martes, 19 de noviembre de 2013

Los funerales de las letras…‏

* Réquiem aeternam dona eis domine ex lux perpetua luceat eis…
Por Miguel Rojas Salazar
Del lugar de la vida al goce de la eternidad, es solo un ciclo a cumplir, que deja huella en algunos hombres que pisan fuerte sobre la tierra y en su andar heredan caminos por andar…


El obituario acaso es una síntesis de la historia que escribe una vida llena de luminosidad en sus inacabables capítulos.



Para Oscar Genel, la historia del periodismo no llega a su epilogo, solo se traslada a donde ya no leeremos mas su crónica o su crítica, pero mantendrá la tinta entre nosotros, el ejemplo perene, la fuerza de escribir hasta el último momento como incansable fuente de transformación social y humana.



Camino a la redacción hoy habrá silencio…antes que noticias, habrá oraciones y nostalgias… sus pasos descansaran de haber surcado esos pasillos cotidianamente rumbo a las teclas como inseparables amigas del escritor, sus peculiares sonidos musicalizaran notas y abrazaran númenes que irrigaban su pensamiento en busca de edificar palabra a palabra el hoy informativo, para crear lectores e izar la antorcha del saber en cada historia.



El inmenso vacío que hoy  abres a tu partida, deberá ser a perpetuidad entrañable melancolía, aunque reconocimiento constante a tu dedicado oficio…



Escribir del alba al horizonte no alcanzaba el ritual de paisajes que describiste con exactitud maestra en cada nota, la memoria editorial te extrañará, te llevaste las musas de la palabra, pero nos heredas la escuela de cómo vivir  la vida, más allá de tu muerte…



Tu legado maestro, es un curso infinito de vocación y ética periodística que las nuevas generaciones ejercerán y  reencarnaras en cada visita a las hemerotecas, día a día.



Te dejo un aplauso, mi sonrisa y una flor…



No me gustan tampoco las despedidas, porque solemnemente estreche tu mano firme y no hay resigno a ya no verte… estarás en desacuerdo a que eviten mis parpados una lagrima y que las rotativas de antes hoy ciberredacciones no paren, solo por esta vez no te hare caso omisionare el ruido de las maquinas y el teclado,   a la paradójica utilización perfecta del silencio...



No te digo adiós sino hasta siempre…



Incrédulo de la muerte, me regocija ante el Señor que los buenos amigos y los excelentes maestros se quedan para siempre. Y esa ovación crecerá sonora, sin escapar del eco, y mi sonrisa perpetua allanará tu memoria desde los dinteles de la Gloria… y la flor, seguramente expandirá el jardín donde florezca tu memoria.



Pluma en mano dijiste adiós, indiluible para nosotros este momento que jamás deseamos… Porque  la muerte,  es el  único inentendido de la vida…



AL SILENCIO… Un minuto…

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