Hace unos pocos años, el empresario mexicano José Galicot fue a una cena en “el barrio más conservador, más duro” de San Diego, California. Galicot asistía para hablar de un tema que le apasiona: su ciudad, Tijuana. La audiencia era difícil. “Un señor se levantó y me dijo que a él no le interesaba en lo más mínimo México.
Que era nuestro problema y que no tenía por qué preocuparse de algo que, para él, no existía”, recuerda. “Exclamó que no podía permitir que los mexicanos llegaran ahí”. El empresario sonríe y relata que le respondió: “Mire a su alrededor”. Todos los camareros y cocineros eran mexicanos.
La tormentosa relación entre Tijuana y San Diego, su hermana estadounidense, se explica en los profundos contrastes que hasta hace muy poco separaban las dos lados de la frontera más transitada del mundo. Mientras que los niveles de seguridad de la ciudad californiana se situaban entre los más bajos de EE UU, Tijuana se convirtió en los años ochenta y noventa en un sinónimo de drogas y violencia. Entre 1999 y 2005, San Diego registró 335 asesinatos. En el mismo periodo, la ciudad mexicana sumó más de 2.000.
Pero, de la misma manera, la relación entre las dos ciudades siamesas convierte al paso fronterizo en una región que produce 50.000 millones de dólares cada año. Un pujante crecimiento que ha llevado a Tijuana un paso más lejos de la violencia “asfixiante” de esos años, como lo describe Galicot.
El empresario cuenta que cayó en la cuenta cuando, convaleciente de una cirugía en el corazón en Estados Unidos, su médico le contó que el equipo médico que había sido necesario era hecho en Tijuana. Más de 30.000 personas trabajan en las 41 fábricas de equipo médico (marcapasos, desfibriladores, prótesis) que hay en la ciudad. No es el único sector puntero. Más de 20 empresas aeronáuticas, que abastecen a las 10 principales aerolíneas del mundo. Una decena de transnacionales producen equipo electrónico –“Le aseguro que el televisor que está el fondo es hecho en Tijuana”, afirma en la entrevista–. Y ni hablar de la cada vez mayor presencia de start ups, que han hecho que algunos la llamen “la nueva Silicon Valley”.
De este impulso nació Tijuana Innovadora, una plataforma de empresarios y ciudadanos que busca promover las “buenas noticias” de la ciudad. En 2010 organizaron su primer foro, al que asistió el vicepresidente Al Gore y los fundadores de Twitter, Biz Sone, y Wikipedia, Jimmy Wales. El efecto, recuerda, fue sorprendente. “Era bien importante invitar a los chavos para que vieran que sí se puede, que hay otro camino”, relata. “Mi sueño es que digan: 'Quiero ser ingeniero, no un sicario'”.
Y para el crecimiento de la ciudad, afirma, es crucial la buena relación con San Diego y con Estados Unidos. Afirma que gracias a las gestiones de los Gobiernos en ambos lados de la frontera, se ha conseguido agilizar algunos de los trámites para cruzar el puente fronterizo, aunque todavía no suficientes. Solamente en el paso Otay-Mesa, 3.000 camiones cruzan la frontera en una carretera de dos carriles. “Es un paso muy importante. No se puede ir contra la corriente. San Diego no puede vivir de espaldas a Tijuana, ni Tijuana de San Diego”. El Ayuntamiento de San Diego estudia vías para evitar las largas colas en la frontera, que tienen un coste anual de 2.000 millones de dólares.
Galicot está convencido de que, desde la elección presidencial de EE UU en 2008, la clase política norteamericana se enteró de la importancia del voto latino. “Por muchos años los mexicanos estaban ahí, pero no fue hasta esa elección que se enteraron de que 'estos cuates logran votar'. Al día siguiente, nos descubrieron”. Pero matiza que “en EE UU se tiende a creer que los hispanics son un grupo homogéneo, y nada más lejos de la verdad. No se puede comparar los intereses y necesidades del inmigrante latino blanco de clase alta que vive en Miami a la del que cruzó la frontera escondido en un camión”.
Opina también que en México no existe el suficiente interés sobre la suerte de los inmigrantes en EE UU. “De los 36,6 millones de estadounidenses de origen mexicano, 700.000 se alistan al Ejército. Usted luego ve entre los muertitos un Pérez, un García. ¿Y nos importa? Eso es terrible”, afirma. Recuerda que entre la misma cifra, solamente 450.000 de los jóvenes de origen mexicano llegan a la universidad, un porcentaje mucho más bajo que el de otros grupos extranjeros.
Mas subraya que lo más importante es “mantener una lectura positiva”. Y de ahí Tijuana Innovadora. El movimiento ha organizado ya dos foros y en la ciudad promueve talleres de teatro y danza en los barrios más pobres o exposiciones de arte en la prisión de la ciudad. También han arrancado un proyecto de orquesta juvenil, similar al que existe en Venezuela. Galicot afirma que el secreto es que la opción esté simplemente ahí. “Es ponerlo y ya. Los chavos van a llegar”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario