Por Gilberto Lavenant
Casi igual que enamorados, deshojando margaritas : “me quiere, no me quiere…”, hoy, más que nunca, muchos mexicanos enfrentan el dilema de votar o no votar, en los comicios del 7 de junio próximo.
Y es que, ante una clase política tan desprestigiada y sobre todo repudiada, muchos cuestionan si es que vale la pena votar.
¿Pasaría algo, si los mexicanos no votaran?
Para empezar, es necesario reconocer y observar, que la democracia mexicana, tan imperfecta y tan cara, está prendida con alfileres. Se estima que en estos comicios, solamente votará el 25% y, aparentemente, votarán solamente los que están en una nómina pública, o los parientes o amigos de los goberantes en turno.
Curiosa, extraña o sospechosamente, el gobierno federal, a través del Instituto Nacional Electoral, obviamente aprobadas por la partidocracia, estableció reglas electorales rígidas, que en lugar de promover o alentar el voto, lo desalientan.
En principio, los actores políticos, están apostando a subsistir, al menos con el llamado “voto duro”, o sea los que emitan los miembros de cada partido, que tienen compromisos y obligaciones con su respectiva organización, y que no cuestionan nada respecto de la calidad moral o capacidad de sus candidatos.
Y es que los partidos políticos, son meras camarillas de vivales, que los manejan, cual si fuesen simples franquicias comerciales. Con un doble efecto, les permite obtener grandes cantidades de dinero, por concepto de prerrogativas, sin trabajar, y además, como si fuesen changos, se la pasan de una cámara a otra. Aunque no sirvan para nada, más que para negociar, pedir moches y frenar el desarrollo del país.
Pero el riesgo de que el abstencionismo siga creciendo, hasta que los procesos electorales resulten solamente pérdida de tiempo y de recursos económicos, es tal, que los gobernantes en turno no resistan la tentación de asumir el papel de dictadores. En las dictaduras, no hay elecciones. Siendo gobernados por una dictadura, habría un ahorro de más de 18 mil millones de pesos que costará el proceso electoral 2015.
A lo largo de la historia de México, en especial en los últimos sexenios, varios mandatarios mexicanos han tenido la tentación de mantenerse en el poder, mucho más allá de los seis años de su gestión. Algunos, se dice, aún gobiernan, aunque formalmente no sean gobernantes.
Si alguien, no entiende lo que esto significa, indaguen un poco, sobre las condiciones de vida de quienes viven bajo dictaduras. No tienen que padecer la molestia de acudir a las urnas a emitir su voto. Pero están obligados a tolerar o soportar a los gobernantes arbitrarios y déspotas, como al contraer matrimonio : “hasta que la muerte los separe”.
Esto es real, a mayor abstencionismo, crece el riesgo de que la democracia mexicana, se convierta en una dictadura. A la mejor habrá quienes digan que no hay mucha diferencia, entre una y otra. Que los políticos mexicanos son como reyecitos, todopoderosos, con la única diferencia de que cada 3 o 6 años, cambian de zona de gobierno.
Como en las monarquías, los gobernantes mexicanos son incuestionables. Hacen lo que les da la gana y hacen uso de los recursos públicos, como si fuesen de su propiedad. Y pese a sus excesos, errores e incapacidad, no hay castigo para ellos. Esos que hablan de la revocación de mandato, seguramente no están en sus cabales. O mínimo, son unos ilusos.
¿Entonces, la única opción es votar, por los menos peores?
Por el momento si. Hasta que los ciudadanos despierten y se sacudan la apatía y el desinterés, que los mantienen aletargados. Lo que requiere México, son ciudadanos participativos y preparados.
En este proceso, los candidatos, supuestamente ciudadanos, no solamente carecen de preparación sobre administración pública y problemática general, sino incluso sobre cuestiones políticas. Carecen de una trayectoria, de una formación, de una experiencia amplia. Carecen de carisma, y nadie los conoce.
Así es que, el no votar, o el anotar los nombres de candidatos no registrados, o alguna manifestación de protesta, no resuelve nada, porque la autoridad electoral no los tomará en cuenta. Simplemente los declarará nulos. Y no cuentan.
Se ha corrido la versión y la invitación, para anotar, en las boletas electorales, la expresión : “voto protesta”, pensando que con ello se presionará a la autoridad electoral, a los partidos políticos y a sus candidatos. Suponiendo, ingenuamente, que eso, tarde que temprano generará cambios en los procesos electorales. Nada de eso.
Hay que votar, para alejar el riesgo de una dictadura. Eso no es darse por vencidos. Eso, es dar tiempo, como darle respiración artificial a la democracia mexicana, en tanto que los ciudadanos maduran y se transforman. Hasta que la apatía la conviertan en interés. La inacción en movimiento. El sometimiento en reacción.
No se es mejor mexicano, por dejar de votar, ni por el hecho de que al hacerlo, deliberadamente se anulen las boletas electorales. Se requiere prepararse, participar y abandonar los estereotipos del “valemadrismo”. Así es que, no se vota por candidato de partido alguno. Se vota por las libertades y los derechos de los mexicanos.
gil_lavenants@hotmail.com
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