Empieza el calorcito y la necesidad de más agua; y por consiguiente, el desperdicio y su contraparte “el tandeo”, en muchos lugares de nuestro país.
Doña Alfreda vive con dos hijas “dejadas” y cinco nietos, en el estado de Morelos cerca del camino entre Cocoyoc y Yautepec; y en los momentos de la entrevista, espera con ansias mezcladas con algo de susto por el costo que cada vez sube, oír el grito ag ua, a gua, que anuncia la llegada de la pipa que la vende por tambos.
Nuestra conversación coincide con que hace tres semanas, el 22 de marzo, fue Día Mundial del Agua; destinado por la ONU para anualmente hacer conciencia sobre el irracional consumo de este indispensable líquido.
Y los datos divulgados, son en verdad preocupantes; porque como sucede con todos los bienes, pocos la dilapidan y a los más, les hace falta.
El informe de este 2017 especifica, que el 66 por ciento de la humanidad vive con poca agua o de plano sin ella; alerta sobre su escasez en las próximas décadas y pide a los gobiernos aumentar los programas de tratamiento a líquidos residuales, precisando que el 70 por ciento del agua utilizada en centros urbanos de países desarrollados, es reciclada; pero solo recibe tratamiento el ocho por ciento de la usada en los países en desarrollo.
La ONU advierte que el cambio climático impactará los niveles de sequía; que la frecuencia e intensidad de inundaciones y lluvias cambiará las cuencas fluviales en muchas regiones del mundo, y tendrá consecuencias graves de todo tipo.
Y subraya, que alrededor de 500 millones de personas radican en lugares en donde el consumo de agua supera en dos veces, al recurso; y que el sector agrícola, que es responsable del 70 por ciento de las extracciones, y el industrial incrementarán su consumo.
Por lo que de no tomar medidas urgentes, la calidad del agua seguirá deteriorándose en perjuicio de los más pobres, con el consiguiente aumento de enfermedades.
Y como alerta de lo que podría suceder, recuerda que la guerra de Siria fue desencadenada entre otros factores, por una sequía nunca vista ahí, que empezó el año 2007.
De acuerdo con la ONU, solo podrán lograrse resultados eficaces y sostenibles, cuando los países implementen marcos jurídicos, regulatorios y políticos, fuertes.
Y hablando del agua y del actual modo de vida que se extiende por todas partes, leí en el diario El País una información que indica que en África hay más ciudadanos con teléfonos móviles, que con acceso a inodoros y agua limpia.
Los datos que provienen de un estudio que realizó la organización Afrobarometer en 35 países del continente, señalan que sólo el 30 por ciento de sus habitantes tiene excusados y el 63, agua por cañería; mientras que 93 por ciento, cuenta con el servicio de telefonía móvil.
Bastante semejante, es la situación en otros países en vías de desarrollo y aunque sus dirigentes se han comprometido a proporcionar agua a todos, faltan recursos para lograrlo, porque el Consejo Mundial de Agua demanda al mundo destinar 650 mil millones de dólares al año, desde ahora y hasta 2030, para construir la infraestructura que garantice la seguridad hídrica universal.
En México la calidad del agua es malísima; de ahí, que consumamos cada día en mayor medida, agua embotellada; con el gasto que conlleva y afecta a las familias más pobres, como la de doña Adelfa.
El Banco de Desarrollo Interamericano, especifica que cada mexicano consume al año en promedio 480 litros de agua embotellada, cuatro veces más que en Estados Unidos, gastando entre el 10 y el 15 por ciento del ingreso familiar.
Ni siquiera en la ciudad de México, la calidad del agua es buena; un estudio hecho por en 2014 por la UNAM, encontró entre las varias bacterias presentes en ella, la Helicobacter pylori, asociada con las úlceras y el cáncer gástrico y hallada en todas las muestras que recabaron los especialistas.
Por todo lo anterior es absolutamente indispensable, que quienes tenemos la fortuna de tener con agua corriente en nuestras casas, adoptemos hábitos que eviten el despilfarro; como lavar los platos sin dejar correr el agua, darnos regaderazos breves, contar con estanques de doble descarga, lavar ropa hasta que se junte toda la carga de la lavadora, regar al anochecer, afeitarse y lavarse dientes y manos con las llaves cerradas y consumir menos productos procesados y más alimentos naturales.
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