lunes, 17 de septiembre de 2012

Palco de Prensa: Los políticos modernos

Por Gilberto Lavenant 
En la época de los abuelos, se vivía bajo normas morales sumamente rígidas. Los individuos no se podían permitir ningún tipo de libertades. Eran los tiempos en que la mujer, lo único que podía exponer a la vista de los hombres, eran los tobillos y del cuello hacia arriba. De los brazos, apenas si se les miraban las manos. Lo demás, era cuestión de la imaginación de cada quien.


Desde entonces, el concepto de la modernidad, representó apertura, tolerancia, el mostrar cada vez más y más. A tal grado se empujó esta tendencia, que hablar del pasado representó cuestiones o actitudes arcaicas de las conductas y costumbres de los seres humanos en general. Se manejó como si fuese algo penoso, vergonzante.

A partir de entonces, empezó la pérdida de los valores humanos. El reto, y la consigna, era ser cada día más abiertos, más liberales, más universales. Muchas mujeres olvidaron el recato, el pudor, el respeto a sí mismas, y mostraron hasta los detalles más elementales e íntimos de su anatomía.

Después, la modernidad empujó a la tolerancia y a la libertad de hacer con el cuerpo de sí mismos, lo que su gusto e imaginación les indicaran. Entonces, se hicieron a un lado cualesquier tipo de limitantes. Los individuos con tendencias sexuales diversas, “salieron del closet”. Buscaron satisfacer sus gustos o necesidades, y las pregonaron abiertamente, sin importar el sexo de su predilección.

Esta tendencia a la modernidad, ha afectado y se refleja en  muchas actividades humanas, no solo en cuanto a cuestiones de sexualidad y de relaciones sociales. También en la política. Hasta no hace mucho tiempo, la llamada geografía estaba más o menos definida.

Los políticos de izquierda, eran individuos de ideas revolucionarias, de lucha social, identificados con las clases sociales más vulnerables, opositores  a los sectores pudientes, en particular contrarios a los patrones, a los que identificaban como explotadores, y a la iglesia.

Los políticos de la derecha, eran identificados como conservadores, aquellos que se oponían a los cambios, principalmente los que les limitaban y que les frenaban. De ese lado se ubicaba a los empresarios y religiosos.

Como ambas posturas eran censuradas, por unos y otros, surgieron quienes pretendieron abrazar una combinación de ambas. Los políticos, supuestamente, del centro, que no estaban totalmente entregados a las clases pudientes, pero que dependían de ellas, para lograr el financiamiento de sus movimientos y propuestas, pero pregonando la necesidad de apoyar a las clases más necesitadas.

Lo cierto es que en la práctica, los políticos de la izquierda, de la derecha o del supuesto centro, son prácticamente lo mismo. Les mueve el interés y el beneficio personal.

Sin embargo, vale la pena observar que los tiempos cambian y que por efecto de la modernidad, los políticos ahora son ambidiestros, batean por la izquierda, pero “cachan granizo con la derecha”, se dice. O visceversa, los políticos de la derecha, se alían, pactan o tranzan, con los de la izquierda. Parece absurdo, incongruente, aberrante, pero así es.

Debido a sus ideas radicales, o sea pronunciadas hacia la extrema izquierda, básicamente a favor de las clases más vulnerables, obreros, campesinos, estudiantes, en el proceso electoral del 2006, el entonces candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador,     
en su primer intento por lograr la Presidencia de la República, fue frenado al ser desarrollada una campaña en su contra, señalándolo como enemigo de México.

En los comicios del 2012, en su segundo intento, López Obrador logró un gran avance en las preferencias electorales. Sin embargo, no logró más, precisamente porque persistió la desconfianza generada por sus posturas necias, radicales. Sus seguidores, principalmente los perredistas, quedaron convencidos de que si hubiese cedido un poco, si hubiese sido menos marcada su tendencia izquierdista, hubiera logrado mucho más.

Así es que luego de que Andrés Manuel decidió apartarse, para seguir su propio camino, los perredistas se sintieron liberados de un yugo y decidieron erradicar la imagen que sembrara su candidato presidencial. Para ello, no solamente decidieron no avalarlo en su pregonado fraude electoral, sino además, promover la reconciliación o acercamiento con los sectores que lo rechazan. Básicamentre con el sector empresarial.

Y así lo hicieron, logrando impresionar hasta a los más escépticos. La tarde del miércoles, 12 de septiembre, en la Ciudad de México, un grupo de perredistas, encabezados por los coordinadores de dicho partido en el Congreso de la Unión, tuvieron una encerrona con empresarios, encabezados por los presidentes del Consejo Coordinador Empresarial y la Confederación Patronal de la República Mexicana, o sea el CCE y Coparmex, Gerardo Gutiérrez Candiani y Alberto Espinosa Desigaud.

Dos días después, el viernes 15, cuando trascendió la celebración de dicho encuentro, los líderes empresariales habrían de declarar, que los legisladores perredistas eran gente moderna, abierta, dispuesta al progreso del país. Reconocieron que era la izquierda moderna que habían estado esperando los empresarios.

Qué bueno que los políticos, de derecho o izquierda, sean modernos y hagan a un lado sus ideas radicales, conscientes de la problemática y realidad nacional. Pero no para que trancen en beneficio propio o de sus aliados, sino en beneficio de los mexicanos.

Que la modernidad no les lleve a olvidar principios y objetivos sociales. Eso de ser de izquierda y “cachar granizo con la derecha”, resulta inmoral, indecente, aberrante. ¿Una izquierda patronal ? Esa parece ser la tendencia de los políticos modernos.

                                                                                              gil_lavenants@hotmail.com


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