Por Teresa Gurza.
La preocupación central en la vida política y académica de Pepe Woldenberg ha sido la defensa de la democracia y a ella ha dedicado libros, conferencias y no pocos de sus artículos periodísticos semanales.
Su afán por explicar y defender el largo y difícil camino de México para tener instituciones democráticas le ha ganado la confianza de los mexicanos y fue por ello, el primer consejero presidente del IFE, hoy INE, que mucho le debe de la credibilidad con la que hoy cuenta.
Recientemente salió su libro Contra el Autoritarismo, de Ediciones Cal y Arena; que compendia su opinión sobre el gobierno de López Obrador, su temor de que nos regrese al hiperpresidencialismo y su convicción de que somos una sociedad plural que debe ser respetada.
Analiza en él Woldenberg, cuestiones que a todos nos afectan y molestan del actual gobierno y ofrece su perspectiva para el futuro: combate a la corrupción, edificación de condiciones para la seguridad y políticas contra las desigualdades, que deben estar colocadas en los primeros lugares de la agenda nacional.
El libro contiene una Presentación y los capítulos México, Democracia a la defensiva, Pulsaciones antidemocráticas, Pandemia y Democracia, Actualidad de Juárez y Miscelánea.
Y desde el inicio asienta, que se confirma que lo edificado por varias generaciones en materia democrática puede no solo reblandecerse sino incluso desaparecer; porque el presidente no comprende ni valora la legalidad a la que debe someterse; no asimila que el Poder Ejecutivo no es la única voluntad en el escenario y ha convertido en costumbre, la descalificación de todo juicio contrario al suyo.
Sobre uno de los objetivos fundamentales del actual gobierno, que es el cambio de régimen, Woldenberg advierte:
“El enunciado me resulta vacío, pensé que el artículo 40 constitucional era una base normativa avalada por todos. Somos una república, representativa, democrática, liberal y laica”.
Y tras desmenuzar esas cinco características, precisa que AMLO las viola al buscar concentrar el poder, adjudicarse diputados que no le corresponden, enviar superdelegados a los estados y difundir una “cartilla moral.”
Se pregunta si se ha debilitado el Estado con la sustracción de recursos humanos y materiales “que nadie se ha tomado la molestia de explicar de dónde salen y a dónde se dirigen. Qué se logra y dilapida… Qué se gana y qué se pierde con ese manejo presidencial… y si la barredora no se está llevando lo bueno, lo malo y lo feo.”
Y lamenta que en México y otros países, los presidentes procedan como cuasi monarcas investidos de poderes absolutos y que haya tantos que lo ven no sólo normal, sino incluso venturoso.
Para Woldenberg, “el simplista, pero pegador discurso que atribuye todas las culpas y taras a la mal llamada clase política, reduce la complejidad de la vida política y erosiona la legitimidad de los partidos y las instituciones estatales.”
Cuestiona la pretensión presidencial de colonizar el Estado colocando gente afín en los poderes legislativo y judicial y los organismos autónomos.
Y demanda un acuerdo dialogado y negociado que no deje de lado a empresarios y trabajadores como el presidente ha hecho.
Anticipa que las cosas pintan mal, porque además de todo, las crisis de salud y económica han dejado su estela de destrucción.
Evoca la seguridad y confianza de los años cincuenta y sesenta, cuando las casas no se cerraban con llave; las calles eran para los niños escuela y lugar de recreación, juego, amistades duraderas y odios rancios; pedir y dar aventón era una “rutina gozosa” y confiar en los demás algo común.
Y sugiere se estudien las dolorosas circunstancias que llevaron a las situaciones de inseguridad y miedo, que hoy vivimos.
Calificando de “asuntos no menores” la contradicción que priva en el gobierno entre ilustración y oscurantismo, sostiene que parecía que el tema estaba más o menos resuelto “pero hoy está generando una enorme tensión e incertidumbre al confundirse los planes de la política con los de la fe religiosa.”
Anota que las libertades de expresión y prensa son fomento de la democracia y suprimirlas, es lo primero que hacen las dictaduras de izquierda y derecha.
Y que el tema de echarle la culpa de todo lo malo al pasado “ya no da para más y la situación actual demanda respuestas inéditas que de no producirse convertirán el presente en el pasado ominoso de las generaciones emergentes y futuras.”
Todos sabemos que la admiración que AMLO dice profesar por Benito Juárez, no se corresponde con lo que dice y hace; realidad que lleva a Woldenberg a aclarar:
“Juárez defendió la Constitución y legalidad; la separación radical entre Estado e Iglesias y la supremacía del poder civil.
La igualdad jurídica de todos los ciudadanos.
La educación pública laica y gratuita y las libertades de expresión y prensa.”
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