Por J. Antonio Aspiros V.
El activismo de los grupos de derecha en el movimiento estudiantil mexicano de 1968 fue mínimo y marginal, según se documentó en los primeros artículos de esta serie. En cambio, desde que comenzó el conflicto en julio de aquel año, la izquierda local fue acusada de filtrarse en él y de manipularlo; también se dio vuelo a la teoría de una conjura internacional y hubo quienes sugirieron como sus promotores a gobiernos comunistas..
El presidente Gustavo Díaz Ordaz nunca pudo probar su hipótesis de la conspiración, si bien el movimiento tuvo militantes y simpatizantes de la izquierda y otras tendencias, y también se dio la tentación de radicalizarlo.
Coincidencia o no, el 26 de julio de aquel año se mezclaron camino al Zócalo de la Ciudad de México dos marchas: la de los estudiantes del Politécnico y la de las Juventudes del Partido Comunista, y debido a actos vandálicos se produjeron choques con la policía. Si en los enfrentamientos del día 23 se había mencionado la intervención de "manos extrañas", "pandilleros" y "agitadores" sin rostro ni nombre, en los del 26 hubo señalamientos más precisos.
Fueron acusados diversos grupos de izquierda como los responsables. En el diario El Universal, el doctor y reportero Antonio Lara Barragán citó, sin fuentes ni pruebas, que los desórdenes estuvieron a cargo de "Agitadores del Partido Comunista de México, de la Central Nacional de Estudiantes Democráticos, de la Línea Trostquista, del 'Movimiento de Liberación Nacional', del Movimiento '28 de Julio' y las 'células' de la Juventud Comunista del Instituto Politécnico Nacional y de las escuelas de Ciencias Políticas y Sociales y de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México".
En su nota para Novedades, Guillermo Estrada Unda mencionó que 76 "agitadores comunistas" estaban detenidos y "la policía busca a otros doscientos". Y anotó también, que "La policía tiene pruebas de que en realidad los agitadores comunistas actúan a fin de crear un ambiente negativo para México durante los Juegos Olímpicos". Una acusación que mencionó la prensa de la época, espejo del régimen, pero que nadie probó.
Sin embargo la cacería de izquierdistas continuó durante la vida del movimiento estudiantil, y aún después. El 2 de agosto, mientras en Guadalajara Gustavo Díaz Ordaz llamaba "algaradas en el fondo sin importancia" a los sucesos y ofrecía su "mano tendida", en la capital del país cinco miembros del Partido Comunista -entre ellos Gilberto Rincón Gallardo, según la nota de Excélsior- eran consignados por "asociación delictuosa, daño en propiedad ajena, sedición y ataques a las vías generales de comunicación", cargos que ellos negaron.
El 10 de noviembre, cuando ya las balas en Tlatelolco habían acallado todo y se había celebrado con éxito la Olimpiada, el Partido Comunista Mexicano recordó el aniversario de la Revolución Rusa y en la ceremonia fue leído un mensaje de los "presos políticos".
La alumna del Politécnico Marta Servín se refirió en ese acto a la participación de la Juventud Comunista en "los combates que lo estudiantes mexicanos están librando, cada vez con mayor frecuencia y claridad de objetivos", acerca de los cuales el periódico El Día, que publicó la versión, no ofreció detalles.
Diez años más tarde, el sociólogo Javier Molina escribió en la Revista de la Universidad de México que los miembros del comité de lucha de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales habían participado en el movimiento estudiantil desde "cuando menos" 1966, "y en cierto modo éramos herederos del Partido Estudiantil Socialista, fundado a principios de los sesenta en torno sobre todo del apoyo a la revolución cubana".
"Bastante politizados", testimonió Molina, los alumnos de cuatro facultades de la UNAM formaban "el sector más avanzado de la izquierda estudiantil universitaria", incluida "una minoría socialista, que integraban algunos miembros, más que de los partidos, de los pequeños grupos políticos de entonces, como la Liga Comunista Espartaco".
Dentro del movimiento estudiantil de 1968 hubo representantes de diversas ideologías, militancias y tendencias. No tuvo una orientación comunista, por más que en mantas y volantes apareciera el 'Che' Guevara -ícono de la rebeldía hasta la actualidad- y como lo señaló al semanario Milenio (24-VIII-1998) el autor del libro Los archivos de la violencia, el investigador Sergio Aguayo Quezada, "no existe prueba ni en archivos mexicanos ni en extranjeros", de que "fuerzas extrañas alentaron y apoyaron el movimiento".
Durante un coloquio a 25 años de aquellos sucesos, Gilberto Guevara Niebla, quien formó parte del Consejo Nacional de Huelga, también sostuvo que el movimiento "no fue dirigido por fuerzas extrañas, por partidos comunistas, por agentes de la URSS, por agentes de la CIA", según reportó en el diario El Nacional (27-IX-1993) el maestro Jorge Calvimontes.
De cualquier manera, reveló Juan Arvizu en El Universal (10-VIII-2008) con datos del Archivo General de la Nación, agentes de seguridad del Comité Organizador de la Olimpiada "vigilaron a activistas radicales (…) que repudiaban la realización del evento internacional, y trabajaron para disuadir eventuales planes de protestas que pudieran ocurrir en alguna instalación olímpica". La información no da nombres de esos "activistas radicales" y sólo menciona a algunos membretes estudiantiles.
Juan Veledíaz escribió en la edición especial # 11 de Proceso (2-X-2002) que la KGB soviética se mostró sorprendida y satisfecha "ante la vehemencia y la duración de estos disturbios"; un agente del G-2 -que es la inteligencia cubana- "fue detectado como enlace con grupos estudiantiles", y la CIA estadunidense "tuvo vía libre" y espiaba la embajada soviética. Hubo acercamientos de agentes rusos y cubanos con algunos estudiantes, pero no una participación, y menos orientación del movimiento.
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