Por Odilón García
Las jóvenes asiáticas tienen algo en común. Caminan en la Universidad de California en La Joya, con la certeza de saber con precisión qué es lo que quieren….
Han dejado los colores negro y blanco del clásico traje chino con botones de bambú por la minifalda, las sandalias y el pantalón de mezclilla a la cadera. Pero eso es solo la superficialidad, en realidad buscan las mejores calificaciones. Su obsesión por la perfección es evidente en sus libros bien cuidados, en sus anteojos limpios, son una generación de profesionistas adaptados a los distractores de la vida universitaria capitalista con un corazón bien puesto en su natal Hong Kong, Fujian, Guandong, Chengdu, Taiwan, Xinjiang poblaciones, entre muchas otras expulsoras de cerebros.
Los asiáticos son los mejores estudiantes del mundo.
Las mujeres son las más aplicadas:
En el césped, solas, tranquilas hojean los libros de ingeniería, pasan sus ojos por las gráficas de funciones y escriben aparte anotaciones con símbolos chinos y ecuaciones diferenciales. Aproximarse a ellas no es difícil, a nadie le ponen atención, están hipnotizadas, absortas en su mundo científico que flota en cada aula de la Universidad que ha dado al mundo un total de 8 grandes hombres galardonados con el premio nobel en las áreas de Microbiología, Fisiología y Economía.
Bajo ese ambiente crecen los estudiantes.
En esta ciudad con calles, automóviles y miles de alumnos en los pasillos, avenidas, en la megabiblioteca (una gigantesca estructura de concreto similar a un diamante) se da la vida cotidiana, envuelta por árboles frondosos, eucaliptos, abetos, coníferas de 40 metros, flores de colores y sonrisas amables.
En otro espacio, los microscopios, las pipetas, matraces, el crisol de porcelana, los agitadores de cristal, tubos de ensayo, en un laboratorio totalmente iluminado donde destaca el aparato de centrifugado, el viejo mechero de bunsen que acompañó a Luis Pasteur en sus descubrimientos contra la rabia. Ahí estaba todo lo necesario para crear, pinzas para tubos, para crisoles a alta temperatura, pipetas, goteros, embudos de cristal, alambre de asbesto, tubos de hule látex, termómetros de lápiz, medidores de PH y además grandes máquinas de calor húmedo a presión para observar el proceso de coagulación de la proteína.
En todo laboratorio destaca su propio cuarto de descontaminación y el cúmulo de reactivos ubicados casi en la misma repisa donde están las publicaciones de los que ahí trabajan, de los científicos y los pasantes de doctorado.
El laboratorio del Doctor ROGER TSIEN se extiende a lo largo de todo un piso. Uno de sus colegas entra a saludarlo, pero está encerrado a piedra y lodo en su cubículo, es un hombre tímido que no le gusta la fama, ni la gloria, pero ahora, con sus descubrimientos que le valieron el premio nobel de Química molecular, tiene que enfrentarlo. Es, lo que no quería ser: un hombre famoso.
TSIEN, el solitario, es el más popular del momento. El doctor TSIEN se localiza en el tercer piso del edificio GEORGE PALADE DE FARMACOLOGIA y está prácticamente exhausto de recibir a periodistas internacionales, el teléfono no deja de sonar todos quieren escuchar un “sí” o un “no” de este genio nacido en New York.
En la mesa de servicio, frente a su cubículo, hay un pastel a la mitad, La santidad de su laboratorio ha quedado atrás, ahora es un lugar público. Sus colegas reconocen su sencillez y su determinación por investigar y llegar con tesón hasta el final de sus experimentos.
--Si él tiene una característica es esta –dijera uno de sus amigos investigadores— le gusta plantearse problemas matemáticos y químicos dificilísimos sin tener ningún tipo de predisposición negativa, entonces él hace experimentos y cosas que el resto de la gente diría esto jamás va a funcionar así que no vale la pena tratarlo.
El premio nobel de química por la Academia de Ciencias en Noruega lo comparte con otros dos científicos (el japonés Osamu Shimomura y el también estadounidense Martin Chalfie) sus observaciones en la medusa dieron como resultado el poder separar compuestos químicos para colorar el interior de una sola célula y darle seguimiento en sus procesos internos.
El único de sus amigos llega al laboratorio:
--Aquí es donde se fabrican los premios nobel? –todos sonríen al escucharlo pero nadie dice nada, él continúa—quiero que me tiren todos estos muebles viejos eh! Me dan una lista de todo lo que les haga falta. Quiero todo nuevo –voltea a ver a los extraños que nos encontrábamos ahí y continúa con la broma aún más animado— tiren todo! No quiero cosas de hace una semana, todo nuevo, vamos a pintar el laboratorio y ya estoy mandando instrumentos nuevos, quiero más premios nobeles aquí.
La investigadora Quyen Nguyen, especialista en bioquímica y el doctor Michael Lin, quien realiza su postdoctorado sonríen y saludan al mejor amigo de Tsien, el doctor Charls Zuker, un investigador del Howard Hughes Medical Institute, edificio vecino del laboratorio Tsien.
Con un enorme sentido del humor bromea y luego se retira a su oficina. Así definiría a su amigo:
“…Es muy tímido, pero cuando habla, habla cosas de peso y muy simpático, lo que pasa es que tiene que conocerte para abrirse”
Para Zuker, su amigo abrió una puerta fundamental para otros investigadores, les dio una herramienta con la amplia gama de coloración para dar seguimiento a la vida celular, con esto el hombre dejará atrás la suposición acerca del comportamiento celular y ahora sí podrá ver en su interior. En resumen, creó un nuevo instrumento para que otros científicos hagan sus propios descubrimientos.
En entrevista, dijo de manera muy sencilla:
Es como colocarle un teléfono celular a nuestro hijo, lo mandaría una señal constantemente de dónde está, si está vivo, si está muerto con quien platica, con chicos malos o con gente buena. Es seguirlo permanentemente, de eso trata el experimento”
De niño fue delicado de salud y aprovecho esta situación para prácticamente vivir en el sótano de su casa donde trabajaba y ensayaba experimentos que ahora revolucionarán sin duda el difícil esquema de atención del cáncer.
--Qué le diría a los jóvenes de Tijuana? –le preguntamos— tenemos muchos problemas, sobre todo de violencia.
--Bueno, --dijo pensando la respuesta-- traten de evadir esos problemas y si pueden, hagan ciencia, es una forma de ayudar a la gente, es la forma que yo conozco. Obviamente hay muchas otras! No escuchen cuando la gente con más edad les diga que es totalmente imposible, tienen que respetarlos de alguna manera, pero tendrán finalmente que encontrar su propio camino!”
El doctor TSIEN es el más joven de los tres que comparten en premio novel otorgado junto con 10 millones de coronas suecas, algo así como un millón y medio de dólares.
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