Por Julio Pomar
El asunto del momento, que lo es desde hace 24 meses, dos años casi cumplidos, es la gobernabilidad del país bajo Felipe Calderón y la derecha yunquista y sobre todo empresarial que, cada vez más, lo rodea y lo determina. A lo que se ve de estos 24 meses, Calderón y su administración pública se mantienen allí más por la fuerza de la inercia que por otra cosa. En estos 24 meses no se puede hablar de ninguna obra o de ningún acto de gobierno que merezca ese nombre, igual que en los de su antecesor, el zafio Fox, ahora contratado para hacer campaña por los diputados panistas, ya que estos andan muy parcos de arrastre. O sea, se trata de ocho años en que no se puede hablar de ninguna obra o acción importante en beneficio de la sociedad o de la nación. Los ocho años que la derecha lleva gobernando al país, sin gobernarlo..
Ni es ni podrá ser el “presidente” del empleo. Ya se ve cómo los empleos no crecen, sino decrecen con el paso de los meses. Su mafioso secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, con un desparpajo que espanta, considera natural y normal que no se hayan podido concretar las promesas de empleo suficiente y ni siquiera más o menos bien pagado, debido a muchas cosas, que no se reprime de inventar, pero que hoy le echa la culpa a la crisis financiera que recorre las bolsas de valores del mundo y que ya están pegando en la línea de flotación de la endeble barca calderonista. Pero que antes de esa crisis ya la estaban pegando a México, simplemente debido al modelo de política económica asumido por Calderón y socios. No habrá avance material mientras el gobierno federal no se consagre a abrir espacios a los amplios sectores populares y medios en la recepción de los beneficios que genera la actividad económica, y mientras siga protegiendo a los grandes capitales, a cuyo beneficio consagra más esfuerzos que el peor de los gobiernos neoliberales priístas, que fue el salinista.
No es un triunfador en su batida por la seguridad pública y contra el crimen organizado y el narcotráfico. Cada vez que algún personero de esta administración abre la boca para aplaudirse a sí mismo, crecen los asesinatos y ejecuciones del narco. Prueba, para los calderonistas, de que están “triunfando” en su lucha contra el narco, pero que para cualquier observador poco avisado sólo significa que esta administración lleva las de perder en esa lucha. Por lo contrario, le brotan los problemas. Como es el caso del hijo del empresario deportivo Alejandro Martí, asesinado por sus secuestradores, y como el de la hija del promotor deportivo Nelson Vargas, quien ha tenido que proclamar la poca progenitora de las agencias de represión del delito a más de un año de ocurrido el secuestro de Silvia Vargas. Y como, en fin, es el caso de las denuncias de corrupción y complicidad de sus más altos jefes de la seguridad pública con los narcos, que están dejando un apestoso tufo de prodredumbre en esas altas esferas, pero que Calderón ignora y se lanza a exculparlos sin esperar a que rindan frutos las averiguaciones que se llevan a cabo.
Tampoco puede decirse que sea o esté siendo un ganador en la batalla por la producción y el comercio. Todos en el ámbito empresarial se quejan amargamente de la depresión que sufre el mundo de los negocios en su totalidad, con las raras excepciones de quienes con un poder de capital suficiente para sortear tal depresión.
En el ámbito de los medios de información el panorama no puede ser más sombrío, sobre todo desde que su manejador de asuntos de prensa, un ex timbiriche llamado Max Cortazar, se dedica a golpear a los medios escritos que expresan opiniones críticas sobre el actual estado de cosas, negándoles el acceso a unos recursos que son públicos, no privados, ni mucho menos propiedad de los funcionarios que por el momento los administran, como son los casos de la revista “Forum”, o el de la ya desaparecida revista “Quehacer Político”, o el de la revista “Contralínea”, que está en el filo de la navaja de desaparecer. Y si a estos hechos agregamos las “ejecuciones” de periodistas por parte del crimen organizado, tendremos un cuadro bastante completo de la inepcia de esta administración pública, que dice que perdurará en su continuidad hasta el año 2030, 22 años adelante del que vivimos.
En tales condiciones, todo parece indicar que si bien el PRD, por sus divisiones internas no podrá avanzar en el ánimo electoral de muchos, el PRI se apresta a renovar sus lauros antiguos, pero sólo sobre la base del fracaso continuo del calderonismo en todo quehacer en que se ve metido. Lo cual indica que a todo lo que diga esta administración calderonista habrá que creerle todo, pero al revés. Si ella dice que triunfa, es que fracasa; si ella dice que va hacia delante, es que para para atrás, etc. El problema no es de que se dude de su eficacia, sino que no hay nadie, ya, que dude de su ineficacia. Y eso se llama, simple y sencillamente, desgobierno.
pojulio2@gmail.com
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