Por Gilberto Lavenant
El Gobernador José Guadalupe Osuna Millán, está sumamente apesadumbrado. No sólo por la derrota de la candidata panista Josefina Vázquez Mota –que al final de cuentas no era su candidata, pues su candidato lo fue Ernesto Cordero- sino además porque su partido, el PAN, prácticamente perdió de todas, todas, en Baja California.
De acuerdo a los resultados electorales preliminares, en Baja California los panistas cuentan a su favor, solamente la fórmula de Senadores, encabezada por Ernesto Ruffo Appel, y la diputación del quinto distrito, donde contendió Juan Manuel Gastelum, conocido comúnmente como “El Patas”.
Y si la derrota del panismo a nivel nacional, se la pueden adjudicar al Presidente Felipe Claderón, por todos sus errores y absurdos, la de Baja California innegablemente es autoría del Gobernador Osuna Millán. Nadie le puede robar ese “mérito”.
Cuando en el 2010 los panistas perdieron las cinco presidencias municipales de la entidad, así como la mayoría en la legislatura estatal, todos se hicieron los sorprendidos. De inmediato buscaron las posibles causas, pero en todo momento se negaron a reconocer que la derrota venía del interior del partido blanquiazul.
Se supo que incluso mandaron a hacer encuestas, para detectar las posibles causas de la derrota. Ingenuidad o cinismo, les pasó lo que al marido engañado, que todos saben que su pareja le es infiel, menos él mismo.
Desde 1989 en que Ernesto Ruffo ganó la gubernatura estatal, los panistas se acostumbraron, como acostumbrados estaban los priístas, a ganar de “carro completo”. Podían postular a individuos grises, mediocres, sin carisma, y resultaban ganadores en los comicios.
Sin embargo, luego de la estrepitosa derrota del 2010, en esta del 2012, trataron de ir a la segura, postulando hombres y mujeres con trayectoria política, con experiencia. Si acaso hubo algunos rellenos, sobre todo con eso de la equidad de género, pero en fin. Metieron a sus “mejores gallos” y “gallinas”.
Lo irónico, y que no se explican, es que sus mejores elementos fueron derrotados, electoralmente, por candidatos o candidatas novatos o de poca experiencia. Resulta absurdo que un Javier Castañeda pomposo, que en reiteradas ocasiones ha hecho la finta de que aspira a la Presidencia Municipal de Tijuana, haya sido vencido por la priísta Maria Elia Cabañas Aparicio, una candidata prácticamente desconocida.
Caso similar lo fue el de Ruth Hernández, que también fue derrotada por la priísta Mayra Robles Aguirre, que tampoco tiene trayectoria política, salvo el hecho de ser hermana del Alcalde de Playas de Rosarito, Javier Robles Aguirre.
En la actual legislatura federal, las ocho diputaciones de Baja California, las ostentan los panistas. Ahora solamente tendrán una. Por lo que respecta a la posición de Ernesto Ruffo en el Senado, también podrían perderla, si los priístas la impugnan por tener doble nacionalidad y no acreditar haber renunciado a la nacionalidad estadounidense, como lo exige la legislación mexicana.
Y si los panistas insisten en preguntarse ¿Por qué perdieron los comicios del 2010 y ahora los del 2012 en Baja California? Pues casi cualquier ciudadano de la entidad podrá responderles. Por el cinismo, la frivolidad y la corrupción con que se condujeron estando en el gobierno estatal y los municipales.
Los panistas acusan a los priístas de ser corruptos, pero los panistas, además de corruptos, son insensibles en extremo, soberbios en exceso y cínicos sin límite alguno. Así mismo, conjugan a la perfección el verbo tapar. Yo te tapo, tú me tapas, ellos nos tapan, nosotros nos tapamos.
Basta recordar el caso del diputado local de apellidos González Ortega, que siendo Presidente de la Legislatura, policías municipales lo sorprendieron intoxicado, no se sabe si con bebidas embriagantes o incluso con drogas, pero que además le encontraron bolas supuestamente de cocaína. No obstante el escándalo, sus compañeros de partido determinaron que era improcedente desaforarlo y exigir que se le procesara penalmente. El individuo continuó en el puesto, cobrando su sueldo, sin hacer nada.
Ese asunto, más otros muchos, como el trató excesivamente generoso del exGobernador Eugenio Elorduy Walter a la trasnacional Sempra Energy, que le permitió colocar un gasoducto en el centro de la vialidad conocida como Corredor Milenio, o algo así, sin costo alguno, o el caso del Gobernador Osuna Millán, que se niega a indemnizar a una familia que fue afectada con la construcción de dicha vialidad, desacatando orden de juez federal, lo que le podría llevar a ser destituído antes de concluir su gestión y ser enviado a la cárcel.
Todo ese tipo de cosas, van generando un fenómeno social que se llama antipanismo, que se forma con el coraje, la frustración, la decepción de los bajacalifornianos ante la soberbia, la prepotencia, la insensibilidad, frivolidad y corrupción de los panistas en la función pública. Algo similar a lo que les pasó a los priístas en el 2000.
El día de ayer, con pena y todo, el Gobernador Osuna Millán se puso la cacucha de jefe del panismo en la entidad y reconoció la derrota de los blanquiazules. Obviamente no se la adjudicó, pues incluso dijo que el impacto de las acciones del gobierno se verán en los comicios del 2013, durante la sucesción de la gubernatura estatal, y que entonces se reflejará en los resultados electorales la evaluación de los bajacalifornianos respecto de su gestión gubernamental.
La verdad es que el mérito de esta derrota panista, al menos en la entidad, le corresponde a Osuna Millan. Como también le corresponderá la anunciada derrota del 2013.
gil_lavenants@hotmail.com
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