Por Gilberto Lavenant
Este lunes 1 de diciembre del 2014, se cumplieron 2 años del arribo del priísta Enrique Peña Nieto a la Presidencia de México, luego de 12 años de gobiernos panistas.
Muchos mexicanos, fueron puntuales y recordaron la fecha. Pero para la mayoría de los habitantes de este país, pasó desapercibido. Sobre todo, porque de aquel valiente y promisorio discurso inaugural, nada o muy poco ha cristalizado.
Es interesante, leer o repasar, frase por frase, párrafo por párrafo, lo dicho por el exgobernador mexiquense en el Palacio Nacional, después de haber rendido protesta ante el Poder Legislativo.
Casi de entrada, el nuevo Mandatario mexicano dijo : “Siento una emoción profunda, en la que se enlaza nuestra historia con la esperanza de un futuro mejor para nuestro gran país”. Pero los mexicanos siguen aún •con la esperanza de un futuro mejor. Un futuro que no llega.
Luego de enfatizar, que México vive, una nueva etapa de su historia, la de una democracia con instituciones sólidas y procesos electorales competidos, plurales y participativos, con una estabilidad macroeconómica, lograda en los últimos tres lustros, tras sucesivas crisis financieras que cimbraron al país, precisó, que de los mexicanos depende ahora, aprovechar esa plataforma, para acelerar el crecimiento y lograr el objetivo económico más importante: Mejorar la economía familiar de los mexicanos.
Quienes le escuchaban, seguramente respiraban profundamente, para imaginar a México, convertido en nuna potencia económica y a los mexicanos en individuos con economías solventes y progresistas. Qué orgullo.
Parecía un sueño, escuchar al Presidente Peña Nieto, describir el futuro promisorio de nuestro país. “Gracias –dijo- a la solidez de nuestras instituciones, a la realidad irreversible de nuestra democracia y a la solidez de sus finanzas, México ahora está listo para despuntar en el mundo del Siglo XXI. Así, lo reconocen ya, observadores políticos y económicos, nacionales y extranjeros”.
Y agregaría : “Todos coinciden en que tenemos una oportunidad histórica para proyectar a México, hasta convertirlo en una potencia, como lo merece ser”.
Se le escuchaba sincero, sobre todo, consciente de las realidades nacionales. Decía que : “A pesar de nuestras conquistas en el ámbito de la macroeconomía, de la estabilidad de nuestras instituciones y del vigor de nuestra democracia, México no ha logrado los avances que su población demanda y merece”.
Incluso reconocía las fallas. “El Estado ha cedido importantes espacios. La inseguridad y la violencia han robado la paz y libertad de diversas comunidades del territorio nacional”, apuntaba.
Tampoco regateó, para reconocer las enormes diferencias sociales. “Hoy, somos un país donde pocos lo tienen todo, y la mayoría carece de condiciones para el goce efectivo de sus derechos”.
Luego diría : “Somos una Nación que crece en dos velocidades. Hay un México de progreso y desarrollo, pero hay otro, también, que vive en el atraso y la pobreza”.
Así mismo, recordó que : “Hay un gran número de mexicanos que viven al día, preocupados por la falta de empleo y oportunidades, porque el país no ha crecido lo suficiente”.
Aceptó que : “Estas condiciones, que nos agravian y nos duelen, también han dañado la imagen de México en el exterior” y señaló, categórico, que : “Éste es el México que hay que transformar”.
“Hoy, los mexicanos queremos un cambio. Queremos elevar la calidad de vida de las familias mexicanas. Este anhelo está presente a lo largo y ancho de nuestro territorio. Es el deseo de un cambio seguro, con rumbo y con dirección”, seguía diciendo.
Era fabuloso el proyecto de trabajo que planteaba desarrollar en su gestión administrativa. En especial, el futuro halagador que dibujaba, para todos los mexicanos.
La firmeza con la que señalaba : “Estamos a las puertas de una nueva etapa de nuestra historia”.
Muchos miraban a México en el firmamento, como una brillante estrella.
El mensaje de Peña Nieto, no dejaba lugar a dudas, de que vendrían tiempos mejores.
“En el México de hoy, lo que no puede ni debe permanecer es la situación de pobreza y hambre en que se encuentra un amplio sector de nuestra población”. Formidable.
“Al margen de nuestras legítimas, naturales y sanas diferencias, si todos aportamos nuestro trabajo y empeño, los mexicanos podemos construir un país plenamente desarrollado”. Los mexicanos casi se atrevían a gritar en coro : ¡Sí se puede! ¡Sí se puede! ¡Sí se puede!
Pero, bien dicen que del dicho al hecho, hay mucho trecho. A dos años de distancia, de aquel discurso inaugural, la nueva era de México, aún no llega.
El proyecto era formidable, excelente, casi maravilloso. Algo así como imaginar a México, lanzando su primer cohete a la luna. Pero no despega.
gil_lavenants@hotmail.com
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