Por Pablo Rojo
Estamos a unos días de la elección y, por la forma en que su resultado puede afectar nuestras vidas en por menos seis años, no puedo ocultar el sentido de mi voto. Aunque para muchos no es ninguna sorpresa, quiero compartir algunas de mis reflexiones que me han llevado a pensar que, con mucho, AMLO es la mejor opción.
1.La elección del año 2000 no se materializó en una real transición a la democracia. No hubo ni un cambio de fondo en la forma como se ejerce el poder, ni una rotación entre los grupos que tradicionalmente lo detentan. Las mismas empresas monopólicas, los mismos grandes sindicatos amafiados, los mismos traficantes de influencias son la base de una corrupción que no sólo no disminuyó, sino que aumentó. Claro, la desigualdad hizo lo mismo, limitando el desarrollo de la clase media y aumentando la riqueza de unas cuantas familias. No puede existir democracia sin rendición de cuentas pero, en México, a doce años de un supuesto avance democrático sigue imperando la impunidad.
2.México ha sido atrapado por la cultura chatarra de las televisoras y los medios tradicionales de difusión que, durante décadas, se han jactado de ser lo que no son: medios de comunicación. Como medios de difusión, sin derecho a réplica, sin código de ética, guiados sólo por un interés económico y haciendo mal uso de un bien público que consideran su propiedad, no han contribuido al desarrollo nacional y se han dedicado a favorecer intereses de un pequeño grupo. Votar por su candidato es tolerar y prolongar su conducta.
3.El poder mediático ha utilizado a las encuestas como una forma de inducir opinión. Desde hace más de un año, las encuestadoras y los medios comerciales han intentado crear en la población la idea irreversible de que el PRI ganará la próxima elección. A pesar de que la gran mayoría de la población no sólo no acepta sino que más bien rechaza al PRI, los medios al servicio de los poderes fácticos han querido hacer sentir que es inevitable el regreso del PRI y que, los que no estamos de acuerdo, debemos aceptarlo porque la “mayoría” que no es tal, quiere que así sea. En otra colaboración he dado argumentos que dejan claro que, la gran mayoría de las encuestas que se han presentado durante este proceso, no tienen consistencia metodológica. Los ejercicios mejor realizados dan ventaja a la izquierda.
4.El neoliberalismo es una corriente ideológica que va de salida, el giro a la izquierda es el cambio obligado. Las recientes crisis económicas han dejado claro que el neoliberalismo no es lo mejor para hacer crecer una economía y menos para consolidarla. En el llamado mundo desarrollado, las políticas neoliberales han producido crisis de enorme magnitud que aún no se ve la forma de superar. Se ha privilegiado a lo financiero por sobre lo productivo es decir, se le da más importancia al sistema de pagos que a la creación real de riqueza. Los países que han tenido mejor desempeño económico son justamente los que han hecho lo contrario de las recomendaciones neoliberales. China, la India y Brasil entre otros, han tenido una política expansiva del gasto público combinada con medidas proteccionistas para las empresas locales. En México, las restricciones en el gasto público y el favorecer a instancias privadas, sólo han aumentado la corrupción, la desigualdad y la especulación. Para crear riqueza hay que generar empleos productivos y acabar con los monopolios. Votar por los que ofrecen más de lo mismo en materia económica es acentuar el enriquecimiento de unas pocas familias, a costa del sacrificio de la mayor parte de la clase media y de los más pobres, en un país en donde irónicamente hay más pobreza extrema cuando ha habido más ingresos excedentes por venta de petróleo.
5.En México no se puede ocultar la alta desigualdad, el racismo y la discriminación, por lo que debemos preocuparnos por la forma en la que nos relacionamos y cómo valoramos a los demás. En mi caso, no necesito que nuevos ricos sin cultura o clasemedieros serviles sean quienes me den un “status” social. Mucha gente, por temor a que le digan “naco” o para sentirse aceptado, no revela sus verdaderas convicciones. Yo al igual que muchos mexicanos honestos me siento muy orgulloso del origen de mi familia, de los estudios que he podido realizar y de mis logros personales y profesionales. Como cualquier persona que trabaja y quiere a su país, mi “status” social me lo doy yo mismo haciendo lo que me corresponde y respetando a los demás. Ir en contra de lo que quieren imponer los poderes fácticos no sólo me revaloriza como ciudadano sino que contribuye al desarrollo democrático e institucional del país.
6.Mucha gente tiene temores infundados en el sentido de que, quien llega a la presidencia, es capaz de hacer todo. El poder de un presidente hoy en día está limitado y acotado por fuerzas dentro y fuera del país. El personaje que encabeza el ejecutivo es importante pero a final de cuentas es un ser humano con capacidades no muy distintas a las de cualquiera de nosotros. Lo importante no es lo que esa persona quiera hacer sino lo que es capaz de motivar en los otros. El liderazgo no se compra ni se gana por infundir temor. Se logra comunicando una idea clara del país que no refleja claramente intereses de grandes empresas o grupos políticos anquilosados. El verdadero líder hace pensar a los demás y los mueve por convicción. El proyecto de la izquierda en esta ocasión ha logrado atraer a las mentes más brillantes, críticas y conscientes del país.
7.Una democracia se construye y se consolida con pesos y contrapesos. Creo que el papel histórico que la derecha debe ahora jugar es el de ejercer el contrapeso al poder, que ayude a consolidar la rendición de cuentas. En la medida en que actores poderosos se conviertan en aliados de la ciudadanía la impunidad dejará de ser la norma y, por lo tanto, mejores y más honestos elementos serán los que acepten y se comprometan con los cargos públicos.
8.Finalmente, la violencia y la inseguridad que vivimos hoy en día en todo el país, es el resultado de la corrupción, la improvisación y la ausencia de responsabilidad de nuestra clase política. Los políticos hoy en día, muchos de ellos jóvenes y con buena presencia, no son más que personajes de mediana formación al servicio de intereses privados. Su compromiso con el grueso de la población es casi nulo y no tienen empacho en defender abiertamente los intereses de quienes los han puesto ahí. Ocupan cargos públicos pagados con nuestros impuestos sin necesariamente tener la formación adecuada y ganando mucho más que el grueso de la población. La oferta de la izquierda no es hacer una cacería de brujas ni atizar más el odio. El país se va a serenar sólo si llega alguien con autoridad para hablar de frente a los poderes que se han salido de control. Optar por los que han demostrado tener vínculos cercanos con los criminales, aunque sean de cuello blanco, es un suicidio colectivo.
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