Por Teresa Gurza
Eso dijo este jueves 27 la Iglesia Católica chilena en una carta pastoral en la que reconoce “hemos perdido credibilidad por nuestros propios delitos".
Y es que en Chile como practicamente en todo el mundo, han sido escandalosos los abusos sexuales cometidos por sacerdotes contra menores y jóvenes; casi siempre con la complicidad de sus superiores jerárquicos, quienes a pesar de haber estado enterados de los crímenes, protegieron a los clérigos haciéndose de la vista gorda y cuando más, cambiándolos de parroquia. Uno de los ejemplos al respecto, fueron los abusos y violaciones que el padre Fernando Karadima cometió impunemente y durante décadas contra niños y muchachos de familias adineradas de Santiago. Traumados y cansados de los abusos sexuales, que persistieron a pesar de que algunos de ellos estaban ya casados, cinco de las víctimas lo denunciaron primero ante el cardenal arzobispo de Santiago, Francisco Javier Errázuriz y luego ante otros clérigos. Pero no obtuvieron respuesta. El cardenal, ni siquiera envió a Roma los documentos con la denuncia; y otras autoridades eclesiásticas incluso los amenazaron veladamente; por lo que se decidieron a hacer pública la siuación en uno de los programas más vistos de la televisiòn chilena. Tras el programa y luego de pedir perdón por su actuación frente a los crímenes de Karadima, lo que coincidió con haber llegado a la edad de la jubilación, Errázuriz fue retirado; supliéndolo como arzobispo de Santiago, monseñor Ricardo Ezzati; quien fue quien leyó este jueves la Carta Pastoral, en la que los obispos reiteran: "con la más profunda verdad, nuestra petición de perdón a quienes hemos ofendido". Teniendo en cuenta estos y otros antecedentes; y el hecho de que en Chile la jerarquía católica es tan influyente que hasta hace cuatro o cinco años no había divorcio legal y el aborto aún está penalizado; y que los obispos se meten en todo y dan su opinión casi cada noche en los noticieros, una carta pastoral redactada en esos términos tiene gran importancia. Porque manifiestan, la necesidad de "revisar" distintos aspectos de su actividad; advirtiendo que son ellos, los religiosos, “los primeros que debemos ser evangelizados”. Evangelización que dicen, debe partir por la revisión de sus comportamientos personales y las estructuras de la Iglesia; lo que va, desde el modo de ejercer el sacerdocio y el lugar que se ha otorgado a los laicos y en especial a la mujer, hasta los sistemas educativos, "para estar conscientes de cuales son los valores que estamos trasmitiendo". Esta es la primera Carta Pastoral del Comité episcopal chileno desde el año 2007; consta de 63 páginas que lleva como título "Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile". Porque los obispos no se quedan en cuestionarse a sí mismos y en la crítica interna, sino que condenan también las “escandalosas” desigualdades sociales que persisten en Chile; indicando que son “muchos los que trabajan y, sin embargo, son pobres y eso ha afectado el fondo de la vida familiar". Precisan que Chile ha sido uno de los países donde se ha aplicado con mayor rigidez y ortodoxia un modelo de desarrollo excesivamente centrado en los aspectos económicos y en el lucro, sin poner atención a sus consecuentes tensiones y desigualdades escandalosas entre ricos y pobres. Lucro del que por cierto, la Iglesia Católica se beneficia; porque es dueña de muchísimos colegios y de las principales universidades. Sin embargo, los obispos consideran ahora que las manifestaciones que han hecho los trabajadores y principalmente los jóvenes contra el gobierno, "son justas"; pero advierten que sin adecuados canales de expresión, participación y pronta solución, pueden poner en peligro la gobernabilidad. Y agregan que la desigualdad “es particularmente inmoral e inicua cuando los más pobres, aunque tengan trabajo, no reciben salarios que les permitan vivir y mantener dignamente a sus familias".
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