Por Gilberto Lavenant
Los políticos, y sus adeptos, simpatizantes o seguidores, quisieran convertirse en rectores de la opinión pública. Quisieran, que sólo se publicara o dijera, lo que les conviene, lo que es afin a sus intereses.
Periodista que informa, opina, escribe o manifiesta cuestiones contrarias a los intereses de su candidato o partido, lo acusan de ser un periodista vendido. Para considerar que se trata de un periodista valiente, honesto, ajustado a la verdad en su labor periodística, debe criticar al contrario y favorecer a los de casa.
Y no sólo eso. Creen que la verdad, la puritita verdad, es la que manejan ellos, no la que abordan o señalan los periodistas, aunque la verdad de ellos sean infundios, verdades a medias, aseveraciones temerarias y sin sustento. En el menos peor de los casos, verdades manejadas con fines malévolos, para afectar al contrario.
La regla de oro de los políticos, de sus adeptos, simpatizantes o seguidores, es la de “ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio”. Y esto es igual para todos los políticos, de todos los partidos. Pero eso son los riesgos y las ingratitudes de la crítica periodística. Se reconoce su valía, solamente cuando favorece a alguien, ya sea porque se le adula, o porque se critica a sus rivales.
Los críticos o analistas políticos, son los malqueridos. No son invitados, ni bienvenidos, a casi ningún evento. Sobre todo si en dicho evento surge algún incidente que, al publicitarse,
afecte a alguno de los organizadores o invitados especiales. Eso es cierto.
Periodistas, vendidos, según los políticos de las izquierdas, son los que dicen u opinan que López Obrador, es un lobo con piel de oveja, que solamente es amoroso de los dientes para afuera. Quizás quisieran escuchar decir que el tabasqueño es el mejor de los cuatro candidatos presidenciales. Que es el hombre que gobernaría mejor al país. Que es el hombre que México requiere en estos momentos de crisis. Que es el salvador de los mexicanos. Eso quisieran.
Algo similar resulta con las críticas hacia doña Josefina Vázquez Mota. La política que presume que es diferente, diferente a la mediocre que estuvo al frente de Sedesol en el sexenio de Vicente Fox y que como Secretaria de Educación Pública, nada más no pudo con la maestra Gordillo, aunque ahora como candidata le echa pullas y le lanza amenazas. Sus defectos o fallas, se los señalaron sus propios compañeros de partido, durante la precampaña. Ahora se molestan porque alguien se los señala o recuerda. Quien les entiende.
En el caso de Gabriel Quadri, candidato del Panal, es como un huérfano político. Su “madrastra” es la maestra Gordillo, lo dicen aquí y allá, y aunque él mismo la niega. Existe, políticamente, porque Elba Esther lo decidió. De lo contrario, seguiría en el anonimato. Quizás sea un buen catedrático, pero como político, no conoce ni la “o” por lo redondo. Pensar que llegase a ser Presidente de México, es casi como imaginar a “un chivo en cristalería” o el caso de “el burro que tocó la flauta”.
Lo que más controversias genera, y más riesgos o descalificaciones enfrenta quien le refiera, es el caso del candidato presidencial priísta, Enrique Peña Nieto. Le llaman producto de una televisora, el político que promete y no cumple, el que no sabe leer, y tantas cosas más.
“Gracias” a las “campañas negras”, el Estado de México ha sido promovido en todo el país. Los críticos del mexiquense, con la cantaleta de “el que promete y no cumple”, quisieran dar como cierto que como Presidente de México no cumplirá lo que prometa. Las dimensiones entre una gubernatura y la primera magistratura, no tienen punto de comparación.
Por la red, circulan tantas acusaciones, como les ha sido posible. Los opositores a Peña Nieto quisieran que todos los periodistas las repitieran como si fuesen verdades plenas, sustentables y acreditadas. Y sin el ánimo de defender al priísta, los ajenos dedican más tiempo en descalificarlo y acusarlo, que en promover las propuestas de sus respectivos candidatos.
Los ajenos, en base al desliz de la Feria del Libro en Guadalajara, han tratado de establecer la especie de que Peña Nieto es un “cara de niño bonito”, con “cabeza hueca”. Decía, Andrés Manuel, antes del debate, que Enrique no quería debatir, porque no podía articular frase alguna. En el primer debate, artículó más de una frase y se defendió bastante bien.
En base al evento con los estudiantes de la Universidad Iberoamericana, se ha pretendido pintar como si todos los jóvenes de México rechazaran o repudiaran al candidato priísta. En menor o distinta proporción, los demás candidatos presidenciales también han tenido rechazo o reclamos en eventos o condiciones diversas.
Pero si pretenden establecer, luego de ese evento, que los jóvenes mexicanos prefieren a cualquiera de los otros tres candidatos presidenciales, habría que analizarlo con más detenimiento. Siendo honestos, con todo y los riesgos que ello implica, Peña Nieto es el menos peor de los cuatro. Digan, lo que digan.
Además, que quede claro, los mexicanos no votarán, el 1 de julio próximo, por un “cara de niño bonito”, por una mujer que afirma que es diferente, gracias al botox, porque de ahí en adelante es la misma funcionara “ibm” de Fox y de Calderón, por un gruñón que en el ocaso de su vida se torna, supuestamente, en amoroso, o por un “profesor chiflado” que se atreve a negar “la cruz de su parroquia”, pues asegura desconocer a la maestra Gordillo, cuando todo mundo sabe, como lo dice Vázquez Mota, que es su “patrona”.
Los mexicanos no van a votar solamente por un hombre o por una mujer, sino por una estructura, por un equipo. Lo que cada candidato diga, se cumplirá, se hará realidad, en la medida de la solidez del equipo que los propone y acompañe.
gil_lavenants@hotmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario