Por Teresa Gurza.
Esta semana, mientras el gobierno de López Obrador gastaba millonadas que hacen falta para otras cosas en la promoción de una ridícula revocación de mandato que solo busca satisfacer su ego, seis hermanitos oaxaqueños de entre 6 meses y once años, murieron quemados en Juxtahuaca de Coicoyán de las Flores, uno de los municipios más pobres de México.
Y según informó El Universal del pasado 27 de marzo, su madre fue detenida y será procesada por “homicidio culposo y daño en una propiedad” acusada de la muerte de sus niños y la destrucción de la paupérrima choza de cartón y lámina que habitaban.
La culpan de descuido porque a las 5 de la mañana prendió el fogón y fue al molino por masa para las tortillas, único alimento del día que daba a sus niños con a veces alguna sopita y cuando regresó, todo ardía.
La tragedia de esta familia es consecuencia de la desigualdad, que afrenta a México; creo que no hay mal mayor, que el de niños que viven y mueren marginados y con hambre.
Según el último informe de Oxfam titulado Las desigualdades matan, la desigualdad inunda todos los aspectos de la vida y afecta principalmente, la salud.
Por falta de servicios sanitarios, fallecen en el mundo 5 millones 600 personas cada año; cifra similar a las muertes totales por el Covid 19.
La balanza nunca ha estado equilibrada, pero el coronavirus la empeoró al empujar a 160 millones de personas a la pobreza y deteriorar la economía del 99 por ciento de la población mundial, aumentando hambre, sufrimientos, muertes, carencia de servicios de salud, discriminación por raza, crisis climática y violencia de género.
Y han sido las mujeres las más afectadas, porque fueron las primeras en quedarse sin empleo y porque el confinamiento hizo de sus casas, lugares aún más inseguros y aumentó abusos y feminicidios.
Asegura la OMS, que una de cada cuatro mujeres del mundo sufre violencia antes de cumplir 50 años y que en el 90 por ciento de los casos, las violaciones ocurren en el ámbito familiar; cifra que puede ser mucho mayor, porque no todas denuncian.
Y Oxfam explica “La pandemia aumentó la vulnerabilidad… disminuyó en casi una década y media la esperanza de vida de los pobres… amplió la brecha entre los que no tienen casi nada y los que no saben qué hacer, con tanto… incrementó las desigualdades”.
Millones de familias no han podido solventar los gastos causados por el coronavirus; hospitalizaciones, oxígeno, medicamentos, tratamientos, cuidadores y finalmente la muerte de alguno de sus miembros.
Un artículo de Noor Mahtani publicado por la BBC el 20 de enero, dando cuenta del informe referido, precisa que solo el uno por ciento de la humanidad no vio deteriorados sus ingresos en los dos años de pandemia; por el contrario.
Las diez personas -todos hombres- más ricas del planeta, duplicaron su fortuna como resultado del Covid-19.
Cada cuatro segundos, uno de estos 10 billonarios está ganando 52 mil euros… y cada cuatro segundos, un ser humano muere a causa de la desigualdad; 21 mil cada día.
Y doscientos cincuenta y dos de los hombres más ricos, tienen juntos más recursos que todas las mujeres y niñas de África y Latinoamérica.
América Latina era ya, era la región más desigual antes del 2020 y el Covid amoló la vida de sus habitantes y ocasionó el 30 por ciento de las muertes totales, pese a que su población es de apenas el 8 por ciento de la mundial, indica Simon Ticehurst director regional de Oxfam.
Y en África, seiscientos millones sobreviven bajo niveles de pobreza y alrededor de 67 mil mujeres, mueren anualmente a consecuencia de la mutilación genital o asesinadas por su pareja o expareja.
“No queremos atacar a las personas, ni decir que los multimillonarios son responsables” advierte Ticehurst y acusa “al sistema”.
“Es el sistema el que debe tratar de recuperar parte de esa acumulación de riqueza extraordinaria, que ellos ganaron a costa del resto”.
Propone para lograrlo, un impuesto solidario y “medidas excepcionales para momentos excepcionales”, como sistemas fiscales más progresivos que de verdad redistribuyan la riqueza.
Gabriela Bucher, directora ejecutiva de Oxfam Internacional, es algo más crítica.
“Los multimillonarios, dice, han tenido una pandemia de lujo. Los bancos centrales inyectaron miles de millones de dólares a los mercados financieros para salvar la economía mundial, pero gran parte de esos dineros fue a dar a los bolsillos de los más ricos”.
Lo que hace falta, sintetiza, es imaginación y voluntad para liberarnos del asfixiante modelo neoliberal que nos ha llevado a donde estamos.
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