TEXAS.- Los cárteles del narcotráfico que operan en Estados Unidos cuentan con un ejército conformado por ex policías, ex militares, jóvenes de entre 13 y 19 años, así como por mujeres.
Sus misiones están bien definidas. Los más experimentados se dedican a la compra de informantes. Las mujeres, a seducir agentes y sobornarlos. Los jóvenes vigilan cargamentos, transportan droga y la venden.
Los soldados del narcotráfico estadounidense, como los define Antonio Castañeda, jefe de la Policía en Eagle Pass, Texas, “han adquirido poder y estructura”.
“Muchachos de 18 o 19 años traen camionetas de 60 mil dólares. ¡Y no trabajan!... Todo eso no cuadra”, explica.
En Laredo, el alcalde Raúl Salinas reconoce que para los jóvenes es más atractivo integrarse a las organizaciones del crimen organizado para trasladar droga, que entrar a un McDonald’s. “Nadie quiere trabajar allí”.
El agente Ángel López, del condado de Webb, explica la función de vigilantes y distribuidores que desempeñan los más jóvenes: “Utilizan su Nextel para guiar los cortos desplazamientos de carros cargados con droga o para venderla a los adictos. Las leyes de Texas no permiten encarcelar a los menores de 16 años, por eso los eligen. Todos son muchachitos de entre 13 y 15 años. Les pagan como 300 o 400 dólares cada semana”, agrega.
El alcalde de Laredo reconoce que hay elementos corruptos, “sin duda”; pero, aclara, no hay dependencias quebradas. En el mismo sentido, Castañeda admite que en Estados Unidos también se dan los sobornos.
Las operaciones de las organizaciones del narcotráfico en Estados Unidos “son inmensas”, pero nunca se verá una aceptación de ello, afirma Antonio Payán, investigador de la Universidad de Texas en El Paso.
Una muestra de la expansión de los cárteles es Laredo, que se ha convertido en bodega del narco. Esta localidad es el puerto fronterizo de mayor actividad comercial con México.
Joe Baeza, portavoz del Departamento de Policía local, comenta que drogas, armas y dinero se ocultan en miles de bodegas, cajas de trailer y vehículos particulares.
La intensa actividad comercial ha detonado enormes complejos de bodegas entre vías de ferrocarril y carreteras secundarias, los cuales, expresa Baeza, son utilizados ahora por narcotraficantes para ocultar drogas. “Es como si escondieran una hoja en el bosque”, describe el vocero policiaco.
A esa zona, agrega el agente López, se traslada la mayor parte de la droga que llega de México. Y para tratar de contener el fenómeno, decenas de elementos, encubiertos y uniformados, merodean los alrededores. Son la gran defensa norteamericana contra las drogas. La misma fuerza desplegada en la frontera con México, cuyo éxito operativo es cuestionable.
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