* Paulette, Quién Cree el Cuento
Por Ricardo Alemán
Hace más de un mes y antes de lo que algunos pregonan—, aquí adelantamos que el gobierno de Peña Nieto perdonaría las torpezas de su procurador Alberto Bazbaz, y que el “control de daños” se daría “por la teoría del accidente” de Paulette.
El pasado 21 de mayo, en conferencia de prensa, Bazbaz concluyó lo que aquí adelantamos 29 días antes; que la muerte de Paulette había sido producto de un accidente. Y 24 horas después —sábado 22 de mayo—, el gobernador Enrique Peña no sólo confirmó el perdón a su torpe procurador de Justicia, sino lo ratificó en el cargo. “Va bien”, dijo.
¿Por qué fue posible conocer con 30 días de anticipación la salida política —que no solución—, que daría Peña a la mayor crisis de confianza que ha vivido su gobierno? No se trata de buscar una bola de cristal, al más audaz lector del futuro o jugar un volado. El asunto es más sencillo. Resulta que el gobernador mexiquense, sus asesores políticos y mediáticos, y sus referencias del poder, vienen del viejo PRI.
Es decir, que Peña Nieto es un político y gobernante no sólo chiquito y predecible, sino que piensa, decide y actúa como pensaban, decidían y actuaban los viejos políticos y gobernantes del PRI. Sólo bastó consultar a un viejo y colmilludo político de los tiempos de gloria del tricolor —consultarlo sobre cómo operaría el control de daños en el caso Paulette—, para llegar a la misma conclusión que llegó Peña Nieto. Pero no es todo. ¿Que cómo se metió a ese entuerto, y cómo le afectará?
Todo comenzó con la designación de Bazbaz como flamante procurador de Justicia de su gobierno. Pero resulta que —como ocurrió con todo su gabinete—, Peña repartió cargos por compromisos, no por habilidades, cualidades y facultades. Pero además, ya con el escándalo encima, el gobernador entendió que toda la parentela de Paulette debía ser exonerada, también por compromisos políticos. Sólo siguió el librito.
Así lo dijimos en el Itinerario Político del 21 de abril “Los gobiernos capitalino y mexiquense empeñan esfuerzos titánicos de “control de daños no sólo para salvar de la desgracia política a sus procuradores de Justicia, sino para maquillar el descrédito que contamina las aspiraciones presidenciales de Enrique Peña Nieto y Marcelo Ebrard”.
En el caso de Bazbaz, “el control de daños vendrá por la teoría del accidente”, ya que sólo así conciliarán el cochinero de la investigación y los compromisos políticos. Sin embargo, lo que calcularon mal “los genios” de Peña Nieto, es que los mexicanos de hoy ya no se chupan el dedo. ¿Quién cree el cuento del accidente de Paulette? Al tiempo.
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