Hasta mediados del siglo XIX, partir la rosca de reyes en México involucraba más que la sorpresa de encontrar el haba que coronaría a uno de los asistentes como el rey de la reunión. En esas tertulias del 6 de enero, donde se comía la rosca, acompañada de una taza de chocolate, los solteros podían conseguir una pareja que, con un poco de suerte, incluso podía ser alguien de su interés.
En esa tradicional merienda se acostumbraba realizar “la rifa de los compadres”, que consistía en colocar en un sombrero de alguno de los asistentes papelitos con los nombres de los hombres solteros y en una canastita el de las mujeres solteras.
Uno de los asistentes se encargaba de sacar alternadamente los papelitos para formar parejas de compadres, relación que daba pie a una amistad o un noviazgo que podía culminar en matrimonio.
Versiones
Algunas versiones sobre el origen de este pan se refieren a una costumbre judía que consistía en recordar cuando salvaron a los niños de una muerte dictada por Herodes, escondiéndolos en tinajas de harina. Así, el 6 de enero comían pan sin levadura, en el que metían un muñeco de barro.
Otras interpretaciones vinculan esta tradición con las fiestas saturnales romanas, celebradas entre el 17 y el 26 de diciembre. Se trataba de una festividad dedicada a Saturno, dios de la agricultura o del fuego, en la que los plebeyos regalaban panes redondos con higos, dátiles y miel a los esclavos.
Una fusión de todas esas creencias llegó a México con los españoles, en cuyas tierras la costumbre era que quien sacara del trozo de pan una haba, era nombrado “Rey de la Faba” y durante un año recibía homenajes y regalos. Ya en la Nueva España esa tradición sufrió algunas variaciones: se escondía una haba y quien la encontraba se convertía en el rey de la reunión y en compadre de quien ofrecía la merienda.
Es una tradición más arraigada en el centro de México, mientras que al resto del país ha llegado por influencia de las grandes cadenas de supermercados y panaderías.
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