Por Gilberto Lavenant
Cuando alguien fallece, es una tragedia. Pero mayor tragedia que ese fallecimiento, es que sus deudos o presuntos herederos, sobre los restos del fallecido, se agarran a muerte, por lo mucho o poco que haya dejado.
Para muchos, el Presidente Felipe Calderón es uno de ellos, luego de los comicios presidenciales del 1 de julio, el PAN prácticamente quedó destruido. Al grado de que hay que reconstruirlo, dijo, desde sus cimientos hasta sus cúpulas, piedra sobre piedra. Esa es una tragedia.
Luego salieron otros, entre ellos Gustavo Madero, dirigente nacional del PAN, quien dió una versión distinta a la de Calderón y dijo que habría que reflexionar profundamente sobre las causas de la derrota blanquiazul. El haber quedado en tercer lugar, dejar la Presidencia de México, apenas a 12 años de ostentarla, es algo sumamente serio.
No hubo necesidad de que pasaran muchos días, para que trascendiera que al interior del panismo, se desataba una guerra por obtener el control de lo que, bajo la visión calderonista, podría considerarse como las ruinas azules. Esta es la verdadera tragedia azul.
Es como cuando en una familia, no se le guarda respeto, ni afecto al autor o autora de la misma. Pero al fallecer, aparentando un profundo dolor, una pena tan honda que afirman quisieran morir en ese mismo instante para acompañar al otro mundo al supuesto ser querido, en la primer oportunidad cuestionan qué fue lo que dejó y cuánto les toca.
Para nada reflexionan o aceptan que pudieron haber sido una de las causas del fallecimiento del autor de la herencia. Simple y sencillamente, o cínicamente, podría decirse, reclaman el reparto de los bienes. De los males, que otros se hagan cargo.
A los panistas les ocurre algo similar. Nadie es capaz de reconocer, que debido a sus excesos, a sus actos de corrupción, de nepotismo, a sus necedades y a sus ineptitudes, los electores los castigaron. No fue el PRI el que ganó al PAN, fue el antipanismo, al igual que el antipriísmo venció al PRI en el 2000. Las izquierdas pretendieron aprovechar la ocasión, pero fallaron en el intento. Pero, en fin, ese es otro cuento.
Apenas 3 días después de los comicios presidenciales, Felipe Calderón, en una entrevista con Ciro Gómez Leyva, para Milenio Televisión, dijo que tras la jornada de derrotas del 1 de julio, el PAN debe ser refundado y reconstruído desde los cimientos hasta la cúpula, piedra por piedra. La palabra presidencial era fatal.
Un día antes, en Los Pinos, la residencia oficial presidencial, convocó a un grupo selecto de panistas, entre ellos a la excandidata presidencial Josefina Vázquez Mota, para reflexionar sobre la derrota. Se dice que fueron 18 los convocados, entre los que Calderón repartió regaños por los malos resultados electorales y reveló sus intenciones del relevo de Gustavo Madero en la dirigencia nacional panista.
También hizo un reconocimiento a la exSecretaria de Educación Pública, Vázquez Mota, por el esfuerzo realizado, aunque los allegados a ésta, por su parte, se quejaron de que nunca recibieron apoyo del Presidente Calderón, en su campaña. Siempre quedó claro que no era su candidata.
Tres días después, el sábado 7 de julio, en el periódico Excelsior apareció una nota, en la que se hizo referencia al hecho de que aún no transcurría una semana de los comicios en los que Acción Nacional perdió la Presidencia de la República y ya había comenzado la disputa interna por el control del partido.
Se indicaba que la dirigencia nacional del panismo y las futuras coordinaciones parlamentarias en el Congreso de la Unión, estaban en el centro de la lucha y que había dos protagonistas centrales : los allegados al Presidente Felipe Calderón y los del líder nacional, Gustavo Madero.
Señalaba que los calderonistas buscan lograr los votos que les permitan destituir a Madero, debilitar a su grupo y con ello quedarse con las coordinaciones legislativas. Y mencionaba nombres de presuntos coordinadores parlamentarios, por ambos bandos.
Lo cierto es que la pugna, aunque interna, no pasó desapercibida para nadie. Los panistas, luego de la derrota, “contaban sus canicas”. Por un lado los maderistas. Por el otro los calderonistas. Podría decirse que los maderistas casi están listos para gritar : ¡Muerto el rey, viva el rey”, aunque el sustituto de “Felipe el grande”, no sea de “sangre azul”.
En la misma nota se hizo la observación de que la destitución de Madero, requiere el voto de los 381 integrantes del Consejo Nacional, que serían 254, pero que el dirigente panista tenía la simpatía de 129 y el poder presidencial era insuficiente para presionar el resto a favor de sus intenciones de designar nuevo dirigente.
Ayer domingo, en el periódico El Universal, de nueva cuenta salió a relucir la pugna interna de los panistas por lograr el control del partido. “Calderón lucha por el control del PAN”, es el encabezado de la nota.
La estrategia calderonista, consiste en que se pierda o se use el menor tiempo posible en la reflexión sobre las causas de la derrota electoral y que la asamblea nacional, en la que puedan discutir el relevo de Madero, se celebre en noviembre, antes de concluir su gestión presidencial, para influir en ella. Madero, por el contrario, pide que la reflexión lleve mayor tiempo y se niega a abandonar la dirigencia.
Los presuntos “herederos” están en plena rebatinga por los escombros del PAN. Para unos y otros, las siglas partidistas son como una franquicia política electoral, que vale mucho dinero. Por eso la pugna. Los ideales, y la ética, salen sobrando.
gil_lavenants@hotmail.com
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