Raro que, a las ocho de la mañana del pasado viernes, López Obrador no supiera lo ocurrido esa madrugada con el ex director de Pemex, Emilio Lozoya.
Tampoco lo sabía su Secretario de Seguridad; que parece clon del jefe por su lento hablar y balbuceos; y no es primera vez, que muestran desconocer lo que al país acontece.
Tenemos meses de oír decir al presidente, que Lozoya es el rey de la corrupción; que recibió millones de dólares en sobornos de Odebrecht y robó como loco.
Se detuvo a su esposa y a su madre y se pagó cuatro millones de euros del dinero de todos, a un grupo de abogados españoles para que lo extraditaran.
Y cuando al fin llegó, autoridades que dicen no ser las de antes, pero actúan como si lo fueran, simularon llevarlo al reclusorio para internarlo en lo oscurito en un hospital.
¡Tanto ansiarlo, para esconderlo!
¿Comería algo podrido en el avión oficial que fue por él, para pescar un mal estomacal y anemia fulminante?
Se dijo que su papá fue intermediario, del pacto -¿de impunidad?- que permitió traerlo a México; y es normal que no quisiera tener a su hijo en una prisión en la que por no saber su “valor”, fuera tratado como cualquiera.
Y como acá sí lo saben, disfrazaron a un tipo para burlar a la prensa; y pueden tener otro plan listo y declararlo grave, fallecido en complicación postoperatoria, o inocente; según se ofrezca.
Aún no definen si es “testigo protegido que quiere colaborar”, como dice el presidente, o “detenido cumplimentando órdenes de aprehensión”, como afirma el fiscal.
Además del tema Lozoya, ocuparon la semana varios documentos.
El primero fue el titulado Contra la deriva autoritaria y por la defensa de la democracia, que firman 30 escritores que cuestionan al gobierno por centralizar el poder, tomar decisiones unipersonales y manejar mal economía y pandemia.
Y llaman a los partidos de oposición a formar un frente que, en las elecciones de junio entrante, pueda ganar el Congreso para recuperarlo como contrapeso al Poder Ejecutivo y hacer que se respete la pluralidad democrática.
Me gusta lo que plantean; pero quisiera saber qué puede hacer una ciudadana, además de no votar por Morena, para sumarse a esa alianza sin tener que ingresar a alguno de los partidos existentes.
El presidente respondió a los escritores rápido y groseramente, diciéndoles que le dan pena ajena; que chistoso que eso sea exactamente, lo que él provoca aquí y a nivel internacional.
Algunos morenistas se le unieron y publicaron En defensa de la democracia y contra las mentiras de ideólogos neoliberales; curioso título, para un documento plagado de mentiras.
Triste que investigadores de izquierda inteligentes y honestos, como Elvira Concheiro y Enrique Semo, apoyen a un presidente de derecha que desprecia la Ciencia y no respeta el Estado laico; y sean parte de ese texto, que concluye calificando "la intención" de los 30, como “reaccionaria.”
Falsa conclusión porque como precisó Carlos Elizondo en su artículo del domingo en Reforma, muchos de esos escritores ya luchaban por la democracia, cuando López Obrador era empleado del presidente de la Madrid.
Cuesta entender que alguien cuerdo y desinteresado, pueda pensar que es buen gobernante un tipo inculto, blandengue y locuaz, que confunde el pódium presidencial con un púlpito religioso y miente y se equivoca, a diario.
Que empezó su sexenio, agandallándose diputados que no le correspondían.
Que no usa cubre bocas, pero mete la cabeza entera en arenas que, en un chico rato, puede volver movedizas.
Que finge es la gente la que decide, en "consultas" amañadas.
Que incumple el compromiso de regresar al Ejército a los cuarteles y militariza el país al usarlo como comodín, para lo que se le va ocurriendo; sean labores policíacas, de construcción, o aduanas.
Que no da una en la economía y por no tomar en serio el coronavirus, es responsable de decenas de miles de muertes; porque ha domado a sus seguidores, pero no a la pandemia.
Que propicia la inseguridad, cambia leyes a su antojo, y saca dinero de dónde puede, quien sabe para qué; porque nos tiene en ese disparate que llama, “austeridad republicana”.
Votaron por él, 30 millones; pero somos muchos más, los que queremos que las cosas cambien por las buenas y mediante los votos para, como dicen los escritores, corregir el rumbo y recuperar el pluralismo político y el equilibrio de poderes.
Para no continuar atados, “a decisiones unipersonales que polarizan la sociedad…”
Para frenar a un presidente que ataca a quienes no coinciden con su visión política y desprecia la cultura, las instituciones autónomas y a las mujeres.
Presiona la imagen y...
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