Por Gilberto Lavenant
Las prácticas políticas, tendientes a generar, crear y fortalecer clientelas electorales, que garanticen triunfos, ha llevado a los gobiernos en turno, sin importar el partido de que se trate, a hacer favores, a ofertar permisos y concesiones, a establecer prerrogativas, que generan negocio, para unos y otros, pero que al final de cuentas han provocado condiciones caóticas en muchas actividades.
El transporte público, por ejemplo, que ha sido deficiente, a través del tiempo, y que ha crecido en forma anárquica, con la llegada de los gobiernos panistas, y la generación de nueva clientela electoral, ahora auspiciada, solapada y protegida, por políticos blanquiazules, ha provocado el caos.
El comercio ambulante, no ha sido la excepción. Los vendedores ambulantes brotan por doquier. Aunque los gobernantes juren que no otorgarán más permisos, los números crecen. En todas las modalidades, sean de puestos fijos, semifijos e incluso mercados sobre ruedas.
Son ejércitos, que lo mismo sirven para realizar manifestaciones de apoyo, a favor de algún político que desea lograr popularidad, como también sirven para exhibir a determinado personaje, como insensible, déspota o ineficiente.
Las clientelas electorales, no son nuevas. Podría decirse que fueron creadas por los priístas, porque fueron ellos los que se mantuvieron en el poder durante más de 70 años, pero los panistas, o los perredistas, donde gobiernan, utilizan el mismo modelo.
Nadie se explica por qué los grupos de taxistas o de vendedores ambulantes, por citar solo algunos, son tan poderosos y tan influyentes. La única explicación es que ya han pagado su “derecho de piso”, cuando acompañaron a los gobernantes en sus campañas electorales. Todo se les permite, todo se les tolera, y no se les frena, porque en la siguiente contienda necesitarán de ellos.
El exalcalde panista, Jorge Ramos Hernández, a solo unas horas y días de concluir su gestión, “sembró” la ciudad de vendedores ambulantes. También de taxistas. Tanta “generosidad” le hizo ganar popularidad. En esos compromisos, basa sus aspiraciones a participar en nuevas contiendas electorales.
Pero todo tiene un límite. Ciertamente, la crisis económica afecta a todo mundo, hasta a los vendedores ambulantes. Necesitan vender sus productos, para subsistir y por ello buscan los sitios estratégicos, sobre todo en épocas decembrinas. Pero deben hacerlo con orden y en los sitios que la autoridad les destine para ello. Ya no pueden seguir actuando, como si fuesen propietarios de calles y banquetas.
A lo largo de la historia, al menos en Tijuana, han surgido propuestas de solución y reordenamiento de los comerciantes ambulantes. De ahí han surgido centros de artesanías, mercados de abasto e incluso más sitios para instalar los llamados mercados sobre ruedas. Pero vienen nuevas campañas electorales y surge nueva clientela electoral.
El sábado pasado, estuvo a punto de ocurrir un incidente de dimensiones incalculables, cuando numerosos vendedores ambulantes, acostumbrados a instalarse anualmente frente a la Catedral de Guadalupe, en la zona central de Tijuana, retaron a las autoridades municipales, al tratar de instalar ahí su llamada “feria del juguete”.
Ya se les había dicho que no podían hacerlo, que se les permitiría instalarse en el Parque Teniente Guerrero, pero obviamente el sitio no fue de su agrado y quisieron hacerlo donde lo hacían tradicionalmente.
Hubo necesidad de que elementos de la policía municipal se hicieran presentes, para evitarlo. Hubo gritos y sombrerazos. Afortunadamente no pasó de ahí.
Cabe observar que otro de los factores de este caos, de esta anarquía, es el hecho de que hay vivales que han logrado apoderarse de varios permisos, los cuales dan en arrendamiento a terceros o bien utilizan empleados que explotan y mal pagan, pero que los hacen aparecer como que son los interesados directos.
Igual que como ocurre con los taxis. El acaparamiento de permisos o el arrendamiento de los mismos, es lo que provoca que dicho servicio sea negocio para unos, y para otros, sus empleados, una práctica común de explotación.
Para poner orden, es necesario dejar de ver a estos grupos como clientela electoral. Aplicarles la ley. Así de sencillo. Los mercados sobre ruedas, se instalan frente a comercios debidamente establecidos, que pagan renta, que cubren salarios de sus empleados y demás prestaciones. Ni los residentes de la zona donde se instalan, pueden ingresar a sus casas. Es absurdo.
En cuanto al servicio de transporte público, los taxistas, calafieros y autobuses, circulan a exceso de velocidad, juegan carreras con el pasaje abordo, no respetan las señales de tránsito y no aparece por ningún lado, algún policía que les ponga un alto, que les amoneste o les sancione.
Sabido es que cuando unos, u otros, son sancionados, de inmediato, los dirigentes de los partidos políticos a los que están afiliados y que les protegen, acuden con las autoridades a dejer sin efecto las multas o sanciones. La impunidad, a esa escala, los convierte en un peligro social. Los vendedores ambulantes agreden a quienes pretenden evitar que le bloqueen el acceso a su vivienda, y los taxistas o calafieros responden con groserías cuando un pasajero les reclama las precauciones más elementales.
Para poner orden, no se requieren gritos, ni sombrerazos. Simplemente aplicar la ley por parejo, sin distingos, que desaparezcan las clientelas electorales. Sencillo.
gil_lavenants@hotmail.com
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