Por Gilberto Lavenant
Aunque el futbol es solamente un deporte, ayer sábado, el triunfo del equipo representativo de México, en los Juegos Olímpicos, le supo a gloria a todos los mexicanos.
En gran parte la economía nacional se mantuvo en suspenso durante el desarrollo del encuentro fubtolístico, ante el representativo de Brasil, y una vez que se confirmó el triunfo, muchos mexicanos salieron a las calles a celebrarlo, orgullosos, como si hubiese sido un triunfo individual, de todos y cada uno de los mexicanos. Así es la costumbre. Cuando hay derrota, se deja la titularidad de la misma a los participantes. Cuando llega el anhelado triunfo, es nuestro, aunque no hayamos movido ni un sólo dedo para ello. Ayer no nos cabía el orgullo en el pecho cuando gritábamos : ¡México campeón! ¡Sí se pudo! ¡Sí se pudo! Esta hazaña deportiva, tiene múltiples aspectos y efectos. Trasciende el área del deporte. Lo de ayer impactó el ámbito económico, social, político, etc. La trascendencia surge, o se fortalece, no solamente por la proyección del evento a nivel mundial, sino porque estando a punto de concluir las participaciones, los atletas mexicanos regresarían con unas cuantas medallas en las manos. Con esto, las medallas se plata y bronce, ya ganadas, se transformaron en oro. Pero no sólo eso. Por fin se venció el diabólico hechizo del “ya merito”, que los mexicanos están acostumbrados a expresar, luego de cualquier evento deportivo, cultural y social. En cualquier clase de justa, los mexicanos participan, bajo el supuesto derrotista de que lo importante es participar, más que ganar. Bajo ese supuesto, se inscriben o registran, simplemente para cubrir el expediente, a sabiendas de que no ganarán, aunque lleguen a estar a solamente unos segundos o milímetros de obtener el triunfo. Cualquiera se puede atrever a anticipar derrotas de los participantes mexicanos. Los triunfos, son inimaginables, casi imposibles. Ese es un añejo derrotismo, que se aplica y refleja en todas las actividades humanas. Los mexicanos están acostumbrados a soñar en participar, pero como que no tienen derecho a soñar en ganar. Esto genera la idea de que los mexicanos son inferiores a los estadounidenses, a los italianos, a los alemanes, a los japoneses y a los ciudadanos de muchas partes del mundo. Nos resulta difícil entender que, salvo algunas diferencias, físicas o biológicas, los mexicanos no son menos que nadie, ni están en desventaja, en nada. Influye, eso sí, la poca atención del gobierno mexicano, en tanto que los gobiernos de muchos países dedican mucho tiempo y recursos para preparar a sus atletas. Así es que el triunfo de ayer, rompió el hechizo del “ya merito”, del derrotismo. De ahí la magnitud de esto. El futbol es solamente un deporte, no quita el hambre, ni resuelve los múltiples problemas del país, pero el hecho sirve de ejemplo, para demostrar que se puede ganar en prácticamente todas las actividades humanas, económicas, sociales, culturales. Bueno, ayer, durante el encuentro, y luego del triunfo, muchos mexicanos olvidaron los múltiples problemas que afrontan. La motivación les puede durar algunos días o tanto tiempo como cada quien lo entienda y asimile. En todas y cada una de las cosas que se hacen, siempre hay que tratar de ser los mejores. Siempre hay que hacerlo con el propósito de alcanzar triunfos. Siempre, hay que tener muy en alto el orgullo de ser mexicanos. Así mismo, se debe pugnar por desterrar otras costumbres y actitudes nocivas. Eso de que la corrupción somos todos, aquello de que el que no tranza, no avanza, o de considerar la “mordida” como un mal necesario. El “valemadrismo”, el considerar la violencia como algo casi natural o necesario. El abstencionismo mismo, la pobre voluntad de participación social. El seguir dejando la conducción del país en manos de políticos frívolos, ineptos y corruptos. El tolerar los disimulos, los cuchupos, los simulacros, la falta de claridad en la rendición de cuentas, el dar trato de simples “leyendas urbanas”, a casos grotescos, vulgares y cínicos de corrupción. Hasta que no logremos erradicar esos males sociales, los triunfos deportivos como el de ayer, no pasarán de ser un mero distractor, motivo de falsos orgullos. México necesita luchar, para triunfar en todos los aspectos, no solamente en el ámbito deportivo. Los mexicanos se tienen que empezar a acostumbrar a ser triunfadores, a ser individuos progresistas, sanos social y culturalmente. Cambiar el “ya merito” por el “sí se puede”. Recordar y fortalecer los valores nacionalistas, morales, humanos, familiares. No es nada fácil, pues si bien es cierto que no está todo perdido, sí se ha perdido mucho. Tiempo, recursos, voluntades, ganas de vivir mejor. Simplemente gritar ¡México campeón! No sirve de mucho. Se puede hacer, al calor de unas copas, sin necesidad de triunfos de ningún tipo. Nos debería dar vergüenza gritarlo, sin tener méritos para ello. gil_lavenants@hotmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario