* Gregorio Barreto Luna narra cómo fue que se aferró a la vida durante los 49 días de su secuestro
Por Ana Cecilia Ramírez (Tomado del Frontera)
Encerrado en un clóset, esposado, vendado, sin saber si era de día o de noche, así pasaban los minutos, las horas, los días.
Durante 49 días, Gregorio Barreto Luna, líder transportista, estuvo privado de la libertad y casi de su vida, pues sintió que estaba a punto de morir.
Mientras estuvo en cautiverio, fue golpeado, mutilaron dos de sus dedos, además de que sufrió de la tortura de constantes amenazas..
Platíquenos desde el comienzo, ¿qué estaba haciendo? Se dijo que había tomado.No, no, curiosamente ese día yo llego a la casa y la verdad como me encontraba solo me invitaron al Bingo, entonces dije ‘‘vamos a jugar un ratito al casino’’, ya tenía cinco o seis días yendo, como no sé si era presentimiento o corazonada, pero cuando estaba en la casa no me sentía a gusto, entonces dije vamos a jugar un rato.
A las 4:00 de la mañana, aproximadamente, saliendo, ya prácticamente éramos los últimos, veo que llega un carro, un pick up con cinco o seis personas, no sé cuántas eran, con pasamontañas y uniformados, no sé de qué uniformes eran, y primero me dicen que son de la PGR y que tienen una orden de presentación.
Ya cuando me amarran, me avientan al carro donde íbamos, me dicen que es un secuestro, que vale más que les dé los nombres de mis familiares o con quién ponerse de acuerdo para la situación del rescate.
Hablé con gente que trabaja conmigo, ellos empezaron a hablarle a mis hermanos, a mi familia la movieron para Estados Unidos.
Lamentablemente en los primeros quince días no tuve comunicación con nadie, aparte de que fue un trato infrahumano, el no saber cómo está la familia es doblemente castigo para uno. A los quince días que me dieron la oportunidad de hablar con uno de mis hermanos, yo le dije, bueno, es que lamentablemente para mí y para quienes hicieron esto, pues quien es la cabeza de lo que es la familia Barreto es Gregorio Barreto, quien firmaba, quien aportaba, nadie podía hacer absolutamente nada, y eso vino a retardar las negociaciones.
Con la pena para mí de tener que sobrevivir el tiempo que Dios me dé licencia de vivir con la falta de mis dos dedos.¿Qué sintió cuando supo que no era una detención, sino un secuestro?Yo sentí que me iban a matar.
Lo que pasa es que yo perdí la noción del tiempo, pero la conciencia jamás la perdí, y los deseos de vivir jamás tampoco los perdí, por más malo que haya sido el trato yo decía yo voy a vivir, yo tengo cosas que hacer, mi familia me espera, eso fue lo que me fortaleció, pero la verdad está en que es una cosa fea.
Ni a mis enemigos se los deseo.¿Cómo era estar un día cautivo, qué hacía, en qué condiciones estaba? Estaba en un clóset, vendado, esposado, en el vil piso, sin saber dónde estaba, ni con quién estaba. Lo que sí estoy totalmente seguro es que nunca estuve con otra persona que estuviera secuestrada conmigo, yo siempre tuve dos personas que me estuvieron cuidando, las cuales se relevaban cada ocho días.
Al principio, como en todo, era un trato medio duro, ya después empezó a cambiar, pero después casi del mes que me tenían secuestrado.¿Le daban de comer?No, me daban agua cuando tenían ganas, cuando querían, los primeros quince días.
Después de los quince días que ya prácticamente yo creo que era cuando ya “me estaba yendo”, empecé a ver luces, yo les dije “oigan, cámbienme las vendas”, porque yo sentía que las vendas que me ponían eran vendas especiales y empezaba a ver lucecitas por todos lados. Entonces uno de ellos dijo “se está muriendo, hay que darle de comer”.
La verdad está en que fueron situaciones muy amargas, y yo creo que es la falta de, a lo mejor, conocimiento o preparación de quienes lo cuidan a uno, porque yo creo que a lo mejor los encargados o los jefes de ellos, por llamarles de alguna manera, ni cuenta se dan de los tratos, o si se dan cuenta, pues qué mala onda, porque sí es un maltrato.
A pesar de que ya están abiertas las negociaciones, y de que ya se dio un arreglo económico, el trato hacia la persona no cambia, hasta casi al mes fue cuando me empecé yo a bañar.
En ese tiempo que estuvo en el clóset, ¿qué pensaba, qué sentía, qué creía que iba a pasar?Yo sí sentía que me iban a matar, la verdad yo rezaba. Como modo de vacilada, les digo que yo hasta inventaba santos para rezar más y que fuera más gente a ayudarme.
Inclusive dentro de las primeras opciones era que si la casa esa la reventaban ellos se iban a ir y me iban a dejar. Y a los días, cambió la situación, dicen “en caso de que lleguen a venir a rescatarlo el primero que se va a morir va a ser usted”.
Entonces, primero rezaba para que fueran por mí y después rezaba para que no fueran por mí.Lo que empezó a hacer más llevadero el estar amarrado, vendado y mal comido, (fue) el saber ya uno de su familia, era lo que me daba ánimos.
La primera vez que recuerdo que hablé con mi hermano, le dije: “Mis hijos, ¿cómo están?”, me dijo “despreocúpate, están bien todos, despreocúpate”.
Perdí un poco la noción del tiempo, yo buscaba la manera, porque al principio no escuchaba las noticias, nada, a los días ya empecé a escucharlas y ahí era donde yo sacaba más o menos las horas que eran.Cuando se oía la paz total yo pensaba que era la madrugada.
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