Con eso de que los electores ya no quieren saber nada de los políticos tradicionales, estos han establecido la moda de ciudadanizar sus actividades de precampaña, hacia los comicios locales del 2016.
Por ejemplo, el joven priísta, Carlos Barboza, aspirante a la Alcaldía de Tijuana, constituyó una Fundación por la Paz, mediante la cual, establece contacto con diversas agrupaciones, da su mensaje en pro de la paz y aprovecha para muestrearse y ganar adeptos.
El que se voló la barda, en eso de ciudadanizar sus labores proselitistas, fue David Saúl Guakil, exDelegado de las Secretaría de Economía y aspirante a la Alcaldía de Tijuana.
Primero, aprovechando la temporada de inicio de clases, promueve su tienda de venta de uniformes, que aunque ya es bastante conocida, publicita, reduciendo el nombre de la misma a su mínima expresión. En cambio, su apellido lo magnifica, para que fuese visible a distancia. En fin, el truco es válido.
Donde sí se pasó de la raya, fue en utilizar una Fundación social, como si fuese una organización política, al grado de que en días pasados tomó la protesta a 200 comités, de dicha fundación, tan solo por lo que respecta a la zona este. Todos uniformados con camiseta. Lo único que faltó, fue que en las mismas se estampara el apellido del exdelegado de Economía y el logo del PRI.
Es excelente que los políticos se ciudadanicen. Es lo que debieron haber hecho, hace mucho tiempo. Pero no es correcto, que solamente en temporada electoral volteen a ver a los ciudadanos. Como tampoco es correcto, que sus intenciones políticas, las disfracen de ciudadanas.
Pero eso de ciudadanizarse, todavía muchos políticos no lo entienden. Están acostumbrados a moverse, en zonas de confort. En comunidades en donde son harto conocidos y a las que les ha hecho favores, tales como promover alguna obra que requerían. Ahí les aplauden a rabiar y sueltan todo tipo de halagos, lo que hace que el político se sienta el conquistador del mundo. Pero, fuera de ahí, nadie los conoce.
Y no solo eso, sino simplemente por ostentarse como políticos, los ciudadanos comunes y corrientes, los tildan de corruptos. En algunos casos, recuerdan que hubo otros que lo visitaron, en temporada electoral, les hicieron múltiples promesas, incluso las firmaron ante Notario Público, pero nunca regresaron.
Entonces, se da el rechazo abierto. Sin titubeos. Los políticos hacen “de tripas corazón” y continúan sus labores proselitistas, con la esperanza de llegar a ser al menos el segundo en la lista de los resultados electorales, lo que les permite alcanzar la posición electoral por la que contienden.
Falla similar tienen, aquellos que aspiran a puestos de elección popular, por la vía independiente. Piensan, ingenuamente, que basta con que juren no pertenecer a ningún partido político, para que los ciudadanos voten por ellos, pese a que en su mayoría son unos completos desconocidos.
Incluso, en varios casos, son políticos reciclados, que ya se cansaron de hacer lista de espera en sus respectivos partidos políticos y decidieron lanzarse como independientes, sin tener el perfil, ni los méritos suficientes.
La culpa la tienen Jaime Rodríguez “El Bronco”, Manuel Clouthier, el Maquío Jr o el joven Kumamoto, cada uno con personalidad distinta, quienes retaron al sistema político mexicano, y salieron victoriosos. Hoy, todo mundo cree que es fácil igualar tales hazañas.
Hoy, al menos se han convertido en ídolos de muchos, que sueñan con sustituir a los políticos tradicionales, enquistados en el poder, sin mayores méritos que militar en determinado partido y formar parte de grupos de poder.
Pero, aparte de llamarse independientes, carecen de méritos suficientes, para contender por determinado puesto de elección popular. Para empezar, no conocen, ni los conocen en las colonias de la periferia de la ciudad, porque en su mayoría son citadinos y nunca se dan “baños de pueblo”.
Esos “flamantes independientes”, que dejen de soñar. Así, no llegarán muy lejos. Que hagan a un lado sus lujos y comodidades y recorran calles de zonas populares, participando en la búsqueda de soluciones a los abundantes problemas y necesidades que afrontan.
A los que poco o nada tienen, es una grosería pedirles el voto, si nunca les han brindado ni la mínima atención. En esas zonas, los políticos, y hasta los que juran no ser políticos, son repudiados. La reacción es lógica y normal.
Los ciudadanos de a pie, están esperando que alguien llegue hasta ellos a ofrecerles su ayuda. A apoyarlos para que sus hijos tengan cupo en la escuela de la colonia. A instalar luminarias, para frenar la delincuencia. A someter a los policías arbitrarios. Los problemas son múltiples, pero bastante comunes, los de una zona con las demás.
Pero nadie llega. Salvo en las temporadas electorales, que llegan con promesas recicladas, que muchos otros también les hicieron y que nunca cumplieron. Lo peor, que ni siquiera regresaron a decirles porque, tales promesas nunca cristalizaron.
Ciudadanizar la política, es el camino que deben seguir los políticos y todos aquellos que aspiran a ocupar cargos públicos. En la medida en que atiendan a la ciudadanía, sin simulaciones, ni propósitos electoreros, recibirán una respuesta favorable. Quien no ha realizado una intensa labor social, que ni se arriesgue, el fracaso es seguro.
gil_lavenants@hotmail.com
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