2. En la antigua Roma, no existía la distinción sexual entre masculino y femenino, sino entre activo (valorizado) y pasivo (en esa época, los esclavos y las mujeres). Es la misma distinción que encontramos en la felación: por una parte, el acto positivo de penetrar (irrumare en latín); por otra, el de recibir (fellare). El “felador” estaba desvalorizado; hasta se consideraba un insulto, que equivaldría a nuestro “que te den por culo”.
3. En Pompeya, hay inscripciones con el nombre de algunas prostitutas (Lahis, Myrtis, Veneria) e incluso anotaron la cantidad que cobraban por sus servicios. “Lahis fellat assibus duobus”, o lo que es lo mismo, Lahis practica felaciones por medio sestercio. Una suma irrisoria, teniendo en cuenta que un buen salario rondaba los 5,000 sestercios.
4. Existieron condenas relativas a la felación una de las más fuertes fue la de los católicos irlandeses, durante los siglos V y VI. Según su régimen de penitencias, el sexo oral suponía de 3 a 15 años de castigo, la misma penitencia que para un asesinato.
5. El imperio de los sentidos, de Nagissa Oshima (1976), es la primera película no clasificada X que muestra escenas de felaciones reales. Diez años más tarde, pudimos ver una (de menos de un minuto…) en la película de Marco Bellocchio, El diablo en el cuerpo. Aparecen otras felaciones no simuladas en otras películas menos famosas como The brown bunny (Vincent Gallo, 2004) y Batalla en el cielo (Carlos Reygadas, 2005).
6. Frédéric Dard (alias San-Antonio) es uno de los inventores más prolíficos de la literatura francesa. Creó más de un centenar de expresiones para denominar esta práctica, entre otras: encender la pipa, empinar el biberón, beber del timón de la profundidad, destapar al duende alegre, bipolarizar la golosina, saciar al caracol, o, sin duda, la más bonita: satisfacer la zona al sur del Loira.
7. Se dice que en ciudades como París y Lyon, un tercio de las personas que se prostituyen son travestis y transexuales. En muchas ocasiones, los clientes piden cambiar los roles, siendo así ellos mismos los que practican la felación. De cada diez hombres que acuden a mí, cuenta un travesti, hay tres que quieren una relación con protección y siete que no.
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