Por Gilberto Lavenant
La visita del candidato presidencial priísta, Enrique Peña Nieto, este fin de semana, a Tijuana, obliga a recordar que el 23 de marzo de 1994, en esta ciudad, fue asesinado arteramente el entonces candidato presidencial del tricolor, Luis Donaldo Colosio Murrieta.
Hace ya 18 años de aquel magnicidio y los tristes recuerdos siguen presentes en la mente de
muchos mexicanos.
Cabe comentar esto porque entonces nadie imaginaria que eso ocurriría, salvo quienes lo planearon. La versión oficial fue que un individuo solitario, Mario Aburto Martínez, entonces de 22 años, tuvo la oportunidad de colocarse a poca distancia de la espalda del candidato y le disparó a la cabeza, a “quemarropa”.
Los hechos ocurrieron en la colonia Lomas Taurinas, una zona marginada, ubicada en La Mesa de Otay. Se decía que la campaña de Colosio no lograba encender los ánimos de nadie. El 23 de marzo llegó aproximadamente a las 4:00 de la tarde al Aeropuerto Abelardo L. Rodríguez. De ahí se trasladó al lugar en donde sería cobardemente asesinado.
La aparente intención de tener estrecho contacto con la gente de las colonias, le llevó a caminar entre los asistentes. Lo que no se justificará nunca es que sus guardias personales hayan faltado a un principio elemental de todo custodio : el permitir que alguien se aproxime demasiado y por las espalda, de quien estaban obligados a proteger. Para muchos, fue un crimen planeado con premeditación, alevosía y ventaja.
Conocedores del caso, consideran que la muerte de Colosio se programó desde 17 días antes, cuando el 6 de marzo, frente al Monumento a la Revolución Mexicana, en el aniversario del PRI, el candidato dibujó las condiciones caóticas en que se encontraba México, entonces gobernado por el controvertido Carlos Salinas de Gortari.
"Veo un México de comunidades indígenas, que no pueden esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso; de comunidades indígenas que tienen la gran fortaleza de su cohesión, de su cultura y que están dispuestos a creer, a participar, a construir nuevos horizontes”, diría Luis Donaldo.
Luego señalaría : "…Veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”. Para muchos esto representó el rompimiento en su relación con el salinato.
Muchos priístas seguramente no podían creer lo que escuchaban : "…Como partido de la estabilidad y la justicia social, nos avergüenza advertir que no fuimos sensibles a los grandes reclamos de nuestras comunidades; que no estuvimos al lado de ellas en sus aspiraciones; que no estuvimos a la altura del compromiso que ellas esperaban de nosotros. Tenemos que asumir esta autocrítica y tenemos que romper con las prácticas que nos hicieron una organización rígida. Tenemos que superar las actitudes que debilitan nuestra capacidad de innovación y de cambio. Empecemos por afirmar nuestra identidad, nuestro orgullo militante y afirmemos nuestra independencia del gobierno”. Seguramente Salinas de Gortari se sintió aludido.
A la muerte de Colosio, tuvieron que llamar “a batear de emergente” a Ernesto Zedillo Ponce de León, quien con apuros logró llegar a la Presidencia de la República. Seis años después, tendría que entregar la banda presidencial a Vicente Fox.
Luego de 12 años de gobiernos panistas, las condiciones parecen propicias para el regreso del PRI a Los Pinos. Prominentes panistas como Vicente Fox y el exlíder nacional del blanquiazul, Manuel Espino, se han pronunciado a favor del priísta Enrique Peña Nieto, quien desde antes de iniciar el actual proceso electoral apareció a la cabeza de las preferencias electorales.
Sin embargo, al observar que las promesas de Andrés Manuel López Obrador y Josefina Vázquez Mota, han sido insuficientes para desplazar al exgobernador del Estado de México, han recurrido a una agresiva y grosera campaña de descalificaciones, incluyendo la manipulación de movimientos juveniles para ello.
Las condiciones prevalecientes en México, son mucho más graves que las que observaba Luis Donaldo Colosio. Más de 60 mil muertos por la narcoguerra, otros tantos desaparecidos y mucho más desplazados de sus lugares de origen, 54 millones de mexicanos en condiciones de pobreza y una economía nacional “prendida con alfileres”.
Pareciera que fue ayer –y esto fue hace 18 años- cuando Luis Donaldo dijo : "…Veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”.
Peña Nieto no es precisamente Luis Donaldo, pero es obvio que muchos mexicanos aún confían en la posibilidad de un cambio, bajo condiciones más o menos normales, de una alternancia en el gobierno. El cambio que ni Vicente Fox, ni Calderón, tuvieron la voluntad de realizar en el país y que estiman que no se logrará con Andres Manuel, ni con Josefina.
Viene al caso comentar todo esto, porque los comicios del 1 de julio, son algo de enorme importancia para México. Este proceso electoral se debe manejar “con pinzas”, pues los principales actores políticos han demostrado que están dispuestos a todo, con tal de aferrarse al poder o acceder a él.
Así es que no debe extrañar a nadie, las exageradas medidas de seguridad en torno al candidato puntero. Cualquier descuido pudiese ser fatal. Aún deben andar por ahí muchos “Marios Aburtos”, dispuestos a saltar a la fama, como “autores solitarios” de un nuevo magnicidio. Dejen que sean los mexicanos quienes decidan. Pero libremente, no inducidos, no engañados. La cita es el 1 de julio en las urnas. Falta muy poco.
gil_lavenants@hotmail.com
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