sábado, 4 de diciembre de 2010

Poniendo a Wikileaks en contexto

Por Carlos Pascual
Embajador de los Estados Unidos
Al comentar sobre las notas informativas sobre los documentos clasificados que fueron ilegalmente proporcionados a Wikileaks, un ministro de relaciones exteriores de otro país dijo a la secretaria Hillary Clinton: “No se preocupe. Ustedes deberían ver lo que decimos sobre ustedes”.
En esta frase humorística también existe una tragedia. Para realizar cualquier actividad con otros – ya sea bancaria, legal, periodística, financiera, médica, educativa o diplomática – se requiere confidencialidad. Las personas necesitan compartir información, evaluar situaciones, analizar prospectos y proponer opciones que pueden producir mejores resultados.



Si no se hace algo al respecto, los ataques contra la confidencialidad amenazarán nuestros empleos, nuestra capacidad de resolver problemas y el impulso a la creatividad en nuestras sociedades.



La divulgación ilegal de información clasificada ya ha tocado las relaciones entre los Estados Unidos y México. Nuestra respuesta es directa: no hay relación más importante para los Estados Unidos en el mundo y ninguna acción ilegal la va a socavar.



Estos hechos dominan: México y los Estados Unidos están ligados como pueblos. Somos socios en el comercio cuya prosperidad mutua depende del otro. Hacemos frente a las mismas amenazas causadas por enfermedades infecciosas, las organizaciones criminales y los desastres naturales. Compartimos la promesa de un futuro mejor si permanecemos unidos para trabajar y resolver los retos de cada día.



Si hay una luz al final de este túnel de divulgaciones ilegales, ésta es que ha provocado una importante discusión sobre esta pregunta básica: ¿Cómo justifican los Estados Unidos y otras naciones democráticas que continúen los canales de comunicación confidenciales al tiempo que proclaman que practican la transparencia y la apertura?



Desde el año 490 A.C., cuando Filípides corrió 26.6 millas desde la batalla de Maratón hasta Atenas para informar sobre la victoria de las fuerzas griegas sobre Darío, el rey de Persia, las sociedades organizadas han reconocido la necesidad y la importancia de comunicaciones diplomáticas confidenciales.



Estas comunicaciones formales e informales se dan todos los días, en todo el mundo, entre emisarios diplomáticos y sus jefes en su país de origen. Han sido parte de las relaciones diplomáticas de toda sociedad desde tiempo inmemorial. Lo único que ha cambiado ha sido los medios técnicos de transmitirlas. Los modernos cables diplomáticos son fundamentalmente una carta privada que se envía a casa.



En la mayoría de los países, la diplomacia sigue una ruta similar. Los que están en el extranjero buscan entender una sociedad. Quienes están en nuestras capitales utilizan esa información para elaborar políticas. Los informes enviados por cable no representan la política de los Estados Unidos. Con frecuencia son instantáneas impresionistas de un momento en el tiempo. Pero al igual que las instantáneas, pueden estar fuera de foco o no ser halagadores. De manera colectiva, sin embargo, también muestran que los diplomáticos estadounidenses están haciendo lo que se supone que deben hacer: estar en contacto con otros gobiernos y sociedades alrededor del mundo para promover nuestros intereses comunes.



Requerimos de la confidencialidad no sólo para realizar nuestros contactos e intercambios con otros gobiernos, sino de manera igualmente importante, para llevar a cabo conversaciones con defensores de los derechos humanos, activistas de la sociedad civil, empresarios, académicos, periodistas y disidentes políticos.



Algunos han proclamado la diseminación de las comunicaciones diplomáticas como un audaz golpe a favor de la transparencia. Yo diría precisamente lo contrario. ¿Quiénes alrededor del mundo han sido traicionados por las divulgaciones ilegales? Los activistas en pro de la democracia que luchan contra regímenes autoritarios, las mujeres valerosas que combaten para terminar con el flagelo de la trata con fines de explotación sexual, los científicos de buena conciencia que buscan detener la proliferación nuclear, la policía y los juristas que trabajan para mantener el imperio de la ley ante el crimen organizado transnacional -- estas son las personas que aseguran la transparencia en nuestras sociedades.



Así que, ¿qué estamos haciendo con respecto al riesgo de información divulgada aquí en México?



Primero, como podría esperarse, estamos realizando consultas estrechas con nuestros socios en el gobierno del Presidente Calderón. Hemos subrayado nuestro aprecio por la asociación genuina que se ha fortalecido como resultado de nuestra mayor cooperación bilateral en cuanto a fomentar la competitividad económica, proteger nuestro medios ambiente común y hacer frente a los secuaces del crimen organizado que representan la mayor amenaza a la soberanía de nuestros dos naciones.



Hemos explicado los aspectos técnicos de cómo nosotros, al igual que cualquier otra misión diplomática en el mundo, analizamos e informamos a nuestro gobierno sobre nuestras observaciones. Yo, al igual que funcionarios de alto nivel de la Administración del Presidente Obama, hemos expresado nuestro pesar a nuestros socios mexicanos sobre las circunstancias actuales.



En una alocución dirigida a todo el mundo hace unos cuantos días, la Secretaria Hillary Clinton afirmó que estamos tomando medidas enérgicas para que quienes robaron esta información se hagan responsables de sus actos. Ella y el Secretario de Defensa Robert Gates han determinado que se pongan en vigor nuevas salvaguardas para proteger información en los Departamentos de Estado y de Defensa, de manera que este tipo de violación a la seguridad no pueda ni vaya a ocurrir de nuevo.



Estoy convencido de que la asociación, la responsabilidad compartida y el respeto mutuo, que son la base de nuestra relación bilateral, seguirán teniendo la naturaleza de una roca sólida. Simplemente, no hay otra relación bilateral entre dos naciones soberanas que sea tan intensa, amplia o vitalmente importante como la que existe entre México y los Estados Unidos. Esto no cambiará como resultado de lo que pudiera aparecer en Wikileaks.

No hay comentarios:

Publicar un comentario