la cadena, hilvana eslabones hasta los Bustamante.
El tema ofrece… Y mucho.
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